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Mucho más que funcionales

Jaime Martín y la Filharmonía de Galicia cierran brillantemente el año de la Filarmónica Ferrolana con serenatas de Mozart y Brahms

Concierto de la Real Filharmonía de Galicia en una imagen cedida.
Concierto de la Real Filharmonía de Galicia en una imagen cedida.xaime martín

La Sociedad Filarmónica Ferrolana ha cerrado el año 2019 con un gran concierto de la Real Filharmonía de Galicia, que había programado para la ocasión la Serenata nº 9 en do mayor, “Posthorn”, KV 320 de Mozart (1756 – 1791) y la Serenata nº 1 en re mayor, op. 11 de Brahms (1833 – 1897). Un programa de gran interés con el que la RFG presentó a los filarmónicos ferrolanos –como el día anterior a sus abonados de Santiago- el contraste entre dos obras maestras del género.

La serenata era un género funcional usado en época de Mozart prácticamente como música ambiental. Eran obras escritas por encargo para la celebración, generalmente al aire libre, de acontecimientos familiares o sociales y solían tener un carácter entre ligero e intrascendente. Pero no en Mozart, claro. Como tres años antes en la Haffner, el salzburgués trasciende los límites expresivos habituales con temas, tratamientos y honduras que reflejan su genio creador.

Escrita en Salzburgo en 1779, tras su viaje a Mannheim y París, la Posthorn tiene una orquestación impregnada de lo que conoció en la ciudad alemana. La versión de Jaime Martín al frente de la Real Filharmonía puso de manifiesto la riqueza instrumental de la obra y su seriedad conceptual. La parte solista fue brillantemente interpretada por Javier Simó en la trompa de postillón, Laurent Blaiteau a la flauta y Christina Dominik al oboe.

Tras los minutos de duración del descanso, el programa experimentó un salto temporal de tan solo ocho décadas; pero en la Serenata nº 1 de Brahms se aprecia no solo este lapso de tiempo. Es más notable la evolución del papel social y consideración artística del compositor tras ese terremoto del sinfonismo llamado Beethoven. Y el de Bonn se convirtió para Brahms en el fantasma siempre presente cuya sombra le sustraía el ánimo necesario para escribir sinfonías. Martín demostró en esta segunda arte su dominio del género.

La Real Filharmonía se mostró soberbia de sonido y expresión en el Allegro molto inicial, con una densidad orquestal bien brahmsiana. En el Adagio brillaron la trompa de Jordi Ortega, el clarinete de Beatriz López y las maderas sobre la oscuridad general de la cuerda. El canto de los

clarinetes sobre los staccati de fagotes y el de la cuerda aguda fueron lo más notable de los minuetos I y II.

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El segundo Scherzo tuvo, como el anterior, el contraste entre ligereza rítmica y la densidad armónica ya presente en este aún joven Brahms.

La brillantez orquestal y el contraste rítmico brahmsianos fueron expresados magistralmente por Jaime Martín y la Real Filharmonía en el Rondó final, cerrando así la noche en un círculo brahmsiano prácticamente perfecto. El aplauso de los filarmónicos ferrolanos compensó en buena parte las lluvias y los vientos que la borrasca Fabien dejó en Caranza como anticipo de su paso por Galicia.

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