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SILLÓN DE OREJAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘In eligendo et in vigilando’

A diferencia del duque de Lerma, ahora los políticos que defraudan no pueden recurrir al escudo protector e inviolable del capelo cardenalicio

Manuel Rodríguez Rivero
Representación de "Ubu rey", de Alfred Jarry.
Representación de "Ubu rey", de Alfred Jarry.Gorka Lejarcegi

Cómo está el patio. Ahí tenemos al gran Ubú i del Pepé, que continúa encaramado en su deteriorada columna de tozudez y ceguera política mientras en su entourage, donde algunos ya vislumbran las brumas del abismo que se abre ante el principal partido de la derecha española, nadie se atreve a decir esta boca es mía. Y eso que saben que, como les ocurre a los barateros y prevaricadores en la Commedia (Infierno, canto XXI), muchos de los suyos (pero aún no todos los que son) ya están sumergidos en la hirviente pegola spessa (pez espesa) en la que se ahogan eternamente los corruptos. Claro que algunos —quizás los más astutos— saltan del barco, con un autoindulgente mea culpa a cuenta de sus “descuidos” in eligendo et in vigilando, para evitar que la oscura resina les salpique. A diferencia de lo que vino a salvar al muy felón y avaricioso duque de Lerma (durante el reinado del tercero de los Felipe), ahora los políticos que defraudan no pueden recurrir al escudo protector e inviolable del capelo cardenalicio (“para no morir ahorcado / el mayor ladrón de España / se viste de colorado”, decía una copla popular atribuida a Quevedo) y tienen que conformarse con el más precario blindaje de una comisión del Senado. Y todo esto mientras, en la izquierda, los profesores populistas inspirados miméticamente por el pensamiento de Ernesto Laclau (1935-2014) siguen haciendo gala de un oportunismo tan ideológicamente voltario que no sólo confunde a muchos de sus votantes, sino que lleva camino de frustrar la formación de un posible Gobierno de cambio (aunque sea leve). Claro que, como recordaba el otro día un todólogo en una tertulia en la que todos gritaban, durante los largos meses en que los belgas estuvieron sin Gobierno, bajaron el paro y el déficit y subió el PIB, lo que debería dar que pensar a los que creen que del sin-gobierno no puede salir nada bueno. Y, a propósito (aunque sea oblicuamente) de ese avatar extremo del sin-gobierno que es la acracia, a los interesados en la muy densa historia del anarquismo español y sus protagonistas les recomiendo vivamente Vivir la anarquía, vivir la utopía, que es el título de la estupenda biografía del líder anarcosindicalista valenciano José Peirats (1908-1989), una de las figuras clave del movimiento libertario durante el primer tercio del siglo XX, que ha publicado (en Alianza) el historiador e hispanista británico Chris Ealham.

Cumpleaños

La amable invitación de Elena Ramírez (Seix Barral) para asistir a la ceremonia de entrega del Biblioteca Breve, que este año recayó en El sistema, de Ricardo Méndez Salmón (caracterizada por el jurado de “novela de ideas”, como si pudiera haber alguna —incluso las malas— que no lo fuera), me sirvió, entre otras cosas, para renovar el contacto cara a cara (mucho más eficaz y cálido que a través de videoconferencia) con algunos de mis topos barceloneses, siempre bien informados. Fue allí donde me enteré del programa y de los invitados que asistirán a los tres días de fastos (28-30 marzo) organizados por la Fundación Internacional para la Libertad y la Cátedra Vargas Llosa para celebrar el 80º cumpleaños del autor de Conversación en La Catedral. La lista de mandatarios (incluida, claro, su venerada Esperanza Aguirre), presidentes y expresidentes de Gobierno, líderes políticos, editores, empresarios y capitanes de las finanzas es digna de figurar a pie de página en el Guinness. Para mi gusto, solo se echa de menos que mi admirado maestro (le perdono hasta que sea de derechas) aparezca como un deus ex machina, rodeado por cheerleaders ataviadas con minitrajes nacionales de los países que componen la comunidad panhispánica de la lengua. Las ceremonias más formales se complementarán con seminarios y actos culturales que culminarán, el día 30, con el encuentro de los Nobeles Llosa y Pamuk. Uno de mis topos me sopló ante un cargado “Tom Collins” en un bar de copas del Eixample que los prolijos preparativos de los fastos han tenido el efecto colateral de que los no siempre amigos Juan Cruz y J. J. Armas Marcelo (director de la Cátedra Vargas Llosa) se dirijan ahora arrobadas sonrisas y arrojen sus pelillos a la mar.

Bolaño

Alguien, algún día, tendrá que escribir una historia cultural de las viudas en la literatura de la época del copyright. Tanto dominio ejercen sobre la gestión y administración del legado de muchos grandes escritores que, a veces, me pregunto si el investigador de la literatura no debería sustituir el muy machista precepto de cherchez la femme por el de cherchez la veuve (viuda). El penúltimo episodio de esta saga interminable —del que he sabido gracias a mi ya citada topo barcelonesa— es el que se refiere a la obra de Roberto Bolaño, que su viuda gestiona con mano de hierro y —al parecer— no pocas antipatías hacia quienes considera personas vinculadas a episodios y relaciones de su difunto marido que no quiere recordar. De ese modo —y siempre según mi parlanchina y achispada informante—, tanto la obra ya publicada de Bolaño —lo que los editores llaman backlist— como sus inéditos (algunas viudas son particularmente expertas en “encontrarlos”) pasarán —con el visto bueno, supongo, del superagente Wylie— de Anagrama, su editor tradicional, a Alfaguara, que verá su catálogo enriquecido con los libros del que es uno de los más grandes escritores latinoamericanos posteriores a la “generación del boom”. Si lo dudan, lean (o repasen) 2666 (póstuma, 2004) o, si prefieren algo más breve, Estrella distante (1996) ambas —todavía— en Anagrama.

Frentismos

Si los terminales mediáticos y los “intelectuales orgánicos” (zapeen por las tertulias televisivas: se hacen notar enseguida) de la muy activa derecha más a la derecha agitan el fantasma del Frente Popular cada vez que las izquierdas se sientan a discutir, es porque no saben lo que fue o —lo que tal vez sea peor— porque tratan de oscurecer y ocultar su legitimidad democrática, ocultando, por ejemplo, que fue la insoportable presión de los enemigos de la democracia la que provocaría el conflicto que acabaría por desnaturalizarlo y, más tarde, derrotarlo. Ochenta años después, historiadores y publicistas siguen discutiendo cómo y en qué momento empezó a irse al traste el proyecto más radical de democracia de aquella lejana España del primer tercio del siglo pasado. La última aportación interesante (y también polémica) que se ha publicado es El Frente Popular (Pasado y Presente), de José Luis Martín Ramos, un ensayo (y que, por ello, no reniega de la subjetividad) histórico “beligerante” que pretende defender el valor histórico y democrático de aquel régimen.

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