El hombre incapaz de dejar los cómics
Santiago García se afianza como teórico del medio y guionista de éxito
Hasta donde alcanza la memoria de Santiago García (Madrid, 1968), el mundo era un lugar lleno de tebeos. En la Cuesta de Moyano, en el patio del colegio, en los quioscos. Una distracción barata y masiva. El pasado.
El presente tiene otras fórmulas de entretenimiento de masas, sean o no baratas. Pero el mundo de Santiago García sigue atiborrado de tebeos. Salón, habitación, pasillo… apenas hay pared o rincón de su piso madrileño libre de viñetas. De alguna manera parece inevitable que García haya llegado adonde está: a ganar el último Premio Nacional de Cómic junto al dibujante Javier Olivares por Las Meninas (Astiberri), a ser demandado como teórico del medio, a tener una agenda repleta de charlas, a sacar varios libros al mercado en pocos meses (¡García!, Cómics sensacionales y Yuna). “Lo del cómic no es algo que se empieza a hacer, sino que no se deja nunca”, afirma.
Hubo algún momento de duda. Estudió Periodismo en la Complutense e Historia del Arte en la Autónoma. “Pensé que me dedicaría al periodismo cultural, pero empecé a colaborar con un sello de Planeta que comenzó a publicar los cómics de Marvel en los ochenta”. Luego llegaron los encargos para traducir Spiderman, que no ha dejado de hacer desde entonces, y el trabajo en una librería de cómics. “Sin darte cuenta te vas involucrando en el mundillo. Mi intención no era ser un teórico, sino hacer tebeos”. Y no es que no dibuje. Él era el más hábil de la clase, el autor total de sus historietas infantiles, pero también es consciente de sus fuerzas: “Cuando sales al mundo te vas encontrando con los mejores y te das cuenta de tus limitaciones. No tengo nivel para publicar mis dibujos”. Hoy los restringe al papel de ser los meros acompañantes de bocetos de guiones y jamás los muestra al que será su pareja de baile en el cómic.
Las obras de García son siempre en colaboración con dibujantes, en las cubiertas nunca especifican quién hace qué. “Hay una idea vieja de que el guionista es el autor de la obra y que el dibujante la ilustra. Eso no es así. Hay un toma y daca. Hacemos algo conjunto. Como guionista intento entender al dibujante, que no es intercambiable. Cada uno tiene un estilo personal, casi como una caligrafía propia”. Editados por Astiberri —que cumple 15 años—, Santiago García ha creado álbumes con David Rubín (Beowulf), Manel Fontdevila (Tengo hambre), Pepo Pérez (El vecino) o, recientemente, Luis Bustos, con el que ha sacado adelante ¡García!, una obra sobre el retorno de un superagente secreto desaparecido hace 60 años. Esa colisión entre el pasado de la sociedad de la Una, Grande y Libre a la España democrática proporciona varios momentos de gloria al libro, cuya segunda parte saldrá en primavera.
El frenesí editorial que vive en los últimos meses sería difícil de explicar sin su paso por Baltimore, donde ha permanecido cuatro años liberado de compromisos que le han permitido volcarse en obras que se le resistían. Beowulf, que se convirtió en uno de los álbumes más aclamados de 2013 y que firmaba con Rubín, había sido un proyecto indigerible durante una década para García y Olivares, su dibujante inicial. “Era una losa que había que sacarse de encima. Cuando has hecho otras cosas puedes tener la confianza de decir que había que pararlo”. En Baltimore, además, siguió explorando el camino ensayístico, que le está afianzando como teórico a nivel internacional. La obra La novela gráfica (Astiberri) que ha vendido más de 6.000 ejemplares en España, se ha traducido en Estados Unidos y Brasil.
Toda su devoción por el medio es palpable en Cómics sensacionales (Larousse), publicado a finales de 2015, donde repasa 79 obras que le hicieron feliz, de Anacleto a Batman, de Paracuellos a Mafalda. “Si tuviera que pensar”, avisa en la introducción, “en lo que he hecho en mi vida, lo primero y casi lo único que me viene a la mente es ‘he leído muchos tebeos”.
Babelia
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