_
_
_
_
_

Carles Lalueza-Fox: “Somos descendientes de los hombres poderosos que practicaron la desigualdad”

El genetista defiende en un nuevo libro una idea chocante: “Tenemos muchas más probabilidades de descender de reyes que de campesinos”

Carles Lalueza-Fox
El genetista Carles Lalueza-Fox, director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona.Gianluca Battista
Manuel Ansede

Los humanos tienen tendencia a imaginar que el pasado de su clan es heroico y glorioso. El frío análisis genético de los huesos de nuestros antepasados, sin embargo, está destapando una historia mucho más incómoda, como detalla el genetista Carles Lalueza-Fox en un nuevo libro. “Tenemos muchas más probabilidades de descender de reyes que de campesinos”, escribe en Desigualdad. Una historia genética (editorial Crítica). El investigador, director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, es un referente internacional en el estudio del ADN antiguo. A lo largo de casi 200 páginas, este barcelonés de 57 años ofrece argumentos en torno a esa idea chocante: las personas actuales son descendientes de los hombres más abusivos que pisaron la Tierra. Es difícil reivindicar este pasado, pero probablemente los fanáticos nacionalistas no saben historia y los racistas no saben genética.

Pregunta. Dice que “tenemos muchas más probabilidades de descender de reyes que de campesinos”. Esto va contra la intuición.

Respuesta. De hecho, es especulativo, pero tiene todo el sentido del mundo. Por ejemplo, en una necrópolis de hace 5.700 años en Inglaterra, Hazleton North, se ha visto que una treintena de individuos analizados desciende de un patriarca que tuvo hijos con cuatro mujeres. Y por la información histórica sabemos que, en el pasado, los nobles, los reyes y los emperadores, en algunos casos, tenían centenares de hijos, a veces con decenas o centenares de mujeres. En cambio, había grupos de hombres contemporáneos que no tenían hijos. Es probable que los hombres poderosos hayan contribuido genéticamente más a la humanidad actual, y que, por lo tanto, nosotros seamos descendientes de los que practicaron la desigualdad.

P. Las personas no suelen pensar que son descendientes de los hombres más siniestros.

R. En Norteamérica, ahora que hay tantas compañías de genética recreativa, mucha gente de la comunidad afroamericana se ha hecho test y ha descubierto que, en promedio, un 24% de su genoma es europeo. La mayoría de estas poblaciones surgieron de hombres europeos que tuvieron hijos con mujeres nativas americanas o bien africanas. Es una herencia problemática para algunos miembros de la comunidad afroamericana. En internet te encuentras con gente que dice que siente vergüenza de esta cuarta parte de genoma europeo, porque entienden que procede de un episodio de dominación social relacionada con la esclavitud.

P. ¿Y en Europa?

R. En nuestro caso, estos episodios son más lejanos y no tendemos a pensar en nuestra herencia en estos términos. En la península Ibérica, hace 4.000 años, los hombres locales básicamente desaparecieron. Llegaron hombres con ancestralidad de las estepas [los yamnaya, de la actual Rusia] y tuvieron hijos con las mujeres locales.

En la península Ibérica, hace 4.000 años, los hombres locales básicamente desaparecieron

P. Casi todos los españoles, entonces, son descendientes de los protagonistas de aquella “invasión yamnaya”, como la llama usted en el libro: hombres poderosos que tuvieron muchos hijos con las mujeres locales, quizá eliminando a los hombres que ya estaban allí.

R. En cierto sentido, sí, pero después ocurrieron muchas más cosas. Esto es una capa a la cual se añadieron otras: los púnicos, la Edad del Hierro, los romanos, los visigodos, los islámicos. Habría desde historias de sufrimiento a —¿por qué no?— historias de amor. Hay una constante remezcla de los genomas, pero sí, somos descendientes de los que practicaron este tipo de dominancia.

P. Reivindicar la pertenencia a un pueblo ancestral, como hacen muchos nacionalismos, no parece tener mucho sentido. Si escarbas en el ADN, antes de ese pueblo había otro y antes había otro. Y están todos mezclados.

