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Del azúcar pop a la electrónica

El cantante inglés Mika lanza su tercer disco con un estilo renovado Vendió más de ocho millones de copias de sus dos álbumes anteriores

Ana Marcos
El cantante Mika, en Madrid.
El cantante Mika, en Madrid. GORKA LEJARCEGI

Del Mika en multicolor no quedan ni los rizos. El cantante inglés de origen libanés (Beirut, 1983) ahora viste chaqueta gris con pañuelo, camisa azul y pantalones color crudo. Sus maneras siguen siendo británicas, pero ni rastro de prendas estridentes ni ademanes de los personajes animados que pululaban por sus dos primeros trabajos. Mika se desalmidona en su nuevo disco The origin of love. “He decidido evolucionar, pero a mi manera, manteniendo mi impronta naif y fantasiosa”, afirma el artista de visita en Madrid.

La tercera entrega del particular universo de este cantante que llegó a vender más de ocho millones de copias de sus dos primeros discos, salta de la viñeta de cómic en la que solía convertir sus compilaciones de canciones, a una secuela de Amélie: “No quería acabar convertido en una caricatura de mí mismo”. Su reciente salida del armario –confesó su homosexualidad hace unos meses en una entrevista, por si aún quedaba algún despistado que no hubiera descifrado sus temas- atraviesa las letras de The origin of love y salta como un resorte a lo largo de la conversación.

- ¿Ha dejado de ser usted un Peter Pan?

- "Nunca lo fui, ¿lo dice por el aura de asexualidad que rodea al personaje?".

Nada más lejos de esa intención, sobre todo teniendo en cuenta el mundo de piruletas, globos y color en el que se encerró durante los cuatro años que estuvo viajando de un lado a otro del mundo con Life in cartoon motion (2007) y The boy who knew too much (2009). “Escribir del amor es escribir de la vida”, continúa, “la música es parte de lo que soy y quería contar de una manera desacralizada la vida de libertad, sin prejuicios ni secretos que siempre me había prometido”.

Tras un año y medio de barbecho creativo y cierta alergia a sentarse delante del piano desde el que se granjeó su éxito gritando su deseo de parecerse a Grace Kelly, voló a Montreal en busca de compañía. “Grabé mi primer disco con mis compañeros de universidad, la sensación de soledad del segundo fue tal que necesitaba volver a crear esa comunidad a mi alrededor”. En Canadá y Estados Unidos fue conquistando a artistas de diverso origen musical haciendo uso de su habilidad para el coqueteo –Mika parapeta sus frases entre medias sonrisas y caídas de párpados- y prometiendo un viaje (poco) lisérgico a los sesenta.

Como segundo se puso a Nick Littlemore, responsable de Pnau y de The Empire of the Sun, además de culpable de que de azúcar pop se haya pasado a la electrónica. “He conseguido crear un equipo de adultos que hacen música para adultos, sin pensar demasiado”, relata Mika. “El sonido simplemente fluía y el que no entendía esta filosofía se quedaba fuera de la pequeña comunidad”. La indirecta va dirigida a Benny Benassi. El productor británico oyó los ecos que llegaban desde Florida y quiso apuntarse a ese brebaje prodigioso y muy rentable. Su entrada en el estudio fue bien recibida, su intento de expansión, no tanto. “Hizo su aportación y se marchó, no iba a dejar que se apoderara del disco”. El artista reconoce lo arriesgado de la decisión, pero está tan “harto” de esa industria musical que le apunta con una pistola en busca de más huevos de oro, que ha decidido responder con la rebeldía adolescente del portazo en las narices. “Cuanto más reclamen mi estilo anterior, más voy a cambiar. Estoy intentando quitarme un poco de ego”.

Para atemperar la fórmula y que el shock no fuera demoledor entre su prole de seguidores, sitúa orquestas sinfónicas y pueriles organillos como pantalla protectora. “No me dan miedo las melodías, aunque se empeñen en relacionarlas con colorines. En este momento en Gran Bretaña la melodía se considera tan perjudicial como la pornografía”. ¿Y dónde quedan The Beatles entonces? “Eso me pregunto yo. Mi objetivo ha sido apartar el efectismo y apostar por los juegos de palabras para hacer la vida un poco más mágica”.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura, encargada de los temas de Arte. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Fue parte del equipo que fundó Verne. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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