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Paulina Vodanovic, líder socialista de Chile: “A 50 años del golpe, tenemos una derecha democrática debatiendo una nueva Constitución”

La senadora analiza en entrevista con EL PAÍS el avance del Partido Republicano y sus implicaciones para el Gobierno de Boric. “Hoy, el problema de la izquierda y de la centroizquierda en Chile somos nosotros mismos”, reconoce

Paulina Vodanovic, senadora, abogada y líder del Partido Socialista en su casa de Santiago.
Paulina Vodanovic, senadora, abogada y líder del Partido Socialista en su casa de Santiago.Sofía Yanjarí
Rocío Montes

El Partido Socialista chileno, que ha protagonizado la política local en los últimos 90 años –fue el partido de Salvador Allende, derrocado con un golpe de Estado hace medio siglo–, ha sido una de las fuerzas tradicionales castigadas por los electores, que hace una semana apostaron por nuevas formaciones políticas en Chile en las elecciones del Consejo Constitucional para redactar una nueva propuesta de Constitución. Parte del Gobierno de Gabriel Boric –con socialistas a cargo de ministerios clave como Hacienda y Secretaría General de la Presidencia, que lleva las relaciones con el Congreso–, el PS consiguió un 6% de la votación y seis escaños en el órgano. Paulina Vodanovic (Santiago, 51 años), de familia socialista (su padre, Hernán, fue un histórico dirigente) aborda en esta entrevista con EL PAIS los principales desafíos de la izquierda chilena ante la irrupción categórica del Partido Republicano, de la extrema derecha de José Antonio Kast. La formación se quedó con un 35% de los votos y 23 escaños en el Consejo Constitucional, aunque nunca ha estado por cambiar la Constitución vigente de 1980, redactada en la dictadura de Augusto Pinochet. Abogada cercana a la expresidenta Michelle Bachelet, recibe a este periódico en su casa del municipio de Ñuñoa, en la zona oriente de la capital.

Pregunta. ¿Cómo se explica el resultado del domingo?

Respuesta. El análisis hay que hacerlo desde atrás, no desde lo inmediato. Para mí fue un muy duro golpe cuando perdimos el Gobierno por segunda vez ante Sebastián Piñera, en 2018. Se consolidó una derrota profunda para la centroizquierda de la que no nos hemos hecho cargo hasta hoy. Luego, en 2021, Kast ganó la primera vuelta presidencial. Nos sobrepusimos electoralmente, porque La Moneda la ganó finalmente el presidente Boric, pero no nos hemos sobrepuesto políticamente. Y lo del 4 de septiembre pasado: cuando un 62% rechazó una propuesta de nueva Constitución que nosotros apoyábamos. Falta no solo el análisis profundo de todas estas derrotas, sino una lectura de futuro. De cómo lo revertimos con una visión de largo plazo.

P. ¿Y cómo se logra revertir este escenario tan desfavorables para las izquierdas chilenas?

R. Precisamente, el hecho de hablar de las izquierdas chilenas muestra la complejidad. El PS ha gobernado siempre en coalición y tiene muy arraigado lo de tomar decisiones en colectivo, lo que enriquece el debate, la opinión y la unidad. Pero los distintos partidos que hoy conforman el Gobierno [el Frente Amplio, el Partido Comunista y los del ala más moderada, como el socialista y el PPD] no tenemos la posibilidad de debate y desencuentros, que son necesarios. La gracia de la democracia es, ante la divergencia, lograr una síntesis y una acción política conjunta. Los partidos oficialistas, sin embargo, no hemos sido capaces de ser un apoyo y sustento real del Gobierno del presidente Boric.

P. El resultado del domingo ¿es un castigo al Gobierno?

R. Hay un hartazgo de la discusión constitucional, por una parte. Segundo: hubo mucho desconocimiento del proceso y poca difusión, por lo que fuimos críticos, incluso respecto del Gobierno. Y observo que hay un voto de castigo, porque el 35% de los republicanos, el 17% de nulos y el 4,5% de blancos, nos dice algo. Hay un cansancio hacia las formas de la política tradicional, que no se concentra en la solución de los problemas inmediatos de la gente, como lo hacen los movimientos o partidos nuevos. Y en Chile, eso lo ha sabido leer muy bien la derecha. Cuando comenzamos a escuchar que los parlamentarios no hablaban de las leyes sino de los semáforos, algo cambió en Chile.

