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Una ‘rave’ teatral interestelar

La compañía Voadora utiliza los sonidos de la sonda Voyager para montar un espectáculo musical y escénico en el teatro de La Abadía

Espectáculo 'Hemos venido a darlo todo', que propone al público interactuar.
Espectáculo 'Hemos venido a darlo todo', que propone al público interactuar.COMPAÑÍA VOADORA
Sergio C. Fanjul

Las sondas Voyager son el objeto creado por el ser humano que más lejos ha llegado. Después de más de 40 años de viaje por el Sistema Solar han logrado salir al espacio interestelar, y por el camino nos han dejado valiosas fotografías y datos de su periplo planetario. Llevan, además, el que puede que sea el legado definitivo de la civilización humana para el Universo, ahora que parece que el mundo se va a acabar, y pronto. Se trata de un disco de oro con lo que para la compañía teatral gallega Voadora es un recopilatorio de grandes éxitos de la Humanidad. Su contenido sonoro, diseñado por el astrónomo Carl Sagan (que lo describió como una “botella lanzada al océano cósmico), comprende saludos en varios idiomas, sonidos de fenómenos naturales como el mar, el viento, los grillos o el crepitar del fuego, y músicas terráqueas, desde música de flauta de pan hasta rock n roll, pasando por el folclore mexicano o la música barroca.

Un momento del espectáculo.
Un momento del espectáculo.COMPAÑÍA VOADORA

Con este material, convenientemente mezclado y tratado, los artistas han montado una especie de rave teatral e interestelar. Lo curioso es que, como señalan, a nadie se lo ocurrió enviar al espacio exterior, además del disco, un tocadiscos. Hemos venido a darlo todo es el espectáculo que, por primera vez en la historia de la compañía, pone la música en un lugar central. Se puede ver en el Teatro de La Abadía hasta el 29 de septiembre. “Empezamos a estudiar todo lo que pasa en un gran concierto, desde que compras las entradas y estás en la entrada del pabellón hasta la catarsis colectiva o los accidentes de las estrellas”, dice Marta Pazos, directora y actriz de la obra.

En un espacio completamente dorado, tres aguerridos DJ’s (José Díaz, Fernando Epelde y Hugo Torres) vestidos con trajes intergalácticos (también dorados) generan música electrónica en directo. Todo es muy Flash Gordon. A la entrada alertan al público de la luz estroboscópica y ofrecen tapones para los oídos, por si acaso. Y el público, animado a salir al escenario a bailar, a hablar si lo desean, a toma fotos o vídeos, también forma parte de la obra. “Algunas veces el público habita el escenario desde el primer momento y todas las acciones del espectáculo sucede entre la gente bailando”, dice Pazos. Estas acciones, que complementan la música, son las aventuras de un astronauta que se pelea con una máquina de vending o la irrupción de unos muñecos muy simpáticos (lo de Voadora con los muñecos y los monstruos es cosa habitual, dicen que por influencia del universo de Hayao Miyazaki) que simbolizan a la Fe y a la Razón yéndose de paseo.

"Decidir si verlo, grabarlo o vivirlo"

Aunque este espectáculo podría parecer ideal para un espacio sin butacas, donde desmelenarse a gusto sin tener que decidir si romper o no la cuarta pared, en Voadora prefieren que haya butacas y se plantee esta disyuntiva. “Es importante que estés en una butaca y tengas que transgredir, decidir si prefieres verlo, grabarlo con el móvil o vivirlo en persona”, explica Pazos. Suceden historias curiosas, como la de aquel señor que estaba tan feliz bailando como si aquello fueran las fiestas patronales de su pueblo hasta que vino su señora y se lo llevó del brazo por la puerta de emergencia. “Ahí estaba la vida latente, como una parte más del espectáculo que todos mirábamos”, recuerda la directora.

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¿Por qué unas veces la gente participa en el bailoteo con más pasión que otras? “Creemos que tiene que ver con la energía que haya entre el público”, dice Pazo, “a veces basta con alguien dé el primer paso para que el resto le sigan”. Parece un experimento de psicología social. Se narran casualidades cósmicas, como aquella ocasión en la que, un día de verano de 1990, tocaron simultáneamente Prince y Madonna en Galicia, como en una rara alineación planetaria. “Las personas se dividieron en dos tipos: las que iban a Prince y las que iban a Madonna”, cuentan los miembros de la compañía. No se explica que casi nadie fuera al show de Lalo Rodríguez, autor del Devórame otra vez, en Santiago de Compostela. Deberían haber mandado esta canción también al espacio exterior para que la gozasen los extraterrestres. Las Voyager llegaran dentro de 40.000 años a la siguiente estrella.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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