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El gran arrecife de Cabliers, un fósil viviente único en el Mediterráneo, se blinda contra la pesca

A partir de 2024 se prohibirá la actividad pesquera en el inmenso banco de corales de aguas frías para proteger al frágil entorno, refugio de besugos, cangrejos, langostas o gallinetas

Coral (Anthomastus grandiflorus) en el banco de Cabliers, en el mar de Alborán.Foto: OCEANA | Vídeo: ICM-CSIC/EPV
Esther Sánchez

En 2011, la ONG Oceana descubría en una de sus expediciones un gran arrecife de corales de zonas profundas en el banco de Cabliers, una formación geológica de montes submarinos situada en el mar de Alborán. Un lugar único en el Mediterráneo debido a que no se conoce otro de dimensiones semejantes (se extiende por unos 25 kilómetros de longitud), da cobijo a gran cantidad de especies, y está vivo y en crecimiento. Pero este fósil viviente ―se estima que se está construyendo desde hace 400.000 años― no estaba protegido, hasta que este viernes los países mediterráneos han acordado prohibir en 2024 todo tipo de pesca de fondo, incluidas las redes de arrastre, en un área prevista de unos 400 kilómetros cuadrados a su alrededor. La decisión, que evitará el deterioro del frágil entorno, se ha tomado en la reunión anual de la Comisión General de Pesca del Mediterráneo (CGPM). La misión de esta entidad de Naciones Unidas, de la que forman parte 22 países de la ribera del Mediterráneo y del mar Negro, junto con la Unión Europea, es garantizar la conservación y el aprovechamiento sostenible de los recursos marinos vivos.

Lo más sorprendente de Cabliers, que se extiende por aguas de Marruecos, España y Argelia, es que “se ha mantenido en el tiempo casi sin alterar, es casi prístino”, expone Claudio Lo Iacono, geólogo marino del Instituto de las Ciencias del Mar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y experto en el enclave submarino. En las dos expediciones que ha realizado, una en 2015 y otra el año pasado, en la que instalaron sensores, “no hemos encontrado ni un trozo de plástico, y eso es algo muy raro, porque siempre aparece una botella, restos de redes, nunca eres el primero en llegar”, ironiza.

Ejemplar de coral en Cabliers.

La lejanía de Cabliers de las costas ―a ocho horas del Cabo de Gata y a unas cuatro o cinco de Marruecos― ha favorecido que el área permanezca bastante aislada y haya eludido la contaminación y sobreexplotación que padece el Mediterráneo. Los barcos no suelen llegar hasta allí, transitan más al norte, y tampoco es el ambiente ideal para los buques que operan con redes de arrastre, que dañan los lechos marinos, porque la geología del entorno es complicada y las mallas se engancharían.

Así se ha preservado este enclave remoto, productor de biomasa en tales cantidades que influye y enriquece las zonas de alrededor. “Cabliers es un criadero natural de especies de gran valor comercial, la langosta, el besugo o la gallineta”, indica Lo Iacono. La gran variedad de vida se despliega ante el objetivo de las cámaras de los científicos, que investigan la zona con robots no tripulados. “Hay un mundo de estrellas de mar, de pequeños peces y otros organismos”, describe. Las dos especies que cementan este edificio son dos corales profundos, la Madrepora oculata y la Lophelia pertursa. Construyen estructuras complejas, con muchas ramificaciones blancas y delicadas, que se asemejan a la porcelana. “Cuando aparecen este tipo de sistemas es como si encontraras un oasis en el desierto, con esa vida de repente, pero en este caso en el fondo del mar, que a esa profundidad es muy monótono”, indica el científico.

No es la única colonia viva de corales profundos en el Mediterráneo, existen otras, pero dispersas y no en esa cantidad. “Cabliers es un monte con aspecto de gran serpiente, parecida a la Gran Muralla China”, comenta Lo Iacono. Es en la parte alta donde crecen los corales, porque reciben una mayor cantidad de materia orgánica. Se encuentran a unos 300 o 400 metros, aunque pueden sobrevivir a profundidades mayores. “Esto favorece su estudio, no es lo mismo si estuvieran a 2.000 metros”, explica. Los corales de aguas frías se diferencian de los tropicales tanto por su colorido, los profundos suelen ser monocromáticos, como por su ecología. Los tropicales viven en simbiosis con un alga, que les da la energía para vivir y que necesita luz para realizar la fotosíntesis.

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Helena Álvarez, bióloga de Oceana, y presente en las negociaciones que se han cerrado esta tarde, se muestra muy satisfecha con la protección, que se consigue tras años de peticiones. Quizá, señala, el olvido de estos corales se debe a que las personas solo conocen los más someros, los tropicales. “Pero son iguales de necesarios, por la biodiversidad que generan y las especies que se reproducen y se alimentan allí, forman como un gran bosque, que crece muy lentamente”, concreta.

Álvarez apunta a la necesidad de preservar más ecosistemas de este tipo, porque no se conoce la evolución de la pesca en el futuro. “Estamos viendo como la pesca se reduce en los niveles más superficiales y los pescadores se ven obligados a profundizar más, además de que con el cambio climático estos fondos se pueden convertir en refugio climático para las especies”, argumenta. La comisión de pesca llevará a cabo otra expedición científica internacional para definir la zona a cerrar permanentemente.

La vicepresidenta adjunta de Oceana en Europa, Vera Coelho, afirma en un comunicado que se trata de “una victoria para los ecosistemas marinos, y constituye un ejemplo que los países mediterráneos deberían seguir para cumplir sus objetivos de conservación y reconstruir sus poblaciones de peces”. Oceana elogia “especialmente” el trabajo realizado por la Comisión Europea, Marruecos y Argelia.

En la misma reunión, los países mediterráneos han acordado, además, adoptar medidas que les permitan actuar contra miembros que no implementen restricciones contra los arrastreros que pescan de forma ilegal en zonas prohibidas a este tipo de arte de pesca. La comisión general de pesca implantará desde ahora un sistema en el cual serán los miembros quienes deberán demostrar que efectúan controles a su flota y que se comunica de forma adecuada sobre lo que pescan. “Se trata de un aspecto fundamental para poner fin a años de inacción y para forjar una cultura del cumplimiento”, dice el comunicado de Oceana.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.
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