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Baiuca, un gaitero tímido en Malasaña

El mago gallego de la ‘folktrónica’ abre el ciclo Guacamayo Tropical, que hasta mayo propone visiones contemporáneas de la música de baile

Baiuca, el artista que inaugura el ciclo Guacamayo
Baiuca, el artista que inaugura el ciclo Guacamayo

Esta es la historia de un chico tímido y diferente que se atrevió a hacer las maletas. Álex Guillán es originario de Catoira, un pueblito de Pontevedra, pero los últimos tres de sus 28 años han transcurrido en Madrid, adonde terminó dando el salto para vivir el sueño de la gran ciudad. Ojalá tarde en despertarse: al frente de Baiuca, su proyecto unipersonal de folk y electrónica (o folktrónica, si lo prefieren), va camino de convertirse en la alternativa norteña a artistas como El Guincho.

“Yo era el friqui de la clase que tocaba la gaita”, se sincera con su verbo escueto y confesional, y el acento aún infinitamente más galaico que malasañero. “En todo el instituto, entre más de 500 chavales, solo nos había dado por la música tradicional a tres. Por eso me acostumbré a que me vieran como un bicho raro y a no preocuparme por ello. Decidí que quería ir siempre a mi bola, tal que un lobo solitario”.

"Al principio me colocaba una máscara para actuar, pero ahora ya quiero que se sepa quién está detrás de Baiuca", afirma Álex Guillán

Sus aullidos, o más bien los de su gaita y los aderezos electrónicos, podrán descubrirse este viernes noche en la sala Independance. Servirán de aperitivo para un nuevo ciclo del festival Guacamayo Tropical, una de las mejores opciones de baile con elementos de músicas del mundo y nuevas tecnologías que ofrece la ciudad. Montoya, Makumba (ambos, el 1 de marzo), La Chiva Gantiva, María Thurme (5 de abril) y el tándem que integran Branko y Mina (31 de mayo) redondean un cartel para mover las caderas desde una visión contemporánea y sofisticada. “Lo gracioso es que yo no bailo casi nada, igual que se me da fatal pintar”, sonríe Guillán, “pero siempre me gustó la música de baile e interiorizo el ritmo de una manera muy marcada”.

El hoy artífice de Baiuca sintió la pulsión melómana desde crío. En casa siempre hubo una buena colección de discos y el mayor entretenimiento de Álex era escuchar los de Carlos Núñez mientras doblaba la melodía con su flauta. Fue un buen aprendizaje que ni siquiera se truncó en la adolescencia, esos años en que le prestaba más atención a los Strokes o Franz Ferdinand por aquello de sentirse integrado. Pero el álbum que le abrió definitivamente los ojos fue Alegranza, del canario El Guincho. “Ahí comprendí que era factible mezclar raíz y vanguardia y que los sonidos gallegos tradicionales también podían interesarles a los amantes de la música latina y de las culturas del mundo”.

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Guillán ejerció de chico bueno, obedeció a sus padres y se mudó a Santiago de Compostela para cursar Magisterio, “una carrera como es debido”, pero al finalizar no hizo el menor ademán de ejercer la docencia.

Prefirió mudarse a Madrid con lo puesto e inscribirse en la bolsa de empleo del Primark, por aquello de sufragar el alquiler. Un mes más tarde estaba ejerciendo como escaparatista de interior en el gigante de la Gran Vía: vestir maniquíes, planchar ropa, combinar prendas y colores, colgar artículos de las paredes. No era el trabajo de su vida, pero tampoco se le cayeron los anillos. “Aprendes un montón, te buscas las castañas y conoces gente con la que haces piña. Cuando a un compañero le salía un trabajo mejor, nos alegrábamos sin dejar de pensar: ¡qué envidia!”.

Hoy, como en sus años de chavalín, Álex Guillán sigue ejerciendo de perro verde. A fin de cuentas no encontrarán a muchos gaiteros con domicilio en Malasaña. Pero él, retraído como buen norteño, no renuncia a comerse el mundo. “Al principio me colocaba una máscara para actuar, pero ahora ya quiero que se sepa quién está detrás de Baiuca. Y, aunque a veces echo de menos la comida, la playa y el aire limpio de Galicia, he aprendido a sentirme cómodo en Madrid. Casi lo veo como un pueblo grