Leyendo con Vicente Molina Foix
El autor de 'El abrecartas' publica 40 años de lecturas que forman parte de su educación literaria y sentimental
Hay algunos libros (La verdad de las mentiras, de Vargas Llosa; Pura alegría, de Muñoz Molina, Por las fronteras de Europa, de Mercedes Monmany) que te llevan derecho a la biblioteca, a la librería de fondo, a tu propia estantería. Porque leer procede del entusiasmo, de la alegría que comunican los otros. Al sueño que te regalan para escapar de la realidad. A esos libros, y a muchos más, se une a partir de ahora Enemigos de lo real (Galaxia Gutenberg, 2016), un volumen en el que el ilicitano Vicente Molina Foix hace crítica, crónica y recuento de lo que ha ido leyendo a lo largo de una vida dedicada a leer… y a escribir. Es el autor de El abrecartas (Anagrama, 2007), que refleja vida y relaciones, en clave de ficción, de su amigo Vicente Aleixandre y de otros personajes de la misma generación, como Miguel Hernández. Esa obra mereció el Premio Nacional de Literatura y, como muchos de los libros que aparecen en Enemigos de lo real, debió su éxito a lo que libreros y editores llaman boca a boca.
Enemigos de lo real cubre 40 años de lecturas. Y se inicia con un atrevimiento, pues empezar un libro de lecturas habidas con sendos ensayos sobre Montaigne y Shakespeare pone cuesta arriba a los que hubieran preferido que, al menos, hubiera comenzado por Guillermo Cabrera Infante, que fue su amigo y que, antes de conocerlo, le proporcionó un resplandor que otros de su generación disfrutaron, Tres tristes tigres. Por supuesto que están Cabrera y ese libro en Enemigos de lo real, pero a Molina Foix (y al editor, seguramente) le pareció adecuado comenzar con Montaigne y Shakespeare. Este es un libro para empezar a leer. ¿Por dónde debe empezarlo alguien que no sea tan culto como usted?, le preguntamos al autor. Y Molina lo explica: “Empezar por Montaigne y sus lectores, que van desde John Florio hasta Baroja, Gide, Pla o Azorín, y seguir con las casi 100 páginas de Shakespeare, es buen comienzo, pienso. Pero el libro, como me ha dicho que iba a hacer un escritor más joven que yo que lo tenía entre manos, puede leerse a bocados. El menú es largo, y la lectura, como todos los deseos, caprichosa”.
“Ahora que soy mayor doy consejos sobre lo que no hay que leer, lo banal, lo inútil. Lo bueno y útil se abre camino solo”
El menú es largo, y sólido, como una comida en países fríos. Y tiene todo tipo de ingredientes. Hay un elemento común, el estilo, el humor; el conjunto produce la sensación de entusiasmo, al estilo de aquella pura alegría de Muñoz Molina. Un menú largo, más de 500 páginas, que comienzan con ese texto sobre Montaigne y que incluye el primer texto de revisión literaria que el autor escribió sobre el cubano Calvert Casey en 1969. En la selección, que incluye textos juveniles y muchos otros en los que interviene el comentarista veterano (más avezado, seguramente, pero igualmente perplejo o feliz ante lo que descubre), se advierte una comunidad de ritmo, de modo que incluso la erudición forma parte de esa música que acompaña sus lecturas. Molina Foix rehúye las notas, pero como los comentaristas anglosajones hace ingresar en ellas numerosos datos que ponen en contexto a los libros y a sus autores, sus pasiones, los hechos reales de sus vidas. Él no sabe, dice ante una pregunta nuestra, “si hay un estilo de ensayo literario Foix, pero si se advierte en Enemigos de lo real un modo especial, entre conversacional y fundamentado, de escribir sobre libros y autores, me sentiría muy satisfecho, pues, aun siendo yo un afrancesado cultural en la intimidad, la manera ensayística anglosajona es la que prefiero y más he cultivado como aprendiz y lector”.
El cesto de cerezas
Un libro como este de Vicente Molina Foix es un cesto de cerezas: empiezas y no acabas. En primer lugar, aunque el autor asegura que el comienzo es adecuado para abrir el apetito, es cierto que puedes empezar por Benet, por Cervantes, por Susan Sontag, por Gil de Biedma o por Valèry y siempre encontrarás acomodo a tu gusto. Beatriz de Moura dice que se hizo editora "por el gusto de leer". Esta cesta que ofrece Molina Foix es un autorretrato de su manera de ser, su gusto por leer.
Animado por la tradición anglosajona, que reclama amenidad en cualquier recuento, aunque los recuentos sean sombríos, su desafío como lector que recomienda es el de no aburrir jamás al lector, de sentarlo a su lado para que sienta lo que él alguna vez sintió. En este sentido, es muy recomendable empezar (si así les place) por la enorme sorpresa que supuso para él la lectura de 'Tres tristes tigres', de Guillermo Cabrera Infante; ese libro inundó de alegría (y de sentido del humor) la hasta entonces aún entristecida literatura hispanoamericana; V. M. F. lo cuenta como una experiencia personal, y así fue para aquella generación en la que se ancla la vida de este enemigo de lo real.