P. En los años noventa, Joaquín Lavín, de la UDI, instaló el llamado cosismo y casi llega a La Moneda en 1999.

R. Y desde nuestro sector lo criticamos, pero tal vez no estaba tan equivocado, porque se hacía cargo de lo urgente. Hay algo táctico y estratégico. Son dimensiones distintas y debemos transitar en ambos sentidos. Lo táctico es lo coyuntural. Pero, además, desde las izquierdas chilenas hemos perdido una visión estratégica. La izquierda encuentra siempre más puntos de disenso que de consenso. En cambio, la derecha busca unirse y hoy ha unido a Chile en torno al miedo. Contra Allende, la derecha unió a Chile por el hambre. Hace 50 años creció el desabastecimiento y hoy crece el temor de la población frente a la inseguridad ciudadana, un problema que, por cierto, no quiero minimizar.

P. ¿Y en qué momento dejó la izquierda chilena de interpretar al pueblo?

R. Ha faltado reflexión respecto de quién es el pueblo, a quién le estamos hablando, porque el pueblo de Allende hoy no existe. El PS nació hace 90 años buscando interpretar no solo al proletariado, sino a la clase media profesional y emergente. Y hoy, ese mundo no necesariamente es interpretado por la izquierda. Le hablamos a un otro que no sabemos representar. La clase media chilena, que hoy se siente abandonada, tal vez observa con esperanza las nuevas ofertas como las del Partido Republicano. Empatizar con las necesidades de la gente es más necesario que nunca.

P. ¿No tienen las izquierdas un problema con el voto obligatorio, como han mostrado las dos últimas elecciones? Los nuevos electores que no tienen ninguna conexión con la izquierda, ni la clásica ni la emergente.

R. Estoy de acuerdo con el voto obligatorio y lo he estado siempre. Representa un desafío para la política y para la educación política, porque la Constitución de 1980 nos transformó de ciudadanos a consumidores. ¿Cómo politizamos, en el sentido de generar interés en la polis y en los problemas del país? Y no: no soy partidaria de reabrir la discusión sobre el voto obligatorio. No se puede tomar una decisión de este tipo en base a la conveniencia, porque para la izquierda hoy sea adverso.

P. Solo un consejero republicano, Luis Silva, obtuvo en Santiago más votación que todo el PS junto a nivel nacional. ¿Qué le sucede ante este hecho?

R. Duele. En un dolor que tengamos una derecha que ha hecho su tarea por libro y copiado modelos extranjeros que dan resultado. Pero no creo que haya que sobre interpretarlo, porque estos fenómenos novedosos, tienen este éxito precisamente porque son nuevos. Y no quiero desmerecer el resultado de los republicanos ni desatender ese llamado de atención para nosotros. Como Partido Socialista, oficialismo y progresismo, el resultado de las elecciones en Chile nos tiene que doler, remecer. Y esta herida no se puede cicatrizar en una semana para seguir adelante. Tenemos que mirarnos, observar a la sociedad y reconstituirnos para canalizar las aspiraciones de la sociedad. Hoy tenemos el desafío más importante que hayamos tenido en las últimas décadas, tras derrotar a la dictadura.

P. Kast ha sido leal al sistema político y se ha manejado dentro de los canales democráticos. ¿Coincide?

R. Claro, por eso mismo yo misma me he corregido cuando hablo de la derecha democrática, en alusión a los partidos tradiciones de este sector. Hay que darle tiempo a los republicanos. Pero nuestro problema no puede enfocarse en los republicanos. Hoy, el problema de la izquierda y de la centroizquierda en Chile somos nosotros mismos.

P. La derecha más extrema muestra su fuerza, justamente, a 50 años del golpe de Estado.

R. Muchos le dan el carácter de gravedad emocional al hecho que, a 50 años del golpe, vayamos a tener una constituyente que tiene una mayoría de la derecha tan dura. Pero hay otra lectura: a 50 años del golpe, tenemos una derecha que está en la senda democrática, que no es una derecha golpista. Que quienes estuvieron por derrocar un régimen democrático en 1973, con el bombardeo a La Moneda, hoy están debatiendo una nueva Constitución.

P. ¿Qué pasaría si la propuesta de nueva Constitución esta vez se vuelve partisana, pero en favor de la derecha?

R. Si esta nueva propuesta de nueva Constitución se vuelve un texto de la derecha –redactada por la derecha y para la derecha, para reeditar la Carta Fundamental actual– no tiene ninguna posibilidad de aprobarse. Porque las buenas constituciones no son de izquierda ni de derecha. La responsabilidad que tenemos todos, y en particular las derechas, es tener un texto que consagre lo fundamental. En lo que nos una y represente a todos.

