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Los ‘Rollingas’, la tribu de adoración a los Rolling Stones en Argentina

Bandas insignes como Tequila, Ratones Paranoicos o Los Piojos nacieron de esta influencia

The Rolling Stones junto al estadio Nacional Santiago de Chile (Chile).
The Rolling Stones junto al estadio Nacional Santiago de Chile (Chile).EFE

Tras el inicio del América Latina Olé Tour en Santiago de Chile, en la noche del miércoles, los Rolling Stones viajarán a Argentina, donde ofrecerán, a partir del próximo domingo, tres conciertos en el Estadio Único de la ciudad de La Plata (ubicada a 60 kilómetros de la capital argentina). Si bien cada show de la gira, que concluirá el 17 de marzo en el DF mexicano, tendrá una sazón especial, en la nación rioplatense la legendaria agrupación inglesa disfruta de un folclore único en el mundo, que tiene en los “rolingas” a sus grandes maestros de ceremonia. Aunque la tribu urbana puede que esta vez luzca de manera definitiva sus mejores galas, ante la posibilidad de que ésta sea la última ocasión en la que a Jagger y los suyos se les vea en esta orilla del Atlántico (a causa de su avanzada edad para resistir semejantes trotes). Y además porque el rolinguismo se ha venido a menos, luego del anterior asalto de la banda al país, en 2006, época en la que la subcultura evidenciaba su desgaste y mutación.

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Al igual que sucede con todo en Argentina, donde el arraigo futbolero decantó en la institucionalización de la confrontación, desde los años sesenta, y con la misma intensidad que se vive el antagonismo entre Boca Juniors y River Plate, el público local estableció el súper clásico del rock: The Beatles versus The Rolling Stones. Si bien el cuarteto de Livepool tuvo como hijo, a lo largo de décadas, a los de Londres, en los ochenta la historia cambió. A pesar de que uno de los referentes seminales del sonido stone a-la-argentina se evidenció en España, con Tequila (comandada por Ariel Rot y Alejo Stivel), en Buenos Aires la banda insignia no sólo del estilo musical, sino de la tribu urbana, fueron los Ratones Paranoicos. Aunque sus primeros álbumes (su debut discográfico, titulado igual que el grupo, apareció en 1986) se debatieron entre la era setentosa de Sus Majestades Satánicas y el post punk, la aparición en 1991 del disco Fieras lunáticas consolidó a una propuesta artística en todo un movimiento contracultural.

Producido por Andrew Oldham, ex manager y descubridor de los Rolling Stones, el quinto álbum de estudio de los Ratones Paranoicos ayudó a visibilizar a una escena que tuvo asimismo en Blue Motel, Viejas Locas y Los Piojos a otros de sus bastiones iniciales. No obstante, lo que comenzó como un fenómeno de clase media, en pleno clímax de la política neoliberal del entonces presidente Carlos Menem, se convirtió en una avanzada proletaria que se extendió de la capital argentina al Gran Buenos Aires, y, más tarde, al resto del país, especialmente luego del primer desembarco del grupo inglés en la nación sudamericana, en 1995, cuyos cinco shows en el estadio de River Plate se transformaron en un suceso nacional. Desde ese entonces, y hasta 1999, un año después del regreso de la banda a Buenos Aires, la rolinga fue la diva de las tribus urbanas. Al punto de que, amén de recibir en su seno a un alud de agrupaciones características del sonido, entre las que destacan La 25, Jóvenes Pordioseros, Los Gardelitos y Guasones, generó un estilo estético.

Pero ese look, distinguido por el flequillo que portó Jagger en los sesenta, zapatillas Topper (blancas y desgastadas), jeanes ajustados y playera blanca con el logo del grupo, se mimetizó en los 2000, al igual que la música, con el identikit de la cumbia villera y del “rock barrial”. Considerada la escena más popular y masiva del país (al menos desde mediados de los noventa), el también llamado “rock chabón”, que tiene en la banda los Redonditos de Ricota a su tótem, comparte varios códigos con la cosmogonía del rock stone. Lo que demuestran sus letras, las cuales, ataviadas por el imaginario del fútbol, redimen al barrio, a la intoxicación etílica, al meta rock y al sentimiento de apropiación de los artistas. Mientras hubo quienes intentaron desvestirla de su chapa de tribu por carecer de una ideología rupturista, la Tragedia de Cromañón (aconteció en 2004, en un concierto de la agrupación Callejeros, y en ella murieron 194 jóvenes) provocó algo peor en el rolinguismo, a raíz de su flirteo con el rock barrial: su demonización.

Para 2006, en el reencuentro de los Stones con el público local, ya existía una segunda generación de agrupaciones cultivadoras del sonido stone, de la que sobresalieron Rockas Viejas o La Mocosa. Pero la cultura rolinga, que tuvo como antagonistas a los punks, se replegó hacia el conurbano bonaerense, donde pudo moverse de forma invisible. Sin embargo, pese a que el regreso de la formación original de los Ratones Paranoicos, y la vuelta a los escenarios de Viejas Locas, en 2009, podrían haber significado una bocanada fresca y estimulante para ese movimiento, no pasó de ser un fenómeno aislado, apoyado además por la caricaturización de sus líderes, sobre todo de Pity Álvarez. Lo que salpicó a la tribu. Aunque no todos los fans de la banda británica en Argentina son rolingas, el inminente desembarco del hoy cuarteto en esta orilla del Río de la Plata, en el que también ofrecerán un show el 10 y otro el 13 de febrero, será una buen disparador para recordar aquellos años de locura, patria y satisfacción Stone.

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