30 años sin Tennessee Williams
En todos sus escritos Tennessee Williams disecciona las relaciones humanas de una forma brutal. Esas tramas intensas llamaron la atención de cineastas
“La muerte es un instante, la vida muchos”, dijo en una ocasión el escritor y dramaturgo norteamericano Tennessee Williams. En su caso, ese instante definitivo le llegó el 25 de febrero de 1983 en Nueva York a los 71 años. Su último deseo era ser enterrado junto al mar pero sus restos descansan finalmente en un cementerio de la ciudad en la que pasó casi toda su infancia: San Luis, en Missouri, un Estado de ese Sur de los Estados Unidos que él retrató mejor que ningún otro autor. Su obra abarca cerca de un centenar de títulos entre piezas teatrales, novelas, relatos cortos y libros de poesía, un legado fundamental en la literatura del siglo XX.
Tennessee Williams nació el 26 de marzo de 1911 en Columbus, una pequeña ciudad del Estado de Misisipi. Su verdadero nombre era Thomas Lainer Williams y provenía de una familia con fuertes creencias religiosas que le educó siguiendo la rígida tradición episcopaliana. Debido a su marcado acento sureño, en la Universidad sus compañeros lo bautizaron con el apodo de Tennesse, que en adelante utilizaría como nombre artístico.
Comenzó a escribir siendo un niño, mientras convalecía de la difteria. A los trece años su madre le regaló una máquina de escribir y antes de cumplir los veinte ya había completado diversos cuadernos de poesía y relatos, género este último al que se dedicó durante toda su vida. En la década de los treinta estrenó sus primeras obras. En 1945 consiguió un éxito inesperado en Broadway con El zoo de cristal al que seguirían Un tranvía llamado deseo, Verano y humo, La rosa tatuada, La gata sobre el tejado de zinc caliente… Títulos que le consagrarían mundialmente.
En todos sus escritos Tennessee Williams disecciona las relaciones humanas de una forma brutal y descarnada. Lo hace, además, en un contexto muy determinado, normalmente su Sur natal, una sociedad dotada de una sofisticada educación pero cerrada y asfixiante, en la que el sexo reprimido y la violencia soterrada desempeñan un papel destacado.
Esas tramas intensas, con personajes atormentados y complejos, llamaron rápidamente la atención de cineastas y actores. En 1952 Elia Kazan adaptó para el cine Un tranvía llamado deseo, una obra que ya había dirigido sobre los escenarios de Broadway con Marlon Brando como Stanley Kowalski, papel que el actor repetiría con éxito en las pantallas.
En años sucesivos, algunos de los mejores directores de la época, como Richard Brooks, Joseph L. Mankiewicz o John Huston, llevarían a las pantallas sus obras más conocidas, como La gata sobre el tejado de zinc, De repente el último verano o La noche de la iguana, protagonizadas todas ellas por actores de la talla de Paul Newman, Elizabeth Taylor, Katharine Hepburn, Montgomery Clift, Ava Gardner o Richard Burton. Estrellas que dieron a los personajes de Williams, si cabe, una mayor dimensión. El propio Tennessee Williams escribió directamente para el cine el guión de la película Baby doll, que Elia Kazan dirigió en 1956.
El lunes que viene, coincidiendo con el trigésimo aniversario de su fallecimiento, TCM emite, tres de estas adaptaciones: La gata sobre el tejado de zinc, De repente el último verano y Un tranvía llamado deseo, películas por las que Tennessee Williams forma parte también, por derecho propio, de la Historia del Cine.
“Si la escritura es honesta, no puede ir separada del hombre que la ha escrito”, decía Tennessee Williams. Y en su caso era totalmente cierto. Él mismo fue toda su vida un personaje contradictorio, marcado por su homosexualidad y, poco a poco, vencido por su adicción al alcohol y a las drogas.
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