R. Clarísimamente. Una de las conclusiones de los estudios paleogenéticos es que no hay ninguna población que tenga un único componente ancestral en su genoma. Cada población tiene todas estas capas de ancestralidad que se han ido superponiendo. En el caso de la península Ibérica, la complejidad es tal que tendríamos que añadir a los norteafricanos del periodo púnico, los norteafricanos del periodo islámico, los visigodos, los suevos... Veo difícil que se pueda construir un relato de un grupo uniforme y distinto de los otros.

P. Menciona en el libro a Hernán Cortés [el conquistador de México], que tuvo 11 hijos, tres de ellos con tres mujeres nativas diferentes. Usted recalca que hubo “una brutal asimetría sexual” en la formación de la población de Latinoamérica. Esa brutal asimetría sexual, ¿qué efectos tiene hoy?

R. En una población de Venezuela, Curiepe, estudiaron el cromosoma Y —que se transmite del padre a los hijos varones— y encontraron que el 80% era de origen europeo y el resto era amerindio. Su ADN mitocondrial, que se transmite de madres a hijas e hijos, era 100% de origen africano. ¿Qué significa esto? Que las poblaciones se formaron por dominancia masculina y europea sobre las mujeres locales y las africanas. Al mismo tiempo, en el caso de los nativos americanos, hubo un conjunto de hombres que dejaron de tener hijos, porque no podían reproducirse, como también ocurrió en la península Ibérica. Cada vez que hay un hombre que tiene decenas de hijos, hay varios que no pueden tener ninguno.

Cada vez que hay un hombre que tiene decenas de hijos, hay varios que no pueden tener ninguno

P. Usted cita un caso extremo, el del fundador de la ciudad estadounidense de Salt Lake City, el mormón Brigham Young, que vivió en el siglo XIX y tuvo 56 hijos de sus 55 esposas. Se calcula que hoy en día tiene 30.000 descendientes.

R. Hay una asociación de descendientes, no es un cálculo teórico. Son datos reales. Si este señor se casó con 55 mujeres, habrá 54 hombres que no tuvieron pareja.

P. Otro caso extremo que menciona en su libro es el de Islandia, que fue poblada por hombres vikingos y mujeres de las islas Británicas, muy posiblemente esclavizadas o llevadas contra su voluntad.

R. Las mujeres, en estos periodos, eran extraordinariamente móviles, porque se las llevaban: a Islandia, a Suecia, a Dinamarca.

Carles Lalueza-Fox, en el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona.
Carles Lalueza-Fox, en el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona.Gianluca Battista

P. Una vez más, el ADN destapa historias de países que no son nada gloriosas. Una cosa es cantar a los orígenes vikingos de Islandia y otra es constatar, con análisis genéticos, que eran una pandilla de seres despreciables que iban secuestrando mujeres por las costas europeas.

R. Las historias personales nunca las conoceremos. Yo sigo pensando que quizá hay todo un espectro, desde el secuestro y la violación a auténticas parejas. Pero el estereotipo de Islandia y la expansión vikinga es el de hombres exploradores, cuando, en realidad, la mitad de la población eran mujeres a las que, con frecuencia, se las habían llevado contra su voluntad. Los análisis genéticos permiten conocer estas historias anónimas de explotación y de sufrimiento, que antes no podíamos conocer. Estamos en una disposición única para conocer el relato anónimo que hay más allá del estereotipo aventurero y masculino.

P. También habla de un ejemplo español, la cultura de El Argar, que en la Edad del Bronce tenía un sistema patrilocal: los hombres se quedaban en su grupo familiar y las mujeres cambiaban de grupo.

R. Eso es típico de la Edad del Bronce. Se ve en muchos yacimientos de Inglaterra, España, Suiza, Alemania. Este sistema se instauró en la Edad del Bronce, clarísimamente.

P. En algunos casos, las mujeres se alejaban incluso cientos de kilómetros de sus familias. Posiblemente no volvían a verlas en su vida.

R. Sí, también tenemos en Castillejo del Bonete [un yacimiento ciudadrealeño de hace 3.800 años] a una pareja en la que el hombre tiene ancestralidad de las estepas y la mujer no. La mujer, además, tuvo una dieta marítima, según muestra el análisis de isótopos. Y están en Ciudad Real. La costa más cercana está a 300 kilómetros. Hubo una gran movilidad de las mujeres en ese periodo. De las mujeres, en estos yacimientos, casi nunca se encuentra ni a sus padres ni a sus madres ni a sus hermanos. Solo se encuentran hijos. Las mujeres, en ese periodo, pierden todo su apoyo familiar. No cabe duda de que estaban en una situación social mucho más débil que los hombres, que permanecían en su grupo familiar.

