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Estopa, el desparpajo siempre rejuvenecido

Los hermanos Muñoz presentan en Madrid ‘Rumba a lo desconocido’, su noveno álbum

Estopa, durante su actuación en el Palau Sant Jordi el pasado 27 de noviembre.
Estopa, durante su actuación en el Palau Sant Jordi el pasado 27 de noviembre. Gianluca Battista

A veces cuesta creerlo, pero a David y José Muñoz les contemplan ya 39 y 36 añitos, más cerca de la temida condición de cuarentones que de aquellos veinteañeros descarados, sarandungueros y pipiolos que un buen día, entre turno y turno en la fábrica de Martorell, acertaron a rimar "la raja de tu falda" con "mi Seat Panda". Y cuesta creerlo porque a estos hermanos, Estopa para la posteridad del barrio y de la rumba, no ha dejado de acompañarles el desparpajo como aliado natural. Siguen siendo ellos, en esencia y sin dobleces, tan naturales como si regresáramos a 1999 y el encuentro aconteciera entre cañitas, chocos y papas bravas a pie de barra en La Española, aquel barecito tradicional con el que más de uno aprendió a situar Cornellá de Llobregat en el extrarradio barcelonés.

Han transcurrido 16 otoños y los Muñoz andan ya, no se lo pierdan, por su noveno disco, Rumba a lo desconocido. Pero el entusiasmo no declina. Por eso no queda disponible ni una sola de las 14.700 entradas que salieron a la venta para escuchar este martes, por vez primera en suelo matritense, esos nuevos versos socarrones que van prendiendo en la memoria de los fieles: Pastillas para dormir, Mundo marrón, Gafas de rosa, Ando buscando y otras tantas.

De esta última, precisamente ("Será que siempre ando buscando y nunca encuentro de "), se difundió ayer mismo el videoclip, grabado el pasado 27 de noviembre ante los 17.000 espectadores que abarrotaban el Palau Sant Jordi. Era su séptima visita al coliseo barcelonés, ahí es nada. Por el Barclaycard Center no se les veía el pelo desde febrero de 2012, cuando entonces todavía lo conocíamos con el mucho más castizo nombre de Palacio de los Deportes, pero en junio de 2014 ofrecieron una deliciosa serie de cuatro conciertos, Estopa a solas, en la distancia corta del Teatro Nuevo Apolo. Frente a las grandes audiencias o con la posibilidad de invitar a cantar a algún ocupante del patio de butacas, como hacían el año pasado, David y José no se han traicionado nunca. Podemos considerarlos socarrones o pachangueros, ingeniosos o calorros, renovadores lúcidos o nostálgicos del casete de gasolinera. Incluso puede que todo ello sea cierto en diferentes grados y proporciones. Pero son así, tal y como los vemos. Sin maquillaje. Sin palabrería. Con todas las consecuencias.

No están los tiempos ya para despachar un millón de ejemplares de un disco, como sucedió en 1999 con su homónimo debut, pero La raja de tu falda, Como Camarón, Me falta el aliento o Tan solo han ido arrejuntándose con Pastillas de freno, Ya no me acuerdo, Estatua de sal o Mi primera cana en la relación de clásicos ineludibles del tándem. La rumba rockera de los Muñoz Calvo es tan poco sofisticada como endiabladamente efectiva, lo que les ha proporcionado la complicidad y admiración de personajes tan dispares como Sabina, Andreu Buenafuente o Joan Manuel Serrat.

Los Estopa son buenos tipos que siempre han sabido cómo hacerse querer. Y que conservan, por cierto, el aspecto de siempre. Un poco más fondones, aducirían ellos mismos. Más salerosos que guapos. Pero aliados de la sonrisa y la capacidad de sintonizar con el común de los mortales. Por eso mismo, unos medio catalanes pueden triunfar por todo lo alto en Madrid, igual que su respeto "a cada uno con su índole" (sic) les granjea la simpatía al norte del Ebro sin que importe su nula adhesión a la causa independentista.

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