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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Graceland

'Under the african skies' pretende ser una cura de las heridas causadas por la decisión de Simon de romper el boicot contra el 'apartheid' sudafricano

David Trueba

Una cinta avanzando en el casete o la aguja leyendo un vinilo transmitían un desplazamiento físico que subconscientemente relacionaba el sonido con el esfuerzo de producirlo. Esa sensación desparece al volverse invisible la reproducción en las terminales digitales. La mejor imagen del documental sobre la grabación del disco Graceland de Paul Simon es el avance de la cinta de casete que tantas veces oyó el cantautor neoyorquino, donde los ritmos de los sudafricanos Boyoyo Boys le capturaron hasta inspirarle las ganas de marchar a Johannesburgo y grabar su nuevo disco tras el anterior, Hearts and Bones,primer fracaso de una carrera plagada de triunfos.

Under the african skies pretende ser, 25 años después, una cura de las heridas causadas por la decisión de Simon de romper el boicot contra el apartheid sudafricano. En su momento significó un cisma en la presión internacional que pretendía hacer caer el régimen racista de Sudáfrica. Entre 1986 y 1987, Graceland se convirtió en la mejor campaña de promoción del sonido africano. Unido a las canciones de Paul Simon, letrista narrativo inimitable y sugerente, los ritmos y las aportaciones de Ray Phiri, Hugh Masekela, Miriam Makeba o los Ladysmith Black Mambazo dejaron perplejos al mundo que por un lado se cuestionaba la colaboración en tiempos de aislamiento y por otro se rendía a la calidad rítmica. Se despacharon 14 millones de vinilos de Graceland y la gira posterior entre amenazas y críticas, terminó cuando un Mandela liberado apadrinó la actuación en Johannesburgo en 1992.

Aunque la celebración tiene algo desvaído e incluso físicamente Paul Simon es una sombra hervida del tipo atractivo y brillante que Woody Allen usó como antagonista en la magistral Annie Hall, lo mejor del documental promocional del disco remasterizado no es la paz impostada entre Simon y los líderes antiapartheid, sino el balance entre los cálculos políticos y la brillantez creativa. Graceland impuso las reglas del ritmo sobre cualquier otra doctrina, elevó lo artístico por encima de lo político. La infiltración del talento acaba por ser la termita más temible para el inmovilismo. Claro, que eran otros tiempos, donde las democracias, aún no angustiadas por su estado financiero, podían permitirse imponer exigencias a las dictaduras del mundo.

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