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Michelle Bachelet: “Preocupa el auge de la ultraderecha con cierta desafección con la democracia”

La expresidenta de Chile habla de cómo es ser mujer política, de la tragedia humanitaria en Gaza y de la deriva autoritaria en América Latina con ocasión de su participación en la Cumbre Nacional de Mujeres Electas de Colombia, organizada por ONU Mujeres

Michelle Bachelet, en Bogotá, el 12 de diciembre de 2023.Foto: Chelo Camacho (El País)
Catalina Oquendo

Michelle Bachelet ha sido una mujer de primeras veces en la política. Fue la primera presidenta de Chile en 2006 y repitió mandato en 2014, ministra de Salud, de Defensa, primera directora ejecutiva de ONU Mujeres, alta comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, médico cirujana, pediatra y madre de tres hijos. Hija de una antropóloga y un general torturado por la dictadura, se tomó en serio las palabras de su madre. “Tu destino en la vida no es necesariamente ser la señora de alguien y tener hijo. Tú define, pero lo que vayas a hacer hazlo bien y prepárate para eso”, le dijo cuando Bachelet era una adolescente y faltaban unos años para que ambas sufrieran en carne propia la dictadura de Pinochet: detenidas en el peor centro de reclusión del régimen, torturadas y exiliadas.

Bachelet lo recuerda ahora, a punto de reunirse con mujeres políticas colombianas en la Cumbre Nacional de Mujeres Electas, que lidera ONU Mujeres. De los obstáculos que ha enfrentado por ser mujer en la política, al presente más inmediato del plebiscito en Chile del que ella ha tomado postura en contra, hasta la tragedia humanitaria en Gaza, conversó con Lideresas de Latinoamérica.

Pregunta. ¿Cuál es la mayor lección que ha tenido al ser mujer política?

Respuesta. A cualquier mujer en cualquier ámbito en que fue pionera se le presentan muchos obstáculos. Desde la discriminación de pensar que no hay tantas mujeres competentes y que hay muchos hombres que sí lo son. Cuando fui electa había gente que me decía ‘no voy a votar nunca por una mujer’, me calificaban por mi aspecto físico, por la ropa que usaba. A las mujeres tienden a cuestionarnos por cosas que no son sustantivas y a descalificarnos muchas veces. Cualquier error que en un hombre es considerado bueno, porque errar es humano, en una mujer se considera una tragedia. Nos miden con una vara distinta.

P: ¿Durante sus gobiernos sintió que la valoraron diferente por ser mujer?

R. Si mi antecesor en el primer mandato mostraba alguna emoción por algo, era un hombre sensible. Si yo mostraba emoción, era una histérica, una neurótica. Si había una temática compleja y yo consideraba que debía tomar espacio para tomar una decisión, era una indecisa; pero si tomaba una decisión rápida frente a un tema que creía claro, estaba improvisando o no había pensado suficientemente bien. Al final daba lo mismo, iban a tratar de mostrar que fue incorrecto. Es esta cosa brutal del patriarcado donde a las mujeres se nos trata como de segunda categoría.

P. ¿Recuerda algún hecho concreto que ilustre la doble vara?

R. Recuerdo un artículo que sacaron en que el que faltaba poco para que el presidente de mi partido hubiera estado en mi parto, él me había hecho a mí, yo no tenía méritos propios. En otro momento, en campaña, yo estaba separada, no tenía pareja, y una periodista me pregunta: ‘¿Y cómo lo va a ser si no tiene pareja, quién le dará contención y, además, ¿cómo hará con sus hijos?’. ¿Le preguntarían eso mismo a un hombre? A ellos nunca les van a decir que abandonan a sus hijos, pero a una mujer se lo dicen de forma natural. Claro, las mujeres también pueden cometer errores, cambiamos de opinión sobre cosas, porque uno es ser humano, pero a las mujeres no se las dejan pasar.

P. Informa ONU Mujeres que en Latinoamérica hubo un leve incremento de mujeres en puestos de elección popular (en Colombia por debajo de los promedios regionales). ¿Por qué cree que cuesta tanto conseguir la paridad?

R. En muchos casos, las instituciones financieras no les dan los mismos créditos que a los hombres. En otros, las mujeres no tienen recursos suficientes para hacer una campaña, ni apoyo de un partido, o las llevan porque hay que llevar mujeres, pero no las empujan para que salgan electas. Las mismas mujeres también ven al mundo de la política pelearse por cosas que no son los problemas que las aquejan. Sienten que hay un distanciamiento entre los partidos políticos y la ciudadanía. Por lo tanto, dicen, ¿por qué discuten tanto de esto cuando lo que a mí me importa es poder llegar a fin de mes? Muchas veces el mundo de la política se mira el ombligo. Con todo eso, es fundamental que las mujeres participen, porque las sociedades nuestras son al menos paritarias. En el mundo somos el 50% y hay que asegurar leyes electorales.

P. Los derechos de las mujeres parecen siempre bajo constante amenaza…

R. Está el tremendo riesgo que estamos viendo en la región y en el mundo y es el crecimiento de la ultraderecha con una menor o con una cierta desafección con la democracia, diciendo que, entre un gobierno autoritario que tiene resultados y una democracia que no tiene resultados, no tienen ningún problema en irse por un gobierno autoritario. Ese un tremendo drama para la democracia y, claro, no basta con que sea representativa, tiene que ser más participativa, porque la gente también tiene ideas de cómo resolver los problemas, quiere ser parte de la solución también.

