Descubierto el mecanismo biológico detrás de la pérdida de oído causada por ruidos fuertes
Un experimento en ratones abre la puerta a la creación de un medicamento capaz de minimizar el daño auditivo
Escuchar música a todo volumen con los cascos puede afectar a la salud auditiva. También hacerlo en un concierto o en una discoteca, o exhibirse encima del escenario, donde se superan los 100 decibelios. En general, cualquier exposición prolongada a más de 80 decibelios es considerada prejudicial para el oído, y de hecho la comunidad científica recomienda utilizar tapones en los entornos más ruidosos para evitar daños permanentes. Porque una vez que las células están lesionadas, no hay nada que se pueda hacer para regenerarlas. Pero ahora un grupo de investigadores de la Universidad de Pittsburgh ha descubierto el mecanismo biológico de la pérdida auditiva causada por ruidos fuertes, lo que abre la puerta a encontrar una forma de prevención.
“A pesar del impacto que tiene esta dolencia en la sociedad, al día de hoy las estrategias de tratamiento que protegen y restauran la audición son pocas e insuficientes”, reconoce Thanos Tzounopoulos, director del Centro de Investigación Auditiva de Pittsburgh y autor del estudio que se ha publicado este lunes en la revista PNAS. El experimento, hecho con ratones, investiga la correlación entre pérdida auditiva y la presencia en el oído interno de zinc, un mineral esencial para la función celular y la audición adecuadas.
“Se trata de un elemento esencial que todos necesitamos para sobrevivir. El 90% del zinc que tenemos en el cuerpo está ligado a las proteínas y las ayuda a hacer su trabajo. Es importante para la comunicación entre las diferentes neuronas y células”, explica Tzounopoulos. “Sin embargo, el 10% restante, que se conoce como zinc lábil, se encuentra en un estado libre, y desempeña un papel crucial en la señalización celular. La literatura científica nos dice que cuando la señal del zinc se desregula o se ve afectada de manera negativa, puede causar muerte celular, además de tener un papel en la degeneración de los nervios ópticos”, añade.
Para investigar el papel de la señalización del zinc como respuesta a un trauma, el equipo de Tzounopoulos ha expuesto a ratones no anestesiados a un ruido de 100 decibelios —equivalente, por ejemplo, al ruido de una taladora o de una discoteca— durante dos horas. En mediciones hechas después de dos semanas, se pudo confirmar que los ratones habían sufrido daño coclear y desplazamiento del umbral auditivo. Posteriormente, pasaron a evaluar los niveles y la localización del zinc en la cóclea de estos ratones, en comparación otros que habían sido expuestos al mismo nivel de ruido solamente un día antes.
Si en los primeros ratones se observó que el zinc lábil se encontraba principalmente en las células externas, en los ratones que acaban de exponerse al trauma este se encontraba en la parte interna de la cóclea. “Estos resultados demuestran que la exposición a sonidos fuertes provoca una masiva liberación de zinc en el espacio intracelular que interrumpe la comunicación normal entre células y provoca deterioro”, detalla Brandon Bizup, coautor del estudio, que reconoce que aunque la conexión entre los dos factores está clara, aún desconocen cuáles son los factores que impulsan este cambio.
Tras corroborar el mecanismo biológico que está detrás de la pérdida auditiva, el equipo de la Universidad de Pittsburgh ha empezado a trabajar en un dispositivo que sea capaz de prevenirla. Los experimentos demostraron que otro grupo de ratones, que fue tratado con un gel que atrapa el exceso de zinc que se libera en el canal auditivo tras la exposición a un ruido, eran menos propensos a la pérdida de audición y estaban protegidos del daño inducido. “La parte activa de la droga es un quelante, capaz de extraer metales tóxicos del cuerpo. Disolvimos este quelante en un gel que aplicamos quirúrgicamente a los ratones directamente en el canal auditivo”, explica Tzounopoulos. También se realizaron inyecciones en el abdomen de los ratones. El gel funciona como una esponja, capaz de atrapar el zinc en exceso y limitar el trauma.
Luis Lassaletta, presidente de la comisión de Otología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología, cree que las conclusiones que sacan los autores sobre el mecanismo biológico detrás de los traumas inducidos por ruidos son sólidas y novedosas. Sin embargo, señala algunas carencias del estudio. “En primer lugar, igual que el papel del zinc como causa de la hipoacusia parece bien demostrado, no lo es tanto la posibilidad de proteger la pérdida y revertir los efectos”, destaca. “Por otro lado, hay más mecanismos establecidos para explicar la hipoacusia asociada a ruido, como la inflamación, el estrés oxidativo y la apoptosis de las células”.
“Se trata, sin lugar a duda, de un descubrimiento que puede cambiar la forma en que nos relacionamos con este tipo de dolencias”, reconoce el otorrino Eduardo Raboso, jefe de servicio del Hospital La Princesa de Madrid, que no ha trabajado en el estudio. “El zinc es un mineral que tiene una función marginal en nuestro organismo, pero vital. Y si este se maneja mal y sale de las vesículas donde tiene que estar, los daños pueden ser permanentes”. Aun así, el experto se muestra escéptico de que el experimento con ratones derive en una opción terapéutica para los humanos.
Los mismos autores se muestran cautelosos con respeto a las siguientes fases de su investigación. “Antes de poder aplicar el medicamento a los humanos, necesitamos realizar una serie de experimentos adicionales para garantizar la seguridad del medicamento, incluyendo estudios de toxicología y determinación de la dosis precisa”, señala Bizup. El científico recuerda que la aplicación de quelantes de zinc de manera quirúrgica ya tiene precedente, como por ejemplo el empleo de esteroides para la pérdida auditiva súbita. El objetivo a largo plazo consiste en desarrollar dos tipos de medicamentos. Uno preventivo, en forma de pastilla, que se puede tomar antes de acudir a un evento particularmente ruidoso, como puede ser un concierto o un partido de fútbol. El otro reactivo, a través del tratamiento quirúrgico, en caso de una exposición involuntaria.
Por esta razón, los investigadores recuerdan que la mejor cura sigue siendo la prevención. “La concienciación sobre los daños que el ruido puede causar en la audición es crucial, especialmente en eventos cotidianos que fácilmente superan los 100 decibeles. Usar protectores auditivos es esencial para proteger los oídos, independientemente de otras medidas que puedan llegar después”, insiste Tzounopoulos. “La pérdida auditiva es el trastorno sensorial más común, afectando a un significativo porcentaje de la población, lo que subraya la importancia de proteger nuestros oídos de los niveles de sonido dañinos en la vida cotidiana”.
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