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La noche de los invisibles

Unas 200 personas desafían al frío y duermen al raso en la capital para visibilizar a los sin techo. Madrid se sumó a una iniciativa desarrollada de forma simultánea en 56 ciudades de todo el mundo

Varias personas descansan en el suelo en el espacio cultural Matadero.
Varias personas descansan en el suelo en el espacio cultural Matadero. ANDREA COMAS

"Hace un frío que pela”, reprocha Marina a su novio. El plan pintaba bien: disfrutar de unos conciertos y dormir bajo las estrellas, pero el cielo, encapotado, le dejó sin ellas. La música le encantó. Bailó, cantó y lo pasó en grande durante horas. Las cosas se complicaron a medianoche, cuando la veinteañera se envolvió en su saco de dormir y trató de conciliar el sueño al raso. Imposible pegar ojo. El termómetro apenas marcaba tres grados y el suelo del centro cultural Matadero se había convertido en territorio hostil. Estaba duro y congelado. Si aguantó fue por visibilizar a quienes sufren ese drama cada día. Ese era el objetivo de la primera edición de La Noche Sin Hogar en España, una actividad reivindicativa que nació en 2017 en Escocia y que este sábado se ha desarrollado de forma simultánea en 56 ciudades de todo el mundo.

Marta Peña es una de las 200 personas que decidieron pasar la noche a la intemperie de Madrid después de la agradable velada musical que abrió el evento. Una forma muy particular de darle la bienvenida a sus 46 años. En lugar de celebrar una fiesta y soplar las velas, la mujer pidió a su pareja que le acompañara a pernoctar sobre unas gélidas baldosas. Aceptó. Y ahí estaban, en mitad de un mar de mantas térmicas de aluminio, abrazados para mitigar el azote de las bajas temperaturas en una explanada vallada y rodeados de desconocidos. “No somos conscientes de la dimensión del problema. Es indignante que haya tanta gente durmiendo en la calle”, reconoce Peña. Un informe elaborado por el Gobierno cifra en 33.000 las personas que pasan las noches al raso en España. En la capital, el sinhogarismo afecta a 2.800 personas. El recuento efectuado el año pasado encendió las alarmas: el número de sin techo había aumentado un 24%.

“La solución es política. Existen recursos, pero hay que poner el problema en la agenda”, explica Francisco Rodríguez. Dormir en el suelo es incómodo, pero reconoce que su experiencia no tiene nada que ver con la realidad. Está abrigado, duerme en un saco en lugar de cartones y, cuando pase la noche, volverá a casa para descansar. “Lo grave de dormir en la calle no es el frío, sino la falta de futuro, la soledad y las miradas de rechazo”, subraya Julio de Ia Iglesia, de 55 años. A unos metros, una chica sube un poco más la cremallera de su saco. Con el paso de las horas, el frío comienza a calar: “Tengo ganas de ir al baño, pero no pienso moverme. No quiero imaginarme cuánto sufre alguien que vive en la calle”. Un estudio del centro de acogida Assis alerta de que las personas sin hogar tienen una esperanza de vida 30 años menor que el resto de la población. La mitad de ellas han sufrido delitos de odio y padecen cinco veces más la discapacidad.

Concienciar

Lo sabe bien un grupo de estudiantes llegado desde Zaragoza para visibilizar al colectivo con el que trabajan de forma voluntaria en su ciudad. “Es gente que ha terminado en la calle por diversas razones. Le puede pasar a cualquiera”, advierte Elisa Salvador, de 22 años. Cuando las luces de Matadero se apagan y el silencio envuelve la zona, hay quien critica que el evento lo patrocinen promotoras de viviendas y entidades bancarias. Marta Peña, la cumpleañera, sostiene que da igual quien ponga el dinero porque lo importante es concienciar. “Ser activista no tiene que ser aburrido. Si hay que llegar a la gente a través de los artistas, pues con artistas”. Sandra González admite que vino solo por la música, así que no se quedó a dormir. Los pases costaban 15 euros y se han vendido más de 1.600, aunque el público nunca llegó al millar. Muchos pagaron solo por colaborar.

La mitad del dinero recaudado servirá para financiar un proyecto internacional gestionado por Fundación Malala y Unicef. Con el 50% restante, Hogar Sí, organizadora del evento en Madrid, financiará viviendas. En los últimos cinco años, esta ONG ha logrado que 335 personas dejen de vivir en la calle gracias al sistema Housing First, un modelo de intervención que nació en Estados Unidos en la década de los noventa para fomentar la inclusión de personas sin hogar. “Es una causa compleja, pero esta es una forma de sumar a la ciudadanía a una realidad invisible”, indica Maribel Ramos, subdirectora de Hogar Sí. A escasos metros, Noé, Esther y Pilar, trabajadores sociales, se hacen fotos en un photocall instalado para la ocasión. Toman pancartas con diferentes mensajes, aunque no tan desgarradores como los de María o Iván, que contaron su experiencia en la calle a través de la inmensa pantalla que presidía el escenario.

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“He recuperado el orgullo. Ahora puedo abrir y cerrar una puerta. Esta casa me ha salvado la vida”, reconocía María en el vídeo. Sus testimonios se intercalaron con las actuaciones de Depedro, La La Love You, Marlango, Marwan, Despistaos y Andrés Suárez. Sus canciones llevaron al éxtasis a los asistentes, pero todos hicieron hincapié en el motivo que les había reunido. “Mi padre, palestino, fue refugiado y nació en una tienda de campaña. Sé lo que significa no tener un hogar, por eso las personas con poder de convocatoria tenemos que volcarnos con las causas sociales”, recalcó Marwan a EL PAÍS. A su lado, Andrés Suárez reconocía que no haber participado en este concierto benéfico sería negligente. El cantautor gallego sostiene que todos vemos gente que duerme en cartones, pero que nos hemos inmunizado. Y se emociona al contar una anécdota: “Cuando vivía en Lavapiés un nigeriano murió de frío. No me lo contaron, lo vi con mis propios ojos”.

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