Mundo careto

En 2010, Pablo Sánchez obtuvo el I Premio Francisco Casavella con El alquiler del mundo, novela centrada en la brillante carrera del protagonista en Trántor, empresa líder en consultoría económica, ofreciendo al lector una visión incisiva y crítica sobre el ejercicio del poder. Recientemente, en una de las historias de Asamblea ordinaria, Julio Fajardo Herrero desnudaba el buenismo de un dinámico empresario moderno. Ahora, Daniel Ruiz García gana el Premio Tusquets con La gran ola, en la que destripa sin concesiones las entrañas de Monsalves, una empresa de origen familiar fabricante de productos de limpieza lanzada a su expansión en la era global y en estos años de crisis económica. Distintas en su factura narrativa, parejas en calidad literaria, las tres novelas comparten un mismo designio crítico en la visión acerada de la realidad que encuadran, a partir del humor y el sarcasmo.

Daniel Ruiz los maneja con verdadera maestría en La gran ola, una novela coral que radiografía los varios estratos humanos —obreros, cuadros medios, comerciales, publicistas, coaches y asesores, directivos, consejeros y dueños—, así como los engranajes que mueven la rueda de Monsalves. Ambos planos están muy bien equilibrados, repartida la atención a los personajes entre la proyección de su conducta sociolaboral y su vida privada, que incluye, en los más destacados, soberbios resúmenes biográficos que muestran quiénes son y por qué llegaron hasta ahí: Julián Márquez, responsable de ventas, con los subordinados a su cargo; la directora de marketing, Martita, y su mano derecha, la joven Gertru; el viejo dueño-empresario y su hijo…, y tantos otros.

Ninguno de ellos es previsible, aunque todos resultan representativos de la moral social al uso, los valores en cambio, los intereses entrecruzados o las distintas pautas de conducta, que van desde la supervivencia pijoapartesca hasta el derroche de impostura, ambición, maldad y arribismo. Predominan las capas medias, tipos anodinos y grises, míseros, prepotentes o vulnerables, dolidos. Y hay escenas memorables (el partido de fútbol entre colegiales, con los padres animandohostigando), que desbordan el particular mundo careto de Monsalves, que nos llega minado por la tensión establecida a partir de las relaciones de poder: no sólo las derivadas de la jerarquía y subordinación empresarial, sino también las que se anclan en otros factores de dependencia como la edad, el sexo, una enfermedad grave.

Para desplegar tal panorama, Daniel Ruiz teje una red de intrigas que revela la fecundidad fabuladora del autor, independientemente de que el desen­lace final de las varias historias en marcha no se cierre. Y mejor así, porque los distintos avatares se perfilan lo suficiente, quedan bien sugeridos, evitándose de este modo posibles riesgos. También está muy bien sostenida la urdimbre que liga los muy variados (y sorprendentes algunos de ellos) episodios que animan este retablo, abierto a la abyección, la sordidez, la impotencia, la frustración, el rencor o el odio, la perversidad, el miedo y en ocasiones la ternura y la piedad. Soberbia es, por más de un concepto, la crónica del mundo empresarial y sus ritos —el Family Day, la sesión de braintraining, la dinámica comercial, el reporte al consejo de administración, la convención anual—, con esos gurús-coaches de Estabile y Sureda oficiando.

Leyendo esos tramos de La gran ola, entendemos la corrosión del carácter (he creído apreciar en estas páginas resonancias del ensayo de Richard Sennett) y por qué es posible la macrocorrupción que nos asola. Y lean también en clave literaria el manual de Estabile —frases cortas, estilo apelativo, tópicos, historias llenas de vida, intensas vivencias— y la conferencia de Sureda. Y entonces reirán, reirán, reirán… con el ánimo algo encogido.

La gran ola. Daniel Ruiz García. Tusquets, 2016. 243 páginas. 18 eurospremio tus