P. En el caso de un texto cargado, ¿las fuerzas oficialistas podrían llamar a rechazar en el plebiscito de diciembre?

R. No quisiera que eso ocurra y pondré todo mi esfuerzo porque sea posible aprobar una nueva Constitución. Justamente a 50 años del golpe de Estado, la más grave fractura de nuestra democracia, en Chile tenemos una importante posibilidad de encuentro y diálogo: pensar más allá de las trincheras y elaborar entre todos las reglas del juego del futuro.

P. ”Hace 40 años el pueblo chileno mediante las protestas nacional supo levantarse unido en contra de la dictadura y hoy nuevamente debe unirse para frenar la regresión ultraconservadora”, escribió el secretario general de su partido, Camilo Escalona. ¿A qué apunta?

R. Se lo representé en privado al secretario general. No creo que sea el momento de levantamientos. Es muy distinto el escenario de levantarse frente a una dictadura opresora con miles de muertos y detenidos desaparecidos, que levantarse en un escenario de resultados democráticos que hoy día le han dado la mayoría a la derecha y, en especial, a los republicanos. La democracia se respeta, independientemente de los resultados.

P. Al analizar la lista oficialista que compitió en las elecciones de hace una semana, los tres partidos del Frente Amplio alcanzaron un 12% y el PC un 8%, con lo que la alianza original de Boric obtiene un 20%. El PS, en cambio, de la izquierda moderada, un 6%. ¿Los socialistas, entonces, son desbordados por la izquierda?

R. Nuestra participación e incidencia política será mucho mayor a nuestro rendimiento electoral: tendremos seis consejeros de los 16 oficialistas y seis de los 51 consejeros del órgano, lo que representa un 12%. Tendremos una presencia importante y representaremos, probablemente, a los que quedaron fuera del consejo [la lista del PPD de la centroizquierda, de Ricardo Lagos, que obtuvo un 9% y ningún consejero] y que adscriben a la Internacional Socialista.

P. Apenas 16 consejeros del oficialismo es tan poco que no tendrán ni poder de veto...

R. Pero, ¿qué queda?¿bajar los brazos? ¿abandonar el proceso? Todo lo contrario: desde dentro tenemos que hacer oír la voz de la izquierda y la centroizquierda y llegar a acuerdos. La gran misión de los socialistas será servir de puente entre los distintos sectores políticos, incluyendo a toda la derecha. Dependerá mucho de la actitud de los republicanos, pero yo espero que no decidan atrincherarse y ejercer su poder de veto, sino llegar a consensos y a acuerdos. Ellos son 23 y el resto, 28.

P. ¿Qué señales han dado esta semana los republicanos?

R. El consejero Silva, que imagino los liderará, por su alta votación, me parece una persona bastante sensata: no ha manifestado interés en bloquear el proceso, sino, por el contrario, llegar a acuerdos. Siendo él profesor de derecho constitucional, me gustó mucho que dijera que buscaba una Constitución breve. Tengo esperanzas en que los republicanos empujen por una nueva Carta Fundamental, porque un 80% de la ciudadanía en 2020 estuvo por reemplazarla.

P. ¿En qué pie queda el Gobierno de Boric y sus reformas tras el resultado del domingo?

R. El Gobierno ha dicho –y nos lo ha dicho a los partidos– que las reformas que están comprometidas, como la tributaria y la de pensiones, las vamos a llevar a cabo desde el Congreso. Pero hay que hacer un énfasis en aquello que no es legislativo: hay un tema de gestión importante, donde hay un espacio enorme para que este Gobierno pueda cumplir con sus aspiraciones iniciales y las necesidades de la ciudadanía.

P. La ministra Camila Vallejo dijo a EL PAÍS: “El Gobierno de Chile no torcerá su dirección sea cual sean los resultados de la elección”.

R. Pero hay que aclarar aquello: no se trata de obstinación. Es un compromiso para mejorar las vidas de los chilenos y chilenas. En 2026, deberíamos entregar el país de mejor manera.

P. El analista Cristian Valdivieso ha dicho que es temprano para decir que la derecha tiene mejores opciones para las próximas elecciones, pero que si el Gobierno y la izquierda no asumen su derrota profunda, la derrota de su programa y de su agenda de transformaciones, está condenado a la irrelevancia, al fracaso y a entregarle el poder a la derecha en marzo de 2026.

R. Las autocríticas no son un asunto de una semana. Hoy estuve con la expresidenta Bachelet y fue muy insistente: hay que mirar en detalle los datos, pero no por una cosa estadística, sino porque hay que entender y tratar de dilucidar por qué estamos en esta situación. Y a partir de ese análisis en profundidad, ver cómo podemos revertirlo. En todo caso, no sé si inevitablemente esto nos lleva a entregarle el poder a la derecha.

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Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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