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Barcelona descriminaliza jugar a pelota en la calle

El nuevo gobierno mantiene la retirada de carteles que prohíben el balón, aunque las multas siguen vigentes

Uno de los carteles del Ayuntamiento de Barcelona que han sustituido la prohibición de jugar a pelota.
Uno de los carteles del Ayuntamiento de Barcelona que han sustituido la prohibición de jugar a pelota.ALBERT GARCÍA
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Los niños salen como una estampida de la Escola de la Concepció. Sus balones y patinetes apenas parecen vislumbrar el cartel colocado frente a la puerta de este centro público de primaria, en un pasaje peatonal del centro de Barcelona. “Jugad respetando”, reza la insignia, rodeada de ‘felices’ dibujos de niños, adultos y árboles. Hasta hace poco el mensaje era el opuesto: “Prohibido jugar a pelota”, acompañada de un dibujo de un pie y un balón tachados por una diagonal roja.

El cambio es fruto de lo que el Ayuntamiento de Barcelona llama descriminalización del juego de los niños. Tras varios retrasos, el gobierno de la alcaldesa Ada Colau anunció el pasado febrero un ambicioso plan para impulsar una ciudad más amigable para los pequeños. Y ahora, con Colau de nuevo en el cargo se prevé continuar con ese esfuerzo. “La voluntad del anterior mandato continuará en este”, explican fuentes municipales. La primera medida fue la retirada progresiva de los carteles que restringían el uso de la pelota que, según el consistorio, “contribuían a generar un imaginario colectivo de prohibir jugar en el espacio público”.

Los carteles de prohibición de jugar a la pelota en zonas muy concurridas se han sustituido por otros, como el que hay frente a la escuela de la Concepció, en el Pasaje de Pla, que alientan a divertirse con buena convivencia. “Estamos muy acostumbrados últimamente a vetar a colectivos enteros y es absurdo. La calle es de todos”, dice Mariana Prada, una logopeda de 42 años, que se dio cuenta recientemente de que había cambiado el cartel delante del centro, donde estudia su hijo de cinco años. “Al final prohibiendo no consigues nada, todo lo contrario. En el fondo es el padre el que tiene que educar, es mucho más fácil dejar jugar y si un niño molesta decírselo”.

Niños lejos del parque

En Barcelona, un 29% de las niñas y un 23% de los niños no juega ningún día en un parque o la calle, según el Ayuntamiento. Un 8% de los niños y jóvenes no practica actividades físicas frente a un 17% de las chicas. Los niños españoles de entre cinco y 16 años pasan cada día de media dos horas y 24 minutos de su tiempo de ocio frente a dispositivos móviles, según una encuesta en 2018 de la firma tecnológica Norton.

En el anterior mandato, Colau no logró sacar adelante, por falta de apoyos, su propuesta de reforma de la ordenanza de civismo impulsada en 2005 por el exalcalde socialista Joan Clos, que buscaba regular desde la venta ambulante hasta la prostitución o el consumo de alcohol.

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Desde el Ayuntamiento explican que todavía no se ha planteado si en el nuevo mandato se intentará de nuevo reformar la ordenanza porque, argumentan, se está en una fase muy inicial tras las elecciones y la preparación del pacto de gobierno con el PSC.

Hoy sigue vigente el capítulo de la ordenanza que “prohíbe la práctica de juegos en el espacio público [...]que perturben los legítimos derechos de los vecinos y vecinas o de los demás usuarios del espacio público”. La norma permite, tras ser advertido por un policía, la imposición de multas de hasta 750 o 1.500 euros.

Fuentes municipales explican que la potestad de imponer multas sigue existiendo, pero matizan que “en ningún caso el sentido de la norma es que se aplique contra niños” y sostienen que los carteles prohibiendo jugar a pelota “iban más allá de la ordenanza”. En 2015, el año en que Barcelona en Comú ganó las elecciones, la Guardia Urbana impuso 39 multas por usar un balón en la calle, mientras en 2016 fueron 10, según las últimas cifras disponibles.

La retirada de los carteles expone el debate de muchas ciudades sobre si hay que poner límites al espacio público y cómo permitir la convivencia de todas las edades mientras se busca evitar el sedentarismo de los más pequeños. La Convención de Naciones Unidas de 1959 establece que el “niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones” y “las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho”.

“El espacio común es un espacio compartido, tiene que haber cierta normativa porque hay usos contradictorios”, señala Maria Rubert de Ventós, catedrática de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Cataluña. Ve “lógica y positiva” la retirada de los carteles y sostiene que las regulaciones deben empezar por el “más débil, porque harán la ciudad más cómoda para todos”. La “educación”, alega, es lo que articula una buena convivencia porque la “ciudad es conflicto”.

Eva Herrero, una periodista de 46 años que también lleva a su hijo a la Concepció, aplaude la retirada de los carteles antibalones y se muestra atónita por las posibles multas. “Lo que hay que hacer es combinar sitios donde los niños puedan jugar sin problemas. No veo el conflicto”, dice mientras denuncia que faltan lugares de juego en Barcelona, especialmente en el centro. Algo en lo que también coincide Prada, la otra madre, que se queja de una “doble moralidad”: se critica que los niños jueguen a videojuegos o miren la televisión en sus casas, pero se olvida que quizá sus padres no tienen dónde llevarlos en la calle.

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