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Dos siglos tras el humo: Mujeres que revolucionaron la industria

Cigarreras recupera la historia de las pioneras en la reivindicación de derechos laborales y sociales en la Fábrica de Tabacos de Madrid

Aurora Intxausti
Un grupo de operarias que trabajaron en la antigua Fábrica de Tabacos, en uno de los espacios sin uso del edificio.
Un grupo de operarias que trabajaron en la antigua Fábrica de Tabacos, en uno de los espacios sin uso del edificio.JAVIER CARBAJAL

Sacar a la luz una parte de la historia silenciada y olvidada de Madrid, la ciudad que se fue haciendo cada vez más grande con los movimientos migratorios de los pueblos, y la incorporación de la mujer a una fábrica como la del tabaco, ubicada en el barrio de Lavapiés. Eso es lo que pretende el proyecto Cigarreras. “En Madrid apenas nadie conoce la historia de la fábrica de tabaco y de las mujeres que trabajaron en esta durante más de dos siglos. La importancia que ello ha tenido para la historia de la ciudad, en la que no se ubicaron tantas industrias, de las mujeres y del propio movimiento obrero”, señalan sus autores. El equipo, formado por Ángela de Castro, David Haro, Javier Carbajal y Patricia Aldama, pretende con su trabajo “desenterrar y dar visibilidad a una pequeña parte de la memoria de las mujeres que trabajaron en la Fábrica de Tabacos de Madrid hasta el cierre de esta”.

El proyecto se inició en septiembre de 2017 tras una primera obra audiovisual —un corto documental— realizada entre los meses de abril y junio de ese mismo año por David Haro. El corto fue la raíz de un trabajo audiovisual, fotográfico y textual que culminará en una gran exposición y un documental con aquellas mujeres que desde los años 70 hasta el cierre en el 2000 trabajaron en las instalaciones de la fábrica de Tabacos, en un edificio situado en el centro de la ciudad, infravalorado y con proyectos culturales que han quedado anulados o a la espera por las distintas instituciones. “Cigarreras se vertebra a través de técnicas principalmente audiovisuales —fotografía y vídeo— pero también textuales en un proceso en el que participan un grupo de unas 20 operarias”, puntualizan sus responsables. Javier Carbajal es el autor de una serie de fotografías con un grupo de mujeres como Elena González, quien con 62 años acaba de jubilarse. Todavía hoy se emociona cuando recuerda sus inicios en el sector industrial. “Vivía en el barrio de Usera y me enteré de la oferta de trabajo por la madre de una amiga a la que le encantaba leer el periódico. Hice las pruebas con 17 años y a los 18 años empecé a trabajar. Fueron unos años maravillosos, aprendí mucho de mis compañeras. Éramos una gran familia. Había mujeres muy valientes. A mí entrar en la fábrica me permitió estudiar y llegar, tras dos oposiciones, a secretaria en el Centro de Investigación y Desarrollo”. En 1975, su sueldo era de 7.500 pesetas, un dineral para la época.

Los responsables del proyecto pretenden recuperar este tipo de vivencias recogiendo los testimonios orales y gráficos de una serie de mujeres que desempeñaron su trabajo en distintos puestos de la cadena industrial y que en algunos casos llegaron a ser responsables de equipo, ya entrada la democracia. Han entrevistado a estas mujeres para que quede documentado lo que fue esa fábrica durante los siglos XIX y XX. Además de lograr un fondo de archivo de fotografías y vídeos antiguos y la recuperación de objetos que fueron básicos para la fabricación de los cigarrillos. “Con todo ello pretendemos difundir la historia de este grupo de mujeres a través de plataformas digitales, pero también generando un libro de historias de vida y fotografía, exposiciones, charlas, debates y un documental”, explican. El proyecto lo realizan al margen de los empleos que desarrollan cada uno de ellos en diversas profesiones. “Los fines de semana los tenemos hipotecados pero resulta muy satisfactorio el ir descubriendo la lucha, el valor y el trabajo de un grupo de mujeres como las cigarreras que fueron claves en la consecución de mejoras sociales y laborales en el sector industrial”, puntualiza David Haro. “Las huelgas eran duras, fueron momentos muy complicados. Se conseguían convenios que nos beneficiaban a todos. Mi paso a las oficinas fue un cambio radical, no había la misma solidaridad ni las relaciones personales como cuando estábamos en la fábrica”, relata una de ellas.

Las mujeres que trabajaron en la Fábrica de Tabacos de Madrid tenían independencia económica y su condición de trabajadoras les posibilitó la afiliación sindical y política a finales de los 70 del pasado siglo. Algunas de las últimas generaciones consiguieron el empleo por qué sus madres y abuelas habían formado parte de la plantilla de esta fábrica. Eso las convirtió en épocas de crisis, en las que escasea el trabajo para los hombres, en cabeza de familia y les otorgó mayor autonomía e independencia. Isabel, 61 años, fue la primera mujer que consiguió ser electricista en España no sin antes batallar por ese puesto de trabajo, era empleada de la fábrica. Formó parte de la plantilla cuando ya militaba en las Juventudes Comunistas y después se afilió al Partido Comunista. “Estuve sindicada en Comisiones Obreras, de forma clandestina, y eso casi me cuesta el puesto en la fábrica”, señala esta luchadora.

María, operaria en una báscula utilizada para pesar los capazos de tabaco
María, operaria en una báscula utilizada para pesar los capazos de tabacoJAVIER CARBAJAL

La generación de Isabel y sus compañeras vivieron momentos clave de la historia de España en el siglo XX, el paso de la dictadura franquista a la democracia parlamentaria y todo lo que ello supuso en sus vidas.

