Un clásico moderno
Los críos protagonistas de 'Mud', extraordinaria película de Jeff Nichols, no saben que están ante la odisea de sus existencias
A los 14 años la aventura no se busca, se encuentra. Casi sin que te des cuenta, porque no hay barreras, no hay prejuicios, no hay defensas. Te topas con la aventura sin que sepas siquiera que lo es, porque a ti simplemente te parece la vida. Y a los 14 años la vida hay que vivirla; no pensarla, exprimirla, analizarla, ralentizarla ni protegerla. Los críos protagonistas de Mud, extraordinaria película de Jeff Nichols, no saben que están ante la odisea de sus existencias, ese instante que marcará un antes y un después. Mientras tanto, los espectadores (y también los críticos) tampoco sabemos aún si estamos ante un clásico moderno. Porque, ¿en qué momento se puede decir que una película es o será un clásico? Seguro que con el tiempo. Pero quizá, con un punto de ese atrevimiento adolescente de la película, también desde ya, qué diablos.
MUD
Dirección: Jeff Nichols.
Intérpretes: Matthew McConaughey, Tye Sheridan, Jacob Lofland, Reese Whiterspoon, Sam Shepard.
Género: drama. EE UU, 2012.
Duración: 130 minutos.
Desoladoramente sureña, como la reciente Bestias del sur salvaje, y profundamente americana, como Take shelter, la anterior y también sensacional película de Nichols, aquella preciosa paranoia sobre el Apocalipsis, Mud es un relato sobre la pérdida de la inocencia que, para entendernos, podría emparentarse con tres autores de postín, dos escritores y un cineasta, aunque trasladando el espíritu de todos ellos a la época contemporánea: el Charles Dickens de Grandes esperanzas, con la que Mud comparte una trama protagonizada por un fugitivo de la justicia que encuentra en la espontaneidad de la infancia el necesario apoyo para salir del trance; el Mark Twain de Las aventuras de Huckleberry Finn y (las ídem de) Tom Sawyer, tanto por la ambientación como por su fuerte componente social; y la filmografía casi completa de John Ford, poblada por personajes, sobre todo padres, que habitan un mundo que se derrumba ante sus ojos, sin sentirse partícipes de un tiempo que ya no les pertenece.
La puesta en escena de Nichols, tan exacta como invisible en casi todo su emocionantísimo metraje, se convierte en puro vértigo de movimientos de cámara y cortes de montaje cuando tiene que hacerlo, en el clímax: dramático, físico, moral. La escritura, del propio Nichols, y de material original, es pura cadencia de ternura, desolación y rabia, un catálogo de la imperfección humana. Y los protagonistas y secundarios, deslumbrantes, perfectos en su físico y en su mirada, comenzando por Matthew McConaughey, uno de los grandes actores del momento, y acabando por los dos niños, para cuya interpretación, llena de humor y dolor, de naturalidad, sencillez y fuerza, simplemente no hay palabras.
Mud, presentada en el Festival de Cannes del año pasado, donde no cosechó más premio que la ovación unánime en los respectivos pases de crítica y público, es aventura, es intriga criminal, es thriller mafioso, es romance desaforado, es cine de denuncia social, es relato de iniciación. Es muchas cosas y quizá una sola: la vida. Sin maniqueísmos, como en el portentoso plano del mafioso sentado en la cama del motel tras la llamada telefónica. Jeff Nichols, no se olviden ya del nombre, ha compuesto una película sobre padres, sanguíneos y adoptivos, que lo que más aman en el mundo es a sus hijos. Un amor desbocado que a veces no se sabe practicar.
Babelia
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