Tumba de una mujer local y un hombre con ascendencia de las estepas, fallecidos hace 3.800 años, en Castillejo del Bonete (Ciudad Real).
Tumba de una mujer local y un hombre con ascendencia de las estepas, fallecidos hace 3.800 años, en Castillejo del Bonete (Ciudad Real).L. BENÍTEZ DE LUGO Y J. L. FUENTES / OPPIDA

P. El ADN destapa una historia que se puede presumir terrorífica, de mujeres arrancadas de sus familias.

R. Sí, pero eso no lo sabemos. A lo mejor la tendencia social dominante era que grupos vecinos se intercambiasen mujeres. Con frecuencia, en estos grupos tampoco encontramos hijas. Es posible que esos grupos no solo captaran mujeres de fuera, sino que las suyas también las prestaran, digámoslo así. No estoy seguro de hasta qué punto es una historia terrorífica o era un mecanismo social aceptado en aquella época.

P. En una fosa del Hospital Real de San José de los Naturales, en Ciudad de México, aparecieron tres esqueletos del siglo XVI, con deformaciones típicas de hacer trabajos pesados, con heridas de disparos, con fracturas. Solo con el esqueleto es imposible imaginar cómo eran esas personas. Su ADN ha mostrado que eran 100% subsaharianos.

R. Es un resultado que veremos cada vez más en los próximos años, porque todavía hay muy pocos estudios. Son historias completamente anónimas. En los registros de los barcos negreros no aparece ni quiénes son. No sabremos nunca sus nombres, pero ahora estamos en disposición de conocer su historia vital. Es muy distinto pensar que un esqueleto era de un colonizador europeo o de un esclavo africano. La visión del yacimiento cambia completamente.

P. Afirma que las mujeres han contribuido en mucha mayor medida a la diversidad genética de la humanidad que los hombres. ¿Se refiere a que hay menos hombres que se han reproducido?

R. Correcto. Si a lo largo de los milenios, sistemáticamente, ha habido hombres poderosos que han tenido centenares o miles de hijos, en algunos casos con centenares de mujeres distintas, eso implica que las mujeres han contribuido mayoritariamente a la diversidad.

P. Cita el ejemplo del faraón Ramsés II, que tuvo 162 hijos.

R. Sí, además la gente poderosa tenía recursos para que sus hijos tuvieran más posibilidades de sobrevivir.

A lo largo de los milenios, sistemáticamente, ha habido hombres poderosos que han tenido centenares o miles de hijos

P. Ahora se está invirtiendo la tendencia. Las clases medias, al menos, tienen muy pocos hijos, y los más pobres son los que tienen más hijos.

R. Totalmente, es una cosa paradójica. Cuanto mayor nivel educativo e ingresos tienes, menos hijos tienes, pero este es un fenómeno de las últimas generaciones. A lo largo de la historia de la humanidad, un hombre poderoso ha tenido más descendencia.

P. También afirma que “descendemos de casi todos los que vivieron en el mundo hace unos pocos miles de años”.

R. También es una idea contraintuitiva. Se puede demostrar con estadística que, por probabilidad, tenemos que haber recibido fragmentos genómicos de casi cualquier persona que estaba circulando hace unos cuantos miles de años.

P. Explica que si retrocedemos 14 generaciones, que son 400 años, tenemos 16.000 antepasados. Si retrocedemos tan solo seis generaciones más, o sea 20 generaciones, nuestro árbol genealógico sería de un millón de personas.

R. Y si retrocedes un poco más se dispara a miles de millones, pero eso no puede ser. La explicación es que estamos todos tan interconectados que compartimos un montón de antepasados.

P. Islandia nació con hombres vikingos y mujeres, quizá, llevadas contra su voluntad. Sin embargo, como usted destaca en el libro, hoy es uno de los países con más mayor igualdad.

R. El mensaje tiene que ser optimista. Aunque somos los descendientes de la desigualdad, tenemos la capacidad de analizar esto e intentar corregirlo. El pasado está en nuestros genes, pero el futuro está en nuestras manos más que nunca.

Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter e Instagram, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_