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“No fue nada fácil desempeñar el trabajo en ese lugar, no reunía las mejores condiciones. En algunas zonas pasabas un frío terrorífico, íbamos con tanta ropa que casi no podíamos movernos, y en otras dependencias los olores y el calor te revolvían el estómago. Cada final de mes nos daban una pastilla de jabón Lagarto. No sé si nos la daban para que se nos quitase el olor a tabaco o qué. Y el sueldo nos lo daban cada 15 días. Las condiciones fueron mejorando con el paso del tiempo”, explica Elena González. Las plantas de tabaco entraban en unos hornos con altísimas temperaturas que al sacarlos despedían olores difíciles de soportar. “Creo que una de las razones por las que contrataban a más mujeres, éramos unas 200 por turno, tenía que ver con la dimensión de las manos y mayor habilidad para manejar los cigarrillos”, señala entre risas Elena González.

El edificio que albergó a miles de mujeres durante más de dos siglos se encuentra actualmente en semiabandono. “No ha habido una preocupación respecto a la historia de las cigarreras sino más bien abandono y olvido desde diversas esferas: social, cultural, política e incluso sindical, a pesar de que se han realizado algunos esfuerzos por rescatar su memoria”, indican los responsables del proyecto.

Señalan como fundamentales para bucear en el papel que desempeñaron miles de mujeres que desfilaron por ese espacio a lo largo de dos siglos, la tesis doctoral de Paloma Candela Soto —Cigarreras Madrileñas: Trabajo y Vida de 1888 a 1927— que en 1997 se publicó como libro. En él además de analizarse la historia de las trabajadoras en ese periodo histórico se hace un estudio sobre el mundo del trabajo y la empresa. Y el colectivo de mediación cultural La Liminal —entre otros existentes— que ha ido rescatando la huella de la vida obrera en el barrio de Lavapiés a través de recorridos urbanos o conferencias que han posibilitado que parte de la intrahistoria de estas trabajadoras no haya quedado sepultada.

De izquierda a derecha, Javier Carbajal, Ángela de Castro, Patricia Aldama y David Haro.
De izquierda a derecha, Javier Carbajal, Ángela de Castro, Patricia Aldama y David Haro.Álvaro García

“Hablar de las cigarreras es acercarse a la historia colectiva de mujeres, obreras y luchadoras. Es la historia de Madrid y de España, imposibles de entenderse a sí mismas sin comprender la relevancia y el papel central y fundamental que poseen las fábricas en su desarrollo económico, social y cultural. Es la historia de una parte de las pioneras del movimiento y la organización obrera. Es la historia de mujeres como pieza fundamental de la producción, la economía doméstica y los cuidados”, explican los autores de este trabajo.

Resulta difícil explicar cómo es posible que la historia de un edificio que está en pleno centro de Madrid haya caído casi en el absoluto olvido con las posibilidades que tiene por el lugar en el que se encuentra ubicado y sus dimensiones, así como la historia de las cigarreras haya pasado prácticamente desapercibida. Los 28.000 metros cuadrados del inmueble conservan todavía resquicios de lo que fue en otras épocas, aunque dos tercios de sus estancias están vacías. Las actividades culturales que se realizan en el edificio se ubican en la planta baja y en el sótano, unos espacios en los que conviven lo público y lo alternativo. Por un lado, está el Centro Social Autogestionado que programa talleres, cursos, y conciertos y, por el otro, el Ministerio de Cultura que organiza exposiciones temporales y proyectos de arte contemporáneo. En San Sebastián, una de las ciudades que también albergó una fábrica de cigarrillos, la colaboración institucional fue fundamental para convertir el espacio Tabakalera en un Centro Internacional de Cultura Contemporánea, referencia de lo que puede hacerse con un edificio industrial de grandes dimensiones totalmente integrado en la ciudad.

El último proyecto para dar uso a tan majestuoso edificio, en el céntrico barrio de Lavapiés, fue en 2018. Se proponía que albergase la colección de la mecenas Ella Fontanals-Cisneros de arte latinoamericano contemporáneo, el tercer proyecto en 15 años.

La importancia de las cigarreras madrileñas y la Fábrica de Tabacos es crucial para entender el presente de la ciudad. “Su historia es una historia de mujeres, luchadoras y trabajadoras del que sentirse absolutamente orgullosas y de las que aprender mucho. Recuperar su historia, sus luchas —y sus muchas victorias— y poner en valor todo su trabajo productivo lo consideramos fundamental en los momentos actuales”, indican los responsables de este proyecto.

La ubicación de la fábrica entre Lavapiés y Embajadores resulta fundamental para entender el desarrollo de ese barrio en el que vivían muchas de las empleadas. “La fábrica está situada en este barrio y la mayoría de ellas han vivido o viven en él o sus alrededores, hecho que permitió a las cigarreras que pudieran participar de espacios que resultan determinantes para sus vidas, muchos de los cuales se mantienen actualmente, así como tener un papel fundamental dentro del mismo”, explica David Haro.

Ahondando en la vida de estas mujeres se percibe que la fábrica fue clave en el desarrollo de sus vidas. Empezaban muy jóvenes a trabajar con un empleo que se pasaban de generación en generación y en el caso de las últimas que trabajaron en ese lugar, el cambio político fue parejo a sus logros económicos y laborales. Mujeres trabajadoras y luchadoras. Eso eran las cigarreras.

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Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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