Ese estilo no tendrá nombre propio, pero lo que sí hay es ritmo en la diversidad de libros y de autores. Lo que los comunica entre sí es, sin duda, la identidad del lector, la manera de leer de Molina Foix. ¿Cómo se formó? Así narra el autor su origen como lector:
—Las tardes alicantinas de un chico de 12 o 13 años no practicante del fútbol y que, al terminar los deberes del colegio, vio en la biblioteca familiar dominada por los tomazos paternos de derecho y economía unos libros con vistosas portadas. Eran de una colección, La Novela Teatral, heredada de mi abuelo, un hombre teatrero al que no llegué a conocer, y esas fueron mis primeras lecturas, obras de Muñoz Seca, Ibsen, Maeterlinck, no todas entendidas entonces por igual. Quizá esa iniciación casual tuvo que ver con mi gusto de leer teatro, mantenido siempre y reflejado en una parte considerable de Enemigos de lo real.
El gusto de leer subraya el tono, el ritmo del libro; y como traslada el placer de leer a cada uno de los autores de esta biblioteca personal leída y releída por Molina Foix, incluye autores que forman parte de su educación sentimental y literaria, así como del mundo que lo rodea. Hay, cómo no, amplias referencias a Juan Benet, que fue su maestro, y los lectores que quieran saber cómo eran tanto él como Juan García Hortelano, inseparables en la amistad y en el tiempo, tienen a disposición en este libro el texto Juan Benet: el rollo y la cebolla, en el que Molina Foix hace crónica de aquella ocurrencia genial del autor de Una meditación. Benet inventó un artilugio, un rollo continuo, con el que escribió esa novela que el propio Hortelano, jurado del Premio Biblioteca Breve, llevó a sus compañeros que iban a decidir ese galardón. La crónica (El verbo se hizo Caín) de su propia lectura de Tres tristes tigres, de su también amigo Cabrera Infante, coincide en la descripción del entusiasmo que ese libro para él inolvidable produjo en muchísimos lectores hispanoamericanos.
El menú es largo, como dice Molina Foix, la selección es caprichosa, pero uno sale con la pura alegría de visitar a estos enemigos de lo real como si hubiera leído una novela
A esos textos sobre algunos de sus maestros se añaden artículos sobre raros (Lezama, Felisberto), los malditos (Las flores del maldito), entre los cuales elige a Félix Francisco Casanova de Ayala, Hervás, Maenza, Leopoldo María Panero… El texto sobre Panero no sólo es un retrato del poeta, sino de la familia de El desencanto… Como en la película de Chávarri, esta es una mirada personal sobre un cuadro en el que se mueven a la vez la creatividad, la melancolía y la locura. El índice del libro es una continua invitación a leer o a releer (Paul Bowles, Virginia Woolf, Valle-Inclán, Ortega, Isak Dinesen…). Todos los textos provienen de publicaciones, diarios o revistas literarias. ¿A la hora de hacer la selección se sintió defraudado con libros que revisitó? “No, porque se trata en todos los casos de obras que yo decidía leer, o releer, y considerar”. ¿Y que formaría parte de lo que ya no releería nunca y por tanto no está en este libro? “Los libros que hay que leer, porque están de moda o porque marcan tendencia. Leí muchos de ellos en mi juventud, con gran pérdida de tiempo. Ahora que soy innegablemente mayor doy consejos, a quien me los pide, sobre lo que no hay que leer, lo banal, lo inútil. Lo bueno y útil se abre camino solo”. Y no, dice él, “la selección no es tan exhaustiva. ¡Quedan tantos maestros fuera, de los que nunca he escrito por extenso, o ni siquiera he leído! Respecto al material recopilado del que partí para hacer la selección, alguna cosa, en efecto, ha sido descartada, en particular un prólogo largo a Nerval, sobre el que estuve dudando, pero necesitaba una puesta al día que no me sentí capaz de hacer en ese momento”.
En el lado clásico del libro están Rilke, Henry James, el Quijote, cómo no, Wilde, Turguénev, Borges, Joyce… En el ámbito del recuerdo y la crítica como combinaciones anglosajonas del estilo de contar la literatura que exhibe Molina Foix, están aquellos textos sobre Benet y Cabrera Infante y, sobre todo, el que escribe sobre Susan Sontag, su amiga, de quien hace un conmovido retrato póstumo. Su trabajo sobre Tony Judt contiene una definición de este tiempo, contada por alguien que dedicó su vida, aun en las impresionantes dificultades de su salud, a entender por qué en nuestro mundo “existe una relación profunda entre el humor y el espanto”.
El menú es largo, como dice Molina Foix, la selección es caprichosa, pero uno sale con la pura alegría de visitar a estos enemigos de lo real como si hubiera leído una novela o, como hace el autor, “un poema o tres cada noche, antes de dormir” para entender de otro modo la realidad manchada por el humor o por el espanto.
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