_
_
_
_
_

Lectura de papel, escritura de robot

El Foro Edita presenta en Barcelona el primer libro científico elaborado por un robot, muestra de la compleja convivencia de la edición con el mundo digital

Carles Geli
Henning Schoenenberger en el Foro Edita.
Henning Schoenenberger en el Foro Edita.

Beta Writer es la autora del libro Lithium-Iron Batteries, impreso en papel, pero también descargable en formato ebook; nada muy especial hoy si no fuera porque Beta Writer no existe, o mejor, que es un algoritmo, porque ese volumen es el primer libro científico escrito por un robot. Lo ha publicado Springer Nature, uno de los más grandes (y serios) conglomerados editoriales del sector del libro académico, una iniciativa que se presentó ayer en Barcelona en el marco del IV Foro Edita, primera jornada que tuvo como hilo invisible algo tan aparentemente contradictorio como que el libro de papel sigue ahí, pero quizá se consuma (y se produzca) cada vez más con parámetros digitales.

“Hay toneladas de información en la Red, entonces, ¿cómo reducirlas y buscar lo más relevante, cómo gestionar eso y hallar el material fiable?”, reconocía ayer el director de datos y metadatos en  Springer Nature Henning Schoenenberger como pregunta fundacional del proyecto. Era la cuestión más fácil; a partir de ahí, todo tan fascinante como inquietante: un editor humano seleccionó las áreas de potencial interés para realizar un libro científico, se marcaron centros indicativos (publicaciones, universidades…) que son garantía de calidad y el resto ya lo hizo un algoritmo, que buscó, ordenó y estructuró la información, con sus correspondientes capítulos. Ni en las paráfrasis para mejorar la redacción intervino, exprofeso, persona alguna.

“No sustituimos a los autores por las máquinas, pero el papel de aquellos cambiará en la medida que parte de esos contenidos se irán haciendo a partir de algoritmos", defiende el analista, que dejó abierto un abanico de posibilidades entre un libro escrito cien por cien por un humano a cien por cien por una máquina. Lo ve Schoenenberger como un reto para el sector y los editores humanos, desafío que implica también desde problemas de autoría a cuáles son los orígenes del contenido. “Es un debate que debería hacerse lo más rápido posible", si bien cree que “no hemos llegado aún al punto de que las máquinas creen textos, pero no ha de ser una amenaza: las máquinas pueden ayudar a los hombres”.

“Conseguir información, conocimiento y entretenimiento ya no es patrimonio exclusivo del libro, eso hoy puede conseguirse desde Google, Amazon o Facebook, pero hay estrategias para mantener una presencia y cierta hegemonía del libro”, apuntó el reputado consultor editorial austríaco Rüdiger Wischenbart pocas horas antes del libro del robot Beta Writer, en un Foro Edita cada año más denso en la excelencia de los expertos del sector editorial convocados en Barcelona por el Gremio de Editores de Cataluña y el Máster en Edición de la Universidad Pompeu Fabra, a partir de sus “tres mosqueteros directores”, como prefieren autodefinirse, Patrici Tixis, Javier Aparicio y Sergio Vila-Sanjuán. Antes del esperanzador enunciado, sin embargo, el propio Wischenbart había puesto el miedo en el cuerpo: analizando los cuatro grandes mercados editoriales europeos (Alemania, Francia, España e Italia), demostró que en los últimos años el sector del libro va siempre por debajo del crecimiento económico real de esos países. Una lucecita a seguir, propuso, es la estrategia de J.K. Rowling con su Harry Potter a partir de su web Pottermore: “Ha industrializado la marca de sus personajes en todos los medios y formatos posibles, como hizo Disney en los años 20 y 30”, afirmó, mostrando la presencia del niño mago en las listas de los Top 25 de ventas de Amazon de este mismo año, a pesar de no tener novedad literaria. De esos listados se deducía que el 80% de los títulos lo eran en formatos en audio o en ebook y que buena parte tenían serie o alguna adaptación audiovisual.

