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mapuches
Tribuna
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La ilegibilidad del pueblo mapuche para Chile y, de cierta manera, para sí mismo

Más allá de los desvaríos de izquierdas y derechas chilenas, el pueblo mapuche tiene la tarea de reencontrase a sí mismo para retornar eficazmente y como es debido a la vida pública

Un hombre se protege de un cañón de agua durante una protesta en 2022.
Un hombre se protege de un cañón de agua durante una protesta en 2022.Sofia Yanjari

¿Quiénes son los mapuche?, ¿qué se merecen?, ¿quiénes los representan? Son preguntas que no son fáciles de responder en Chile. Esa incertidumbre es un rasgo de la relación entre la sociedad chilena y el mundo mapuche, determinando una ilegibilidad que afecta a todos los sectores, también adentro del pueblo mapuche.

Cuando fueron detenidas 11 personas que eran parte de una organización operativa asociada al grupo radicalizado Resistencia Mapuche Lafkenche (RML), unos de los más peligrosos grupos que reivindican la violencia étnico-política, resultó que solo dos de aquellas eran mapuche, además de que había dos miembros de la policía de Carabineros.

La perplejidad que acarrearon esos hechos fue respondida por un comunicado de aquel grupo que niega la vinculación de esos detenidos. Otros sostuvieron que, en lugar de que dicho grupo infiltrara a Carabineros, era un expresión de que la policía infiltraba a dichos grupos para desacreditarlos.

Lo anterior refleja la situación de que existen aún muchas opiniones, principalmente dentro de las izquierdas chilenas, que quieren considerar a los grupos radicalizados como verdaderas reencarnaciones de las fuerzas revolucionarias que luchan contra el capitalismo, en un genuino déjà vu de hace sesenta años, donde todas las cuestiones atroces que se les pueden asociar serían solo montajes de quienes buscan desacreditar su ética revolucionaria.

Con ello solo se afirma un tenebroso romanticismo, que proyecta sobre esos grupos ideas de rebelión armada, al parecer enterrados con la guerra fría, como si fueran los pueblos indígenas los herederos naturales de una revolución que resultó imposible, a través de una ruta rupturista hacia la autodeterminación. Por cierto, todo ello está basado en un paternalismo que no considera relevante qué piensa la mayoría de los miembros del pueblo mapuche sobre eso, que resulta que están en contra de dichas violencias, en contra de la reivindicación de derechos a expensas de los de otros, y a contrapelo de que la lucha de los grupos radicalizados, con todos los matices que quepan, parece ser algo muy diferente a lo que quieren proyectar.

En el otro extremo, las derechas chilenas creen interpretar genuinamente al pueblo mapuche a través de una nueva versión de la leyenda de Chile como una Nación inclusiva, mientras realizan constantes esfuerzos para excluir a los pueblos indígenas de la vida institucional del país. La reducción al mínimo de la representación indígena y la denegación de la consulta indígena en el Consejo Constitucional, así como la pobreza del reconocimiento intercultural ofrecido (incluso ya en proyecto de los expertos) sinceran que la Nación indivisible que dicen defender, la quieren lograr mediante una recurrente expulsión de lo indígena de su proyecto identitario de tradiciones chilenas, ahora blindadas constitucionalmente.

El probable rechazo en diciembre de la Constitución identitaria derechista, no puede hacernos olvidar que la exclusión de los pueblos indígenas es algo que se verifica en Chile cada día -y hoy igual como ayer-, en cada proyecto de inversión que use a los territorios indígenas como zonas de sacrificio y degrade sus ecosistemas, mutilando o deformando la consulta indígena y otros derechos consagrados en el derecho internacional, ante la indolencia de las instituciones del país.

La solución conservadora para la cuestión mapuche vuelve siempre a su pasión atávica por la reafirmación del orden, en lugar de usar la democracia y sus capacidades de diálogo. Incluso ahora se agrega el recurso a la violencia privada, en la figura de una legítima defensa muy privilegiada en la ley de usurpaciones.

Casi nada se ha hecho para que esto sea diferente. El diálogo intercultural todavía brilla por su ausencia, y ya no se habla en serio de los derechos indígenas.

Sin embargo, aparece también que buena parte de los liderazgos mapuche recientes también tienen problemas para leer al propio mundo mapuche. El fracaso, por ejemplo, del proyecto de nueva Constitución de la Convención (2021-2022), no ha sido reflexionado con autocrítica. Aún después de un año, se repite una y otra vez que fue la desinformación, pero sin hacerse cargo de cómo contribuyeron a que se desperdiciara una oportunidad única de reconocimiento.

Algunos dirigentes e intelectuales indígenas, ante el escenario de retroceso e invisibilidad de la agenda indígena en la actualidad, prefieren culpar siempre a los otros, por su permanente y estructural racismo, cuestionando un rechazo cultural e incluso estético de lo popular-indígena, pero no están dispuestos a asumir el trabajo de reflexión política que requiere el pueblo mapuche.

¿Por qué, en un momento estelar, el pueblo mapuche no logró articular un proyecto que lo convenciera a sí mismo? Mucho tuvo que ver con una sintonía de dirigentes e intelectuales mapuche más bien con un estilo de política de la identidad que circula por el mundo, que es una reivindicación de reconocimiento para un ego individual antes que para formas colectivas de vida. El particularismo de ese tipo de políticas de identidad sedujo y confundió a las élites mapuche, llevándolas al precipicio, alimentando un maximalismo y una retórica destituyente, alejándolas de las necesidades de sus bases y haciéndolas perder el necesario realismo estratégico.

Más allá de los desvaríos de izquierdas y derechas chilenas, el pueblo mapuche tiene la tarea de reencontrase a sí mismo para retornar eficazmente y como es debido a la vida pública. Ese ser mapuche, que es lo que ha resistido todos los genocidios y exclusiones, no es otra cosa que la propia espiritualidad. La reafirmación de la espiritualidad mapuche nos permite orientarnos. Ella convierte a los indígenas en algo que no se disuelve del todo ni con el intercambio cultural ni en el mestizaje sanguíneo y los conecta con la razón de persistir en sus luchas. No es una esencia inmutable ni delimitada, pero es lo único que puede devolver los pies a la tierra al liderazgo mapuche para proponer a Chile una consistente reconciliación con justicia y dignidad, evitando tanto las trampas identitarias chilenizantes o indigenistas, como a los funestos extremismos.

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