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La dictadura detrás de un lente: los fotógrafos que retrataron las distintas caras del Chile de Pinochet

Seis reporteros gráficos conversan con EL PAÍS sobre las imágenes que marcaron sus carreras entre 1973 y 1990

fotógrafos durante la dictadura de Pinochet
EL PAÍS

Parte importante del registro de los años de la dictadura en Chile lo hicieron fotógrafos agrupados bajo la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI), una agrupación gremial formada en 1981 para proteger a todos los que desempeñaban el oficio al margen de la institucionalidad. Existió hasta 1990 y llegó a agrupar cerca de 300 fotógrafos. EL PAÍS conversó con seis de ellos para conocer la historia detrás de una de sus fotografías.

Claudio Pérez: “La rabia de la gente, ese rostro que aparece en la foto, te mira profundamente”

Una retoma de un terreno el 21 de noviembre de 1984 en la comuna de Puente Alto (Santiago).
Una retoma de un terreno el 21 de noviembre de 1984 en la comuna de Puente Alto (Santiago).Claudio Pérez

En 1978, Claudio Pérez (65 años, Santiago) decidió autoexiliarse junto a unos amigos en Brasil. En el Chile de la dictadura se sentía enjaulado: “No podíamos hacer lo que queríamos, pero tampoco éramos parte de la resistencia”. Ahí sobrevivió en un hostal universitario, vendiendo poesía del exilio hasta 1983. Ese año arrancaron las primeras protestas contra la dictadura en Chile y Pérez veía con una mezcla de rabia y emoción lo que estaba ocurriendo en su país. Fue la canción A mi ciudad del grupo Santiago del Nuevo Extremo la que lo hizo cuestionarse. “Canta, es mejor si vienes. Tu voz hace falta. Quiero verte en mi ciudad”, decía la letra, que el chileno escuchaba con los pelos de los brazos erizados y que interpretó como una señal de que tenía que regresar a Chile. Llegó a Santiago en noviembre de 1983 con una cámara bajo el brazo. Antes de partir de Brasil, unos amigos le hicieron una credencial falsa para que pudiera pasar como corresponsal fotográfico, la que le permitió acreditarse. Compró un pequeño manual de la marca Kodak, empezó a aprender y a salir a la calles.

La fotografía fue tomada por Claudio Pérez el 21 de noviembre de 1984 en la actual población Nocedal, en la comuna de Puente Alto, en el sur de Santiago de Chile. A los fotógrafos les llegaban de oídas las posibles manifestaciones o actividades que se iban a realizar. En este caso, una retoma de terreno. Un tiempo antes, el 27 de septiembre, había sido la toma en la que asesinaron a Julio Valencia Castillo, de 32 años, taxista y dirigente de los comités de allegados del municipio. Según el Informe Rettig, Valencia “fue ejecutado con arma blanca por agentes del Estado, quienes violaron gravemente sus derechos humanos”.

Claudio Pérez muestra parte de su archivo, donde tiene hojas de contacto y fotografías de los años 80.
Claudio Pérez muestra parte de su archivo, donde tiene hojas de contacto y fotografías de los años 80.Cristian Soto Quiroz

El día de la retoma, Claudio Pérez recuerda que había un sentimiento de rabia entre los pobladores. A las siete de la mañana del 21 de noviembre, Pérez junto a otros fotógrafos -Marco Ugarte, Francisco Bustamante, Óscar Navarro, Carlos Tobar y Pablo Salas- se instalaron en la toma con sus lentes y cámaras en mano. Según relata Pérez, esperaron mucho rato hasta que llegó Carabineros. “Todos teníamos miedo, llevábamos cinco horas sin comer nada. De repente, llegaron con tanquetas, nos llenaron de balines, un helicóptero sobrevolaba la toma. Los fotógrafos estábamos escondidos bajo un poste de luz. Reprimieron, balearon a no sé cuánta gente, mujeres, niños, cabros [muchachos], de todo. Esta foto es después de que llegaran los pacos [Carabineros]. La rabia de la gente, ese rostro que aparece en la foto, te mira profundamente”, dice Claudio, mientras con sus dos manos sostiene el registro.