P. ¿Y cómo ese viraje a la ultraderecha afecta en particular a las mujeres?

R. Lo veo en mi propio país, a días de que se vote una propuesta constitucional que tiene una cantidad de cosas que son peligrosas para las mujeres, que van a significar retrocesos. En el proyecto de los expertos se hablaba de igualdad salarial y se borró eso y pusieron prohibición de discriminación arbitraria ¿Y eso qué significa? Nada. Pusieron unas frases que están dirigidas, aunque digan que no, pero saben que es así, a intentar eliminar la ley que yo pasé de Interrupción Voluntaria del Embarazo por tres causales. Lo mismo la paridad que dejan solo por dos periodos. Una Constitución debe ser una base común que habilite a ir mejorando las leyes que existen y no que las use como piso y como techo.

P. Como ex alta comisionada de Derechos Humanos, ¿cómo califica lo que está ocurriendo en Gaza en este momento y el debate sobre la ineficacia de la ONU para detener la masacre?

R. Primero que nada, es bueno que haya debates sobre la eficacia del Consejo de Seguridad, porque yo vengo a un país donde todos los presidentes hemos estado en contra del veto de los P5, creemos que eso paraliza e inmoviliza y lo vimos en Gaza. Lo que hizo Hamás es dramático, inexcusable, pero también lo que ha pasado sobre todo a mujeres y niños que están muriendo por montones, es tremendo. Los niños y las mujeres deberían ser evacuados de Gaza por razones humanitarias. El secretario general acaba de invocar el artículo 99, ojalá tenga algún resultado eso. Lo de Gaza, sin duda ha sido un conflicto que ha estado, pero nunca con la fuerza, con el dramatismo de ahora. Yo entiendo que Israel tiene que defenderse, pero no a cualquier costo, tienen que respetarse las reglas de la guerra, del derecho internacional humanitario.

P. En particular, usted que fue víctima de la dictadura, ¿cómo se siente frente a esas imágenes de detenidos desnudos y de niños descuartizados, mutilados que hemos visto?

R. El 10 de diciembre se cumplieron los 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue posible por los horrores de la I y II Guerra Mundial, donde los comisionados dijeron, debemos tener unos mínimos civilizatorios. La verdad es que 75 años después no sólo sigue siendo vigente en términos de lo que debiéramos garantizar, sino que sigue siendo totalmente vulnerada cada vez que hay intereses de por medio de países que están adscritos a la Declaración y hablan de los derechos humanos, pero cuando ciertos intereses son afectados, los vulneran sin ningún problema. Para mí es dramático, me duele el corazón, el alma, cuando veo esas imágenes.

P. Menciona intereses grandes y usted lo vio también con China. ¿Cómo fueron las presiones de ese país y cómo las enfrentó?

R. Hubo de todo tipo, y no solamente del país de cuestión. Hubo una reunión del G-7 que tuvo una declaración de cuatro páginas, dos páginas y media decían que yo tenía que ir a China, y cuando yo llegó al acuerdo para ir, una nueva declaración fue que no debía hacerlo porque me iban a manipular. Uno se da cuenta que hay otra gente encima de uno también. Fui finalmente en pandemia y hablé con muchísimas personas. Al final, también le pedí al Gobierno chino que nos diera su explicación de las cosas y traté de que el informe tuviera todo.

P. ¿Quedó satisfecha?

R. Creo que hicimos lo mejor que pudimos, lo más que pudimos. Por supuesto, con los informes los gobiernos siempre quedan enojados.

P. ¿Y en la región? También fue polémico el manejo del tema Cuba, Venezuela…

R. En el caso de Venezuela, mandé una avanzada primero y se hizo una agenda bien equilibrada. Me junté con las víctimas de las FAES (Fuerzas de Acciones Especiales), con la oposición, con el Gobierno, con todos y armamos un primer reporte.

P. ¿Y con Cuba?

R. Lo que pasa es que nosotros hacemos los reportes que pide el Consejo. No es que uno se levante y mañana y dice, lo voy a hacer. Y de Cuba no había, al menos en ese momento, ninguna petición de informe. De Nicaragua se sacó una resolución y por eso se hace permanentemente; en Venezuela también, pero además crearon una comisión especial de tres relatores.

P. Y ahora, ya retirada de ese cargo, ¿qué situaciones de deriva autoritaria le preocupan en concreto en la región?

R. Me preocupa Guatemala, por ejemplo; también lo que ha pasado con en El Salvador. Este modelo de Nayib Bukele que aparentemente ha sido efectivo, según los datos que ellos dan, pero a un costo muy brutal, porque muchas mamás dicen que sus hijos no eran de las maras y son calificados así solo por los tatuajes. Yo no puedo decir si lo eran o no, lo único que esperaría es que haya debido proceso y que haya condiciones dignas y tenerlos medio desnudos en el suelo, no lo es. Una persona puede convertir en cosas horribles, pero tiene derecho a demostrar su inocencia. Y lo otro que me preocupa en América Latina es el alzamiento de la ultraderecha, que puede implicar que la valoración de los derechos humanos no es necesariamente la misma y que hay gente que puede tener más derechos que otros, o que la respuesta a ciertas cosas como el tema de seguridad sea más represión, menos prevención. La verdad es que nadie tiene la bala de plata o la receta mágica de cómo se resuelven problemas muy complejos que está teniendo con mucha fuerza la región.

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Catalina Oquendo
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia. Periodista y librohólica hasta los tuétanos. Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana y Magister en Relaciones Internacionales de Flacso. Ha recibido el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga, y otros reconocimientos. Coautora del Periodismo para cambiar el Chip de la guerra.
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