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Walt Whitman: un poeta histórico

Portada de la primera edición de 'Hojas de hierba', de 1855.
Portada de la primera edición de 'Hojas de hierba', de 1855.

Buena es la noticia de una publicación amplia, si no completa, que no lo sé bien, de la obra de Walt Whitman, y bueno es que su traductor sea Eduardo Moga, que las traducciones de poesía se manifiestan “inválidas” si no es poeta muy cierto quien las hace. W. no es un gran poeta olvidado pero sí un gran poeta ausente. Salvo de los manuales académicos, claro es. Esto no es casual; las causas existen y son localizables en la dinámica histórica y en la conducta de la poesía —no sólo en la norteamericana— posterior a la suya.

W. W. es un poeta histórico, pero no sólo por su enorme calidad, sino, precisamente, por su vocación histórica. Sin excluir por ello a sus ángeles y demonios personales, su poética comporta la “profecía” de un país, de un “Nuevo Mundo” (una “profecía” y un “país” que cabría entender con dimensión planetaria) que construye simultáneamente una nueva riqueza y una nueva fraternidad. W. “profetiza” la democracia, y W. se equivoca en lo que concierne a las significaciones profundas: el advenimiento de la riqueza ha supuesto concentración y privatización de un máximo poder —el capitalismo, obviamente— ajeno a toda fraternidad; un poder opresor y hasta depredador. Y la democracia no es más que la que yo digo “máscara sonriente” de ese mismo poder. Hasta aquí las causas históricas. En cuanto a la conducta poética, esta, en más que probable consecuencia, es, en su mayor parte y de manera diversa, emanación del sufrimiento. ¿Dónde está el optimismo de W.?

Opino también que todos los poemas posteriores a W. con pretensiones universales (vale como ejemplo el Canto general, de Neruda) han fracasado. Otra cosa son los aspectos formales: la apertura del lenguaje poético a todas las especies léxicas, la liberación —dentro de la rítmica— de las normativas tradicionales. No se deben sólo a W., pero este, en la anglofonía al menos, es principal.

Sea como sea, en su insularidad, en su error (quizá, paradójicamente, a causa de este), W. es una cumbre de la poesía. Bienvenida sea su actualización en nuestra lengua.

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