Viaje musical entre Granada y Brasil
Niño Josele y Estrella Morente se mezclan para dar luz a un proyecto a medio camino entre Brasil y España
Él habla de ella como si su nombre fuera más que un nombre; como si fuera más allá de las masas solares; y evoca en él todos los significados reales y etéreos que puedan darse a esa palabra, estrella. Así habla Niño Josele de Estrella Morente, como quien ha cazado al vuelo un duende. Se conocen desde que el guitarrista era un imberbe: “La primera vez que acompañé a su padre yo tenía 17 años”. Era 1991. “Estrella ahora es afinación, dulzura, sensibilidad. Enrique estaba ya convencido de que su hija sería una de las grandes voces del flamenco cuando yo empecé con él, y no se equivocaba”, cuenta con cierta añoranza Juan José Heredia (Almería, 1974).
El disco es esa sutil "carta de amor" que Trueba soñaba para la música brasileña
Ella habla de él como si entre sus dedos se colara alguna de sus verdades más hondas; como si su rasgueo fuera parte de su propia voz. La ternura roza lo infinito: “José es el flamenco en estado puro, y a su manera. Tiene un no sé qué que te eriza la piel cuando coge la guitarra. Para mí ha sido un honor poder compartir esto. Este tesoro”. Se refiere al disco Amar en paz, una deliciosa y delicada oda a la música brasileña bajo la mente de Fernando Trueba, ese amante fiel del ritmo atlántico al que la idea venía susurrándole al oído desde hacía años. El disco, que se presentó el pasado 28 de octubre, ha sido el resultado de esa “carta de amor” que el cineasta quería hacer a la música de Brasil a través de canciones clásicas, históricas, conocidas y reconocibles a los primeros compases.
"Recuerdo a Fernando viniendo a casa siempre con algo bajo el brazo que había descubierto, para que lo escucháramos. Desde hace años". Esa relación estrecha y permanente del director con la familia Morente ha servido como ensayo; al igual que con Niño Josele. Trueba es para ambos un alcahuete de hallazgos musicales. “Desde que lo conocí con el disco Paz en 2006 no ha parado de descubrirme cosas; y yo, cada vez que voy a su casa, le hago un atraco”, espeta el guitarrista. Después fue Trueba quien robó algo de tiempo a ambos para crear el disco. “’José, creo que para este trabajo tiene que ser una maravilla escuchar a Estrella con tu guitarra’, me dijo Fernando. Le contesté que era muy difícil de hacer, pero me creyó capaz y yo he disfrutado la vida haciéndolo”, explica Niño Josele entre risas estentóreas.
"Llevamos mucho tiempo interiorizando esas canciones, poquito a poco. Y es una suerte inmensa trabajar bajo la dirección de esa enciclopedia viva que es Fernando. Ahora lo único que queremos es compartirlo", susurra Estrella Morente. Solo se comparte aquello que de alguna forma te pertenece, y ella, "con el máximo respeto a todos los que han interpretado esas canciones", lo ha hecho suyo. Y como si lo fuera en realidad, se desborda en cada pieza envuelta por los acordes del guitarrista, que no ha pensado, sino sentido: “Cada vez que terminábamos una pista, Estrella me preguntaba '¿tú qué crees, José, grabamos otra vez?', y yo le decía 'venga, grabemos otra vez'. No queríamos que acabase. El gran misterio es que cuando me meto a hacer algo con otro género musical que no sea el flamenco hago lo que me pide el corazón, lo que siento. Estaría equivocado si lo hiciese de otra manera”.
Manã de carnaval, O amor en paz, Dindi, Amargura, entre otras 12 que Fernando Trueba eligió pensando en la flamenca. "Son canciones que yo sentía próximas a ella, a su estilo, su voz, a su carácter, aunque aparentemente pertenecieran a otra cultura, a un universo musical lejano, ajeno". Pero era solo eso: apariencia. El disco suena a historia de Brasil, tañen los dedos de Josele, y reverbera la garganta de Morente. Algo nuevo surgido de un seleccionadísimo puñado de clásicos, desde Vinicius de Morais hasta Ary Barroso, que ahora han quedado grabados a fuego y piel en ambos. Ahora queda el directo, al que Estrella Morente le tiene “ganas”; al que Niño Josele recomienda llevar pañuelo. Habrá que esperar al año que viene para escucharlos. Para sentirlos. Para la magia.
Babelia
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