Martha Rosler y la comprometida guerra del arte
La artista confronta en el IVAM sus fotomontajes de los conflictos de Irak y Vietnam con los de Josep Renau
Tristes armas es un verso de Miguel Hernández y el título de la exposición en la que participa Martha Rosler. La influyente artista estadounidense exhibe sus fotomontajes sobre las guerras de Vietnam (entre 1967 y 1972), Irak y Afganistán (entre 2004 y 2008) junto a los que realizó uno de los pioneros de esta técnica en España, Josep Renau (1907- 1982), alusivos a la Guerra Civil española o a la Segunda Guerra Mundial, entre otras temáticas. Rosler (Nueva York, 1943) desconocía la obra de Renau hasta que el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) los ha unido en esta muestra sobre la guerra y su representación artística. Ayer la creadora, ensayista y docente identificaba preocupaciones comunes: “Somos personas de izquierdas y tenemos un compromiso con nuestro tiempo”.
El suyo arrancó bien pronto. Ya en sus años universitarios se sumó activamente al movimiento feminista y por los derechos civiles. En aquella etapa temprana, encontró en el conflicto vietnamita el motivo para concebir sus primeros fotomontajes en la serie House Beautiful. Bringing the War Home. Su propósito crítico era introducir el conflicto en los hogares mediante escenas cotidianas, procedentes de la publicidad y de las revistas, e imágenes de los desastres de la guerra, en una inquietante combinación no exenta de sátira, lo que las hace más perturbadoras. También hay una lectura de clase, como señala Juan Vicente Aliaga, comisario de la muestra que se inaugura este jueves, y que permanecerá abierta hasta el 5 de julio: “Los hogares retratados pertenecen a sectores pudientes, a los privilegiados. Las casas de los desfavorecidos no ocupan un lugar en las revistas de decoración”.
Afán de poder
La exposición supone también una reivindicación de Josep Renau y del valor de sus fotomontajes. El artista desempeñó un papel muy relevante durante la Guerra Civil española. Como director general de Bellas Artes durante ese periodo ordenó el trasladó de las obras del Museo del Prado a Valencia para protegerlas y encabezó la comitiva para encargar a Picasso lo que sería el Guernica. Militante comunista, una vez en el exilio —primero en México y luego en la República Democrática Alemana— diseccionó el imperialismo norteamericano y las consecuencias de su afán de poder, sobre todo en su serie de fotomontajes más lograda, estética y políticamente, The american way of life.
En la presentación de la exposición, el comisario de la exposición, Juan Vicente Aliaga, llamó la atención sobre el hecho de que, a pesar de que en la actualidad hay muchas guerras, pocos autores realicen piezas de esta temática ya que “el mercado demanda obras más mansas, menos dañinas”.
“Cuando empecé la serie de 2004 me propuse revitalizar los argumentos y el impulso de la de Vietnam, pues quería enmarcar que era el mismo tipo de guerra con otros nombres. Aquí había una clara semejanza, pero luego añadí vídeos y esculturas diferentes”, dice la creadora a EL PAÍS.
También observa una diferencia en la relación de los ciudadanos con el ejército en los diferentes conflictos analizados y separados por más de 30 años: “Durante Vietman, no se solía agradecer nada a los soldados y ahora percibo una reacción complaciente; a los soldados se les da las gracias por participar, pero no hay una preocupación por lo que hacen o por lo que deben pasar”.
Rosler mantiene su espíritu reivindicativo intacto, aunque los soportes artísticos o la sociedad cambien. En su país, “muchos artistas con conciencia política analizan lo que les sucede a comunidades cercanas al lugar donde viven, a los que no tienen vivienda, a los marginados… Los artistas americanos no están especialmente interesados por las guerras extranjeras”, dice con voz cansada por el reciente viaje de Nueva York a Valencia.
Pide disculpas y continúa su comentario sobre las inquietudes artísticas y políticas en su país, de las que ella misma participa: “También se habla mucho de una guerra interna, la que se libra contra la población negra, no sólo por el maltrato de la policía, sino por el hostigamiento que sufre. A la gente de izquierda le molesta mucho también el teatro de los drones; el uso de los drones en una guerra indefinida, en la que no conoces a quien matas...”.
Con obra presente en algunos de los mejores museos del mundo de arte contemporáneo y exhibida en citas como la Bienal de Venecia o Documenta de Kassel, Rosler dirige su investigación creativa hacia el espacio público y la representación de la mujer en los medios de comunicación y la publicidad. Ella no puede disociar su actividad artística, docente y ensayística, “porque todo ocurre a la vez”. “Otra cuestión, es el papel que desempeño dentro del concepto de ciudadanía. Y en este sentido, produce mayor efecto mi actividad como ciudadana que como artista”, matiza.
El asunto central de la exposición es la guerra. Y las mujeres también están muy implicadas en ellas, “como madres de los soldados y como víctimas de matanzas y de violaciones”. “Y ahora, como las tecnologías militares no requieren la fuerza bruta como antaño, también participan directamente en los conflictos. Y no olvidemos que hay madres que se sienten orgullosas de sacrificar a sus hijos”, opina.
Los sutiles e incisivos fotomontajes de Rosler comparten espacio con los rotundos y llamativos trabajos de Renau. Fue el artista valenciano quien, como director general del Gobierno republicano, le encargó una obra a Picasso, que acabó pintando el Guernica. ¿Puede disociar el lienzo de Picasso del trato que el artista malagueño dispensaba a sus mujeres y amantes? ¿Importa en su valoración? Rosler tuerce el gesto, esbozando media sonrisa, mientras piensa la respuesta un instante: “Si una semana tiene siete días, no me importa tres días, y el resto sí me importa”.
La artista incide en que las conquistas de los derechos sociales se pueden suprimir y reconoce adelantos en los últimos decenios. “Nunca habíamos imaginado que los matrimonios igualitarios se pudieran aprobar. Y aunque nada es permanente y los derechos pueden ser conculcados por los intransigentes más intolerantes, se ha conseguido también un espectro mayor en lo que se refiere a cuestiones de género. Ya no sólo hablamos de él y ella, sino que ahora hay matices entre lo masculino y lo femenino”, asevera la artista, quien visita el montaje de la exposición sin abandonar su cámara de fotos.
Rosler no quiere acabar la conversación sin incidir en que su obra está llena de humor y de detalles y no de escenas truculentas, a pesar del impacto que provoca su desconstrucción publicitaria junto a imágenes de las consecuencias de la guerra.
Babelia
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