El peso de lo digital también se nota en dónde se compran los libros, aunque sean de papel: en España, el canal ya predominante es el de las cadenas y grandes superficies, que acapara el 46% de las ventas (un 4,2% más que en 2017), seguido por las librerías (45%, baja un 0,7%) y los hipermercados (9%, pierde un 1,8%). “Cadenas y grandes superficies lideran por su estrategia de venta on-line”, aclaró Íñigo Palao, consultor de la empresa de medición de mercados GfK. Cada dato suyo se convirtió en una mina para los inscritos, 490 en un año de récord para el Foro Edita. Recomendó al sector que mantuviera los dos canales porque en la tienda física de la librería se da una compra impulsiva (“lo ves, lo tienes en la mano y ya está”), que quizá explique que se dé, a su vez, unas ventas con mayor equilibrio entre géneros en las librerías que en la Red como ya han detectado: en las ventas por internet “el sesgo es mayor para la no ficción, el ensayo”. No es casual: de los más de medio millón de títulos de libros distintos que se vendieron en España en 2018, una tercera parte corresponde al ensayo, que ha crecido un 6,1%, superando a la ficción (27% de las ventas), que ha caído un 2,5%. La política, el feminismo y la autoayuda explican ese sorpasso, del mismo modo que el fenómeno de los youtubers o del juego Fortnite explican en parte el auge del género infantil y juvenil (28% del mercado, con un 3,4% de crecimiento), especialmente entre el sector de 9 a 12 años.

Se defiende bien el libro, según las cifras de GfK, en la batalla del gasto del ocio en los hogares españoles, que en 2018 se fijó en 3.250 millones de euros: el 40% de ese montante se destina a los videojuegos, pero de inmediato vienen los libros, con un 34%; sorprendentemente, películas y canales de series o de televisión sólo son el 19%, mientras que la música se queda en un 7%. El libro, cuya facturación, por quinto ejercicio consecutivo, está siendo positiva en lo que va de año (2% de incremento) es, sin embargo, el que mantiene el porcentaje más bajo de su gasto por la vía digital, apenas un 5%, frente al 70% de los videojuegos o la música o el 89% de las series. “El mercado físico de según qué productos ha desaparecido prácticamente, mientras que el del libro sigue”, dijo Palao, con un tono de arma de doble filo: la esquizofrenia libro de papel, consumo digital.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

El feliz éxito de ser pequeño

Entre baile de cifras y robots que escriben libros científicos se movieron también los el foro Edita, por ejemplo, cuatro pequeños (de forma, que no de fondo) editores paradigmáticos de lo que es reinventar la aventura de editar y que también reflejaron la tesis del papel y lo digital-virtual. O, dicho de otro modo, representaban a los de "no lo intenten hacer en sus casas", como advirtió, con humor, Joan Sala, fundador del sello Comanegra, que empezó como hobby con unos amigos y hoy publica 60 títulos al año, "donde todos cobran igual y todos opinan". Se mueven las cuatro editoriales entre los dos y los cinco empleados, aunque las dimensiones que maneja Mathew Clayton son distintas: su sello editorial, Unbound, edita por crowdfunding y si bien empezó hace siete años en un cobertizo, hoy tiene ya más de 216.000 clientes y consigue que la media de libras que se gasta un inglés cuando entra en una librería tradicional crezca hasta unas espectaculares 40 libras en su página a partir de ofrecer también pósters, pins, camisetas o libros firmados. Los links con sus lectores los busca Valeria Bergalli, creadora de una Minúscula que cumple ahora 20 años, a partir de "itinerarios de lectura con libros que conectan entre ellos aunque parezcan divergentes", aseguró la editora, que empezó sola y hoy ya son… dos fijos. Una cosmovisión editorial pareja a la de Jacques Testard, creador en 2014 de Fitzcarraldo Editions, impregnada del espíritu de la locura de la película homónima en la que un terrateniente se entestó en montar una ópera en plena jungla. Testard fue el único editor inglés que se interesó por la desconocida bielorrusa Svetlana Aleksiévich: un año después ganaba el Nobel. O sea, nada de tecnología, pura nariz. "Lo más importante es la calidad del texto. Si es bueno, es más fácil hablar de él con pasión, y suscitarás interés… En cualquier caso, no pienso publicar más de 12 títulos al año", aseguró, y tampoco cambiará sus portadas monocolores y sólo tipográficas: todo azul para narrativa y todo blanco para ensayo. "Quiero seguir siendo pequeño", afirmó. Y entre los cuatro y sus predecesores ratificaron el epígrafe del Foro Edita de este año: Retos, talento y globalización en el mundo del libro.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_