Jean Seberg, la rebelde
Treinta y cinco años después de su muerte, un libro repasa la vida de una actriz que luchó para escapar de las servidumbres de la industria cinematográfica
Llegó al mundo del espectáculo como una epifanía de los futuros reality shows que más adelante poblarían el universo de la comunicación audiovisual. Jean Seberg (1938-1979) fue elegida, entre cerca de 20.000 posibles candidatas, en un concurso de los estudios Columbia para interpretar a la santa guerrera Juana de Arco en la producción que preparaba el director Otto Preminger. Todo el país siguió el cuento de hadas de aquella estudiante de 17 años, nacida en un pequeño pueblo de Iowa, Marshalltown, y cuya familia de origen sueco regentaba la farmacia local.
Otto Preminger buscó un rostro desconocido, como una aparición milagrosa, para construir su retrato biográfico de la doncella de Orleans y lo encontró en esa adolescente de belleza angelical y un poco andrógina, gracias a ese corte de cabello que el director diseña, como un nuevo Svengali ante su creación juvenil. Como señala Antoine de Baecque en el prólogo del libro Jean Seberg (Gallimard), Preminger se dedicó en cuerpo y alma durante dos años a moldear el joven talento como si se tratara de la composición de un poema de amor. A pesar del fracaso comercial que supuso la película Santa Juana (La dama de hierro), el director la contrata en su siguiente producción, la adaptación de la primera novela, Buenos días, tristeza, de una jovencísima escritora, Françoise Sagan, que se convertió en uno de los grandes éxitos editoriales de la posguerra. Mezcla de amoralidad y cinismo, el relato en primera persona de una joven burguesa escandalizó a los sectores más conservadores y sedujo a los adolescentes de todo el mundo.
Jean Seberg es Cécile, la heroína literaria que exhibe los abismos existenciales del alma adolescente transgrediendo, sin aparente sentimiento de culpa, las normas por las que se rige el mundo de los adultos. La película constituyó un nuevo fracaso para la pareja Otto Preminger-Jean Seberg, pero la imagen de la actriz en la pantalla cautivó a la nueva generación de cineastas que estaban detrás de la revista Cahiers du Cinéma. François Truffaut escribió que, “cuando Jean Seberg está en la pantalla, cosa que ocurre casi todo el tiempo, solo tenemos ojos para ella, gracias a ese encanto que se encuentra en el menor de sus gestos, por esa forma de sex appeal que no habíamos visto hasta ahora”.
Como su personaje en 'Lilith'. en los últimos años de su vida Seberg transitó entre la depresión y la locura
Después de esta “carta de amor” del director de Los 400 golpes, a Jean Seberg le esperaba otra dedicatoria cinematográfica, esta vez cortesía de Jean-Luc Godard: Al final de la escapada (1959) acabará sellando para siempre su itinerario profesional.
Treinta y cinco años después de su trágica desaparición el nuevo libro, crónica gráfica que ha contado con la colaboración de Diego Gary —el hijo que la actriz tuvo con el escritor Romain Gary, marido, amante y pigmalión—, repasa con fotografías y documentos la figura de esta estrella que acabó convirtiéndose en la imagen de la Nouvelle Vague y en el icono de la modernidad cinematográfica. Fue la estrella rebelde que luchó contra las servidumbres de la industria de Hollywood y que pagó un precio muy alto por su compromiso político.
La vida de Jean Seberg ilustra ese combate reincidente entre la realidad y el deseo; el de la estrella modelada en el star-system y la mujer en libertad más allá de las barreras y los tabúes morales. Un equilibrio del todo imposible que dejó el cadáver de Marilyn Monroe en su casa de estilo mexicano de Los Ángeles, y que fue refrendado por otra trágica desaparición: la de la actriz Romy Schneider, solo tres años después de la muerte de Seberg.
El libro que ha contado con la colaboración de su hijo Diego Gary es una crónica gráfica de fotos y documentos de la actriz
Tras varios intentos de suicidio, la mañana del 30 de agosto de 1979 encontraron el cuerpo de Jean Seberg en la parte posterior de un coche en una calle del barrio parisino de Passy. Solo una semana antes había intentado arrojarse a las vías del metro. Como su personaje de Lilith (Robert Rossen, 1964) —una de sus apariciones más conmovedoras en la pantalla— en los últimos años de su vida la actriz transitó entre la depresión y la locura.
Como la Cécile de Buenos días, tristeza, como la Patricia de Al final de la escapada, Jean Seberg paseó su dulzura y hastío a este lado del paraíso, entre París y Hollywood, entre el amour fou y las pasiones volcánicas. Con su delicada silueta, pelo corto, bailarinas y camiseta del International Herald Tribune, encarnaba a la heroína neorromántica de citas literarias al borde de la cama. Jean Seberg vivió su personaje más real gracias a la Nouvelle Vague, que paradójicamente le hizo entrar en la galería mitológica del siglo XX. Treinta y cinco años después de su muerte, el libro Jean Seberg nos vuelve a iluminar esa figura frágil y al mismo tiempo poderosa que guardó su eterna belleza juvenil.
Jean Seberg. Gallimard. París, 2014. 24 euros.
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