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El renovado florecer del deseo

Carlota Subirós estrena en Barcelona ‘La rosa tatuada’ de Tennessee Williams

Jacinto Antón
'La rosa tatuada' de Tennessee Williams.
'La rosa tatuada' de Tennessee Williams. May/Zircus-TNC

Carlota Subirós (Barcelona, 1974) estrena esta noche (jueves) en la Sala Gran del Teatre Nacional de Catalunya (TNC) su primer Tennessee Williams, La rosa tatuada (The Rose Tattoo, 1951), en traducción catalana de ella misma. La rosa tatuada, recalca la directora, es un canto a la vida y la felicidad que retrata el misterio y la belleza de la pasión y el deseo, la parte dionisiaca de la existencia humana.

A la voluptuosa Serafina della Rose, uno de los grandes personajes femeninos del escritor de Misisipí —Gore Vidal decía que eran los mejores del teatro contemporáneo—, hermana teatral de la Blanche Dubois de Un tranvía llamado Deseo, de la Amanda de El zoo de cristal, de la Princesa de Dulce pájaro de juventud, la encarna Clara Segura, todo un reto si se piensa que a la temperamental y carnal viuda siciliano-estadounidense protagonista la interpretó en 1955 en el cine, llevándose un Oscar, Anna Magnani. “Serafina es un personaje enorme, que redescubre sus pulsiones tras sufrir pérdidas y desengaños para volver a disfrutar de su sexualidad. Aunque no haya realmente un happy end, yo veo su recorrido como de la oscuridad a la luz, similar al de la Divina Comedia”.

El papel de Álvaro, el camionero que vuelve a despertar la pasión dormida de la viuda Serafina, que la hace volver a florecer, vamos, y que en la versión cinematográfica interpretaba Burt Lancaster (en el estreno teatral era Eli Wallach), recae en Bruno Oro.

Para Subirós, dirigir este su primer Tennessee Williams le ha supuesto un descubrimiento del escritor, que por cierto pasó una temporada en Barcelona. “Tenía una imagen muy superficial y estereotipada de su obra, de sus grandes títulos, la imagen de un teatro efectivo e incluso efectista, base de grandes películas. No conocía La rosa tatuada. El proyecto arranca de un encargo de Xavier Albertí, el director del TNC, quien sí conoce muy bien a Tennessee Williams”.

La escena del condón que cae del bolsillo del amante llevó al director a la cárcel

Subirós destaca la pulsión vital que ha encontrado en el autor. Y la profundidad de su teatro. “Hacer Tennessee Williams es meterte en temas muy profundos, contradictorios, gozosos y dolorosos, los grandes temas de la existencia. He encontrado un autor mucho más libre y ambicioso de lo que esperaba”. Para la directora, La rosa tatuada, con su “fisicidad” y sensualidad, es un testimonio del amor por la vida del autor, un homenaje a la belleza de la existencia, con ribetes autobiográficos, pues Williams se encontraba en un momento de euforia sentimental.

En el centro de la obra, esa rosa tatuada tan polisémica que ha pasado del pecho de Rosario, el marido de Serafina —sí, un nombre raro para un tío—, a su mujer floreciendo en forma de embarazo, y que luego volverá a rebrotar una vez más, transcurrido el largo duelo por la muerte del esposo, en forma de nuevo alumbrar del deseo y nueva concepción. La rosa es también el abrirse a la sexualidad y al amor de la adolescente Rose (precisamente), la hija de Serafina, y es la renovación continúa de la vida y su esperanza.

La pieza, señala Subirós, tiene una estructura extraña. Ambientada en el mundo de la inmigración en Luisiana, junto al Golfo de México, se abre con Serafina esperando a su marido —un transportista de bananas (!) que en realidad trafica con drogas para la mafia— mientras alardea de que no necesita afrodisíacos con su esposo y revela que está embarazada (ya tiene una niña). Entonces Serafina se entera de que Rosario ha muerto —uno está tentado de añadir (perdona Tennessee) que a causa de su resbaladizo trabajo— y se hunde en la desesperación, lo que la lleva a perder, entre otras rosas, la criatura que lleva en el vientre. “Es como un prólogo tras el cual empieza realmente la obra, tres años después, y en una sola jornada”, explica la directora.

Encontramos a Serafina convertida en una mujer que se ha abandonado, descuidada en su aspecto, encerrada en casa entregada a la veneración de las cenizas de su marido y obsesionada con la integridad de su hija Rose, que está a punto de graduarse y se ha enamorado de un hombre, Jack.

Serafina ve tambalearse su mundo cuando descubre que su marido, como suele suceder, no era la joya que ella creía y además aparece en su vida un nuevo camionero, Álvaro, que hace florecer la rosa —incluso se ha tatuado él también una—, aunque con alguna metida de pata como que se le caiga un condón del bolsillo —una escena que levantaba polvareda en su tiempo y que provocó incluso el arresto del director por la policía en una representación en Dublín en 1957—. En el montaje del TNC hay condón, pero no sale, al menos en carne y hueso, la cabra que marca el texto en el primer acto. Lo que es de sentido común porque las autoridades catalanas no te van a detener por un condón pero cualquiera les saca una cabra a escena. O tempora! Quizá no es el momento para recordar que cuando estuvo en Barcelona Tennessee Williams fue a los toros.

En el espectáculo, de casi tres horas y en cuyo reparto figuran en total 12 actores, se han incluido canciones tradicionales sicilianas y estadounidenses para enfatizar el contraste entre ambos mundos.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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