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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Quarry’ y el cine de los setenta

La serie nos transporta a 'El Cazador' o a 'Apocalypse Now' con su imagen y crudeza

Eneko Ruiz Jiménez

El teatro es de los actores, el cine de los directores y las series de televisión son de los guionistas. Pero a veces esa regla no escrita se rompe, y la personalidad e imagen de una serie cuenta tanto como lo escrito sobre el papel. El cineasta Steven Soderbergh impregnaba con su estilo The Knick. De hecho, es responsable de los 20 episodios emitidos hasta el momento. Ese mismo ejemplo que Quarry, rodada con un gusto por lo visual y una cuidada fotografía que desprende amor por un cine aparentemente extinguido.

El director y show-runner detrás de esta tragedia americana en el catálogo de HBO España es esta vez mucho menos conocido. Se llama Greg Yaitanes y, como su protagonista, se ha curtido en todo tipo de guerras. Su currículo a sueldo es imposible de resumir. Saltó de Perdidos a Héroes, pasando por CSI o Banshee. Pero ahora lleva los mandos. Quiere encontrar su voz y rodar algo más que planos y contraplanos.

La historia, escrita por Graham Cordy, comienza con el regreso de un soldado de Vietnam (Logan Marshall-Green) acusado de crímenes de guerra. Su hogar no lo recibe como esperaba, como un héroe. En EE UU no hay trabajo para veteranos y, tras dos años entre napalm, su matrimonio hace agua. La trama da un giro cuando un misterioso personaje le ofrece 30.000 dólares para ponerlo en nómina como su asesino. La cartera que le dan hace desembocar una espiral destructiva. Al contrario que otros arquetipos televisivos, sin embargo, el protagonista tiene las mejores intenciones. Es un antihéroe por obligación.

Quarry no solo te hace viajar a una época oscura de EE UU en su ficción, sino también en su manera de hacer cine. Yaitanes nos transporta a El Cazador y Apocalypse Now. A un Vietnam en plano secuencia, entre árboles, ríos y destrucción, lleno de estilo y tintado con color arenoso. Ocho capítulos que vuelven la mirada a ese cine americano inteligente y crudo de los setenta en el que no hay finales felices. Todo es desolación. Ya no hay nada que perder.

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Sobre la firma

Eneko Ruiz Jiménez
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.

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