Helen Hughes: “Todos sentíamos la amenaza de la detención y cosas peores”

Romería por el hallazgo de cuerpos en los Hornos de Lonquén.
Romería por el hallazgo de cuerpos en los Hornos de Lonquén.Helen Hughes

Helen Hughes (74 años) nació en Oklahoma, en el centro de Estados Unidos y desde temprana edad tuvo una cámara entre sus manos: “Con ella fui retratando mi diario de vida”, cuenta. Una vida que dejó pasos en muchos países, pero que enraizó en Chile. En Francia conoció a su marido Juan Mateo O’Brien, sociólogo chileno, además de cantante y guitarrista en la banda de rock Los Vidrios Quebrados. La joven pareja se instaló en Chile, pero tras el golpe de Estado volvieron a emprender vuelo. Pasaron por Suecia, Estados Unidos y Perú y en 1977 volvieron a suelo chileno donde Hughes empezó a buscar trabajo. Supo que en la Vicaría de la Solidaridad buscaban a alguien, se unió como colaboradora y trabajó ahí entre 1978 y 1983. “El trabajo en la Vicaría fue como grabar la historia para los descendientes de la gente que salía en las fotos”, dice Helen. Tiempo después, junto a Luis Navarro -también fotógrafo de la Vicaría- se unieron a la AFI: “Todos sentíamos la amenaza de la detención y cosas peores. Había seguridad en grupo. Si alguien era detenido los demás sabían”, dice.

Como parte del equipo de la Vicaría, Helen Hughes fue a tomar fotos del cementerio clandestino de los Hornos de Lonquén en noviembre de 1978, donde se encontraron los restos de 15 detenidos desaparecidos el 7 de octubre de 1973 en Isla de Maipo, al sur de la capital chilena. Fue uno de los primeros hallazgos de cuerpos de detenidos, lo que marcó un punto de inflexión en la dictadura de Pinochet (1973-1990), a pesar de que la justicia llegó 40 años más tarde, cuando en 2017 cinco exuniformados fueron condenados a 15 años de cárcel como responsables de esos homicidios.

Helen Hughes en su casa en la comuna de Ñuñoa, el 26 de agosto.
Helen Hughes en su casa en la comuna de Ñuñoa, el 26 de agosto.Cristobal Venegas

La foto que muestra Helen Hughes fue tomada una vez que los restos fueron retirados, entre febrero y marzo de 1979, en un acto de conmemoración que realizaron los familiares. Con sus ojos de un azul intenso, mira detenidamente, como intentado retener un pequeño detalle que antes hubiera pasado por alto, su registro en la pantalla de un computador. La fotografía fue tomada un fin de semana con su máquina Nikon. “La gente venía gritando ‘Compañeros de Lonquén presentes’ y después iban nombrando a cada uno”, recuerda Hughes con su español aún fuertemente teñido de sus raíces norteamericanas. En las fotos se ve al jesuita José Aldunate, también está Ana González, activista por los derechos humanos y quien perdió a su esposo, dos hijos y a una nuera embarazada durante la dictadura.

Héctor López: “La imagen juega un papel central en la construcción de la memoria”.

“Mira lo que encontré en mi casa”, le dijo un compañero de curso a Héctor López (67 años, Santiago) a los 13 años. Era una cámara de plástico de la marca Amiga. No quedó muy sorprendido por el descubrimiento pero, para acompañar a su amigo, decidió seguirle el juego. Juntos le compararon un rollo fotográfico y no pararon. Eran tardes enteras haciendo click. Ya en la universidad, López en plena dictadura, se dio cuenta de que su forma de resistencia iría unida a la fotografía: “Cuando se desencadenaron las primeras manifestaciones masivas, dije ‘aquí está mi rol, tengo que salir y hacerme cargo de esto”. Tiempo después se incorporó a la AFI con un grupo de jóvenes que buscando resguardo para su oficio: “Teníamos la necesidad de que alguien nos protegiera, porque no teníamos credenciales”. Al año siguiente de su llegada, en 1986, fue presidente de la AFI.

La fotografía es del funeral oficial de Salvador Allende, un 4 de septiembre de 1990, casi 17 años después de que el mandatario se quitó la vida. “Si tú no cuentas que es el funeral de Allende, puede ser cualquier cosa. Podría ser el partido del Colo-Colo con la U o puede ser un día cualquiera. De todas maneras, esa vida cotidiana representa la atmósfera de un tiempo, de la época de un país”. No está el féretro de Allende, tampoco hay una pancarta donde se pueda leer su nombre, ni una fotografía del presidente socialista. “Traté de ser fiel a lo que yo hago. Me metí entre la gente y ahí van saliendo las cosas (...) Empecé a hacerme cargo de hacer un registro de lo que pasa afuera de la realidad más dura”. Sobre esta fotografía y sobre tantas otras, dice López: “Construyen una parte de la historia. Son formas de traspasar a los que vienen. Traspasar los saberes, los conocimientos, las historias y yo creo que la imagen juega el papel de ser parte de la construcción de la memoria”.

Patricia Alfaro: “En la calle los fotógrafos de la AFI eran mi tribu”

La cámara de fotos era uno de los juguetes más preciados para los hermanos Alfaro. Y para Patricia Alfaro (60 años, Valdivia) terminó transformándose en su profesión. En 1980 ingresó a la ya extinta academia de fotografía Fotoforum, especializándose en reporterismo gráfico. Hizo su práctica profesional en el semanario Fortín Mapocho, uno de los medios más célebres de la oposición a la dictadura: “Esa fue mi verdadera escuela”, dice. Empezó a salir a las calles y poblaciones, intentando mostrar cómo vivían los chilenos en esa época. En esas salidas se encontraba con los demás fotógrafos de la AFI: “En la calle ellos eran mi tribu. Nos acompañábamos, nos cuidábamos”, relata con cariño recordando a sus compañeros de oficio.

La imagen que muestra Patricia Alfaro es de una olla común en 1982, en la población La Bandera en el sector sur de Santiago de Chile. “Esa foto me gusta mucho porque había alegría en ese lugar. Las mujeres tenían esa fuerza interna y esas sonrisas para trabajar con otros y para otros”, dice. Era la hora de almuerzo. El menú, porotos (frijoles) con “mucha” rienda (pasta). Las mujeres cocinaban, se reían y conversaban: “Hablaban del ser mujer, de lo que les pasaba con su pareja, con sus hijos. Además, se valoraban unas a otras. Por ejemplo, decían: ‘Es que la Juanita picó cinco kilos de papas y lo hizo súper rápido”, comenta Patricia, también con una sonrisa. Llegaban a repartir casi 100 porciones, recuerda, y los porotos también eran compartidos con los periodistas y fotógrafos. “Sin ellas y tantas otras mujeres no habría resultado la sobrevivencia en tiempos de dictadura”, dice.

Álvaro Hoppe: “Que las imágenes sirvan para que no se repitan ciertas situaciones”

La policía chilena detiene a un niño en el pasaje Nueva York, en pleno centro de Santiago, en el año 1989, durante la dictadura militar comandada por Augusto Pinochet.
La policía chilena detiene a un niño en el pasaje Nueva York, en pleno centro de Santiago, en el año 1989, durante la dictadura militar comandada por Augusto Pinochet.Álvaro Hoppe

Para el 11 de septiembre de 1973, Álvaro Hoppe (67 años, Santiago) era todavía un estudiante de secundaria de 14 años. Pero en 1979, ya egresado del colegio, empezó a tomar fotografías. Se integró a la revista APSI, uno de los primeros medios opositores al régimen de Pinochet. En sus salidas fue encontrándose con otros y otras, que, al igual que él, retrataban la época y en 1982 se integró a la AFI. “Que las imágenes sirvan para que no se repitan ciertas situaciones. Que sirvan para testimoniar, porque la historia muchas veces es un espiral de cosas que se repiten”.

“Piececitos de niño, dos joyitas sufrientes, ¡cómo pasan sin veros las gentes!”. Con esta imagen Álvaro Hoppe recuerda los versos del poema Piececitos de niño de Gabriela Mistral. Ese “instante fugaz”, como dice Hoppe, fue registrado en el pasaje Nueva York, en pleno centro de Santiago, en el año 1989. “Yo iba a La Moneda porque había una actividad. Saliendo del metro Universidad de Chile me encontré con esta escena. Sentí dolor, sentí rabia”, relata el fotógrafo. Es un niño que no tenía más de 10 años, “parecía que estaba vendiendo algo porque tenía una bolsa en la mano”, cuenta Hoppe. Y agrega: “Hay otra fotografía en la que se ven los rostros de los Carabineros, pero yo opto por mostrar esta para simbolizar a toda la policía de ese tiempo”. Fuera de cuadro, una pareja camina sin inmutarse por la escena que registró Hoppe: “¡Cómo pasan sin veros las gentes!”, toma prestado el poema de la poeta chilena.

Ana María Valverde: “Había mucha alegría y efervescencia”

Marcada por las fotografías de la revista Life que había en su casa del campo, a Ana María Valverde (64 años, Chillán) siempre quiso ser fotógrafa. Por eso, tras ver un aviso en el diario, decidió inscribirse en el Instituto Eses, una de las primeras escuelas de fotografía en Chile. Como estudiante empezó a salir a registrar las calles de la capital, especialmente los campamentos y tomas.

La fotografía que muestra Ana María es de una toma de terreno en el campamento cardenal Raúl Silva Henríquez en la comuna de La Cisterna, al sur de Santiago, en septiembre de 1983. Aún siendo estudiante recuerda que tomó una micro y tuvo que caminar muchos kilómetros para llegar hasta ese lugar. “Había mucha alegría y efervescencia porque tenían que armar todo muy rápido, pero no había miedo”, cuenta Ana María. Instalaban las carpas y lo primero que hacían era poner la bandera chilena. Como aún hacía frío en la capital, era común ver braseros en cada carpa. Todo estaba muy organizado: “Cada uno sabía qué hacer, habían guardias por sectores en caso de que llegaran los Carabineros, otras mujeres se dedicaban a cocinar para todo el campamento, también había un lugar especialmente para que estuvieran los niños”, relata la fotógrafa.

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