_
_
_
_
_

Las abejas aprenden a bailar viendo cómo danzan sus mayores

Los complejos movimientos que usan para indicar donde hay flores son transmitidos culturalmente

Para transmitir la posición de una fuente de comida, las abejas realizan una serie de movimientos que dan con enorme precisión la distancia, posición y hasta la calidad del recurso.Foto: Heather Broccard Bell
Miguel Ángel Criado

Como los niños, que tienen la capacidad innata para hablar, las abejas llevan en sus genes la danza con la que avisan a la colmena de que han encontrado comida. Pero, como sucede con los pequeños humanos, a los que hay que enseñarles a hablar correctamente, las jóvenes obreras necesitan que las veteranas recolectoras les enseñen a bailar bien. Ahora, un grupo de entomólogos ha descubierto que, sin el ejemplo de sus mayores, las abejas de la miel son incapaces de transmitir la distancia a la que están las nuevas flores. Esto indicaría que estos insectos aprenden socialmente (como los humanos) un lenguaje del que depende su supervivencia.

Hace justo un siglo, el biólogo austríaco Karl Ritter von Frisch (padre de la etología, el estudio del comportamiento animal) descubrió que las abejas bailaban ante sus compañeras de colmena. Lo mejor es que ese baile contenía las instrucciones para llegar hasta un nuevo campo de flores encontrado por la exploradora. Dirección, distancia, posición relativa del Sol, cantidad de comida... toda esa información estaba codificada en el movimiento de la abeja. Muchos colegas se burlaron de von Frisch. En los años 20 y 30 del siglo XX, sostener que los insectos tenían el suficiente cerebro como para almacenar información espacial tan compleja y, más aún, ser capaces de comunicarla con un lenguaje simbólico, merecería el anatema científico. Pero en las décadas siguientes, otros entomólogos confirmaron lo que había descubierto. Medio siglo después de su hallazgo y con 87 años a sus espaldas, en 1973, la Academia Sueca le dio el Nobel de Fisiología por descifrar la danza de las abejas. Como si fuera un homenaje, ahora se descubre que estos insectos himenópteros usan el aprendizaje social para dominar este lenguaje.

Después de años de meticulosa observación, Von Fisch entendió que cuando una abeja recolectora descubría una nueva fuente de comida (o de agua, de propóleo, o un nuevo lugar donde emigrar) inicia un baile ya en la colmena cuyos detalles dependen de las características del recurso descubierto. Las abejas tienen distintas danzas según la distancia a la que se encuentre el botín. La más compleja la interpretan cuando se halla a partir de los 150 metros. Entonces se produce lo que llaman la danza del ocho (ver vídeo). La exploradora realiza una sucesión de movimientos que parecen dibujarlo. En las zonas rectas del dibujo, cimbrea su abdomen a gran velocidad. Pues bien, la distancia al polen y el deseado néctar está escrita en la duración de ese meneo en la recta. Cuantos más segundos dura, más lejos están. Pero ¿en qué dirección? Para indicarla, la abeja realiza la parte recta del baile con un ángulo que, relacionado con la posición del sol, se corresponde con la orientación correcta hacia las flores. La repetición del baile cumple, entre otras funciones, la de calificar el hallazgo. Cuantas más repeticiones, mayor cantidad de flores.

“La precisión varía según la distancia a la fuente de alimento. Cuanto más lejos esté la fuente de alimento, más precisa será la danza”
James Nieh, biólogo de la Universidad de California en San Diego

“La precisión varía según la distancia a la fuente de alimento y la superficie en la que baila la abeja. Cuanto más lejos esté la fuente de alimento, más precisa será la danza. Cuando la pista de baile es menos uniforme, este es menos preciso”, explica James Nieh, biólogo de la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos). Juntos a colegas de la Academia China de Ciencias, Nieh creó cinco colonias con unas 2.800 abejas. Todas habían sido recogidas aún en fase de pupa y trasplantadas a otras colmenas, cada una con su propia reina, pero sin compañeras veteranas. Hicieron lo mismo con otra cantidad similar, pero acompañadas de ejemplares ya maduros y marcaron a decenas de ellas con rotulador. A algo más de 150 metros colocaron una serie de recipientes con sacarosa disuelta en agua. Las abejas viven unos 35 días y su primer vuelo en busca de comida lo realizan en torno a los nueve días. Tal y como publican en la revista Science, comprobaron que tanto las abejas de las colmenas del experimento como las de control bailaban tras encontrar el edulcorante. Esto confirma que las abejas tienen la danza marcada en sus genes.

Pero mientras las abejas que nunca habían visto danzar a recolectoras experimentadas bailaban de forma desordenada, transmitiendo mal tanto la distancia como la ubicación, las de los panales de control comunicaban la información con gran precisión. Este descubrimiento apunta a que, aunque la capacidad de bailar sea genética, hacerlo bien depende del aprendizaje social, es decir, de que el individuo aprenda observando o interactuando con otros. “El aprendizaje social ya se había demostrado en abejas y hormigas, pero nunca [la adquisición] de un lenguaje animal natural con este grado de complejidad como es la danza de las abejas”, explica Nieh.

“Ya mayores y con experiencia, redujeron significativamente los errores de ángulo y realizaron danzas más ordenadas”
Shihao Dong, investigador del Jardín Botánico Tropical Xishuangbanna, China

Cuando pasaron 20 días, volvieron a estudiar su danza. Los autores esperaban que el baile mejorara con la experiencia. Lo que observaron lo cuenta Shihao Dong, investigador del Jardín Botánico Tropical Xishuangbanna (China) y primer autor del estudio: “Ya mayores y con experiencia en el seguimiento de la danza y en el baile en sí, redujeron significativamente los errores de ángulo y realizaron danzas más ordenadas”. Sin embargo, Ken Tan, entomólogo de la Academia China de Ciencias y autor sénior de estos experimentos, añade: “Nunca pudieron corregir sus errores de distancia. Continuaron rebasándola, comunicando distancias mayores de lo normal”. Todas las abejas que no tuvieron de quién aprender, comunicaban la ubicación de la sacarosa más lejos de lo que realmente estaban los botes. “¿Por qué es esto interesante para los científicos? La respuesta puede estar en cómo la comunicación de la distancia podría adaptarse a las condiciones locales”, añade Tan.

La fijación del conocimiento en los genes tiene una ventaja, no hay riesgo de que la siguiente generación lo pierda. Pero tiene una gran desventaja, su rigidez e invariabilidad. “Puede haber grandes diferencias sobre dónde está la comida en los distintos ambientes. Como resultado, las diversas especies de abejas han desarrollado diferentes dialectos de baile”, explica Tan. Incluso pueden variar dentro de la misma especie. “Los investigadores sospechan que esta variación se debería a que las colonias, incluso de la misma especie, pueden vivir en entornos muy diferentes”, añade el científico chino, que termina destacando la relevancia del aprendizaje social: “Si aprender un idioma es una forma de hacer frente a diferentes entornos, entonces quizás cada colonia tenga un dialecto sobre la distancia adaptado a su ubicación y transmitido de abejas experimentadas a novatas. Si es así, es posible que nuestras abejas privadas de maestras nunca hayan corregido sus errores porque adquirieron, por sí mismas, un dialecto de distancia diferente”.

“Las diversas especies de abejas han desarrollado diferentes dialectos de baile
Ken Tan, entomólogo de la Academia China de Ciencias

El aprendizaje social de conductas o lenguajes tan complejos como la danza de las abejas no es exclusivo de ellas. Esta misma semana, otro grupo de entomólogos demostraba cómo los abejorros pueden resolver rompecabezas. Los autores del estudio, publicado en PLoS Biology, entrenaron a varios de ellos para que resolvieran un puzle (de dos piezas), tras el que había un premio muy dulce. Una vez que sabían como resolverlo, los juntaron con otros abejorros. Al ver como conseguían la sacarosa, el 98% de ellos repetían lo hecho por los veteranos.

Lars Chittka, entomólogo de la universidad Queen Mary de Londres, es el autor sénior del trabajo de los abejorros. Chittka, que ha estudiado el aprendizaje (y la enseñanza) social en otros insectos eusociales, como las hormigas y las abejas, recuerda que hay muchas conductas que estos animales adquieren mediante la interacción social. Sobre la danza de las abejas, el autor del libro The mind of a bee (La mente de una abeja, aún no traducido al español), destaca que el nuevo estudio “muestra que el grado en el que está fijada [en los genes] puede ser menor de lo que se suponía” y añade: “si las abejas pueden aprender a calibrar la codificación del baile de las danzas por experiencia individual, esto les proporciona mucha más flexibilidad y plasticidad a la hora de comunicar diversos recursos y tipos de hábitat”.

Hace un siglo, Von Frisch, el descubridor de la danza de las abejas, no mencionó en su obra si la aprendían o la heredaban. “Creo que estaría muy complacido de que investigadores de todo el mundo continuaran con su trabajo”, dice Nieh, uno de los investigadores que 100 años después han demostrado que las abejas aprenden un lenguaje tan complejo de sus compañeras mayores.

Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter e Instagram, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Miguel Ángel Criado
Es cofundador de Materia y escribe de tecnología, inteligencia artificial, cambio climático, antropología… desde 2014. Antes pasó por Público, Cuarto Poder y El Mundo. Es licenciado en CC. Políticas y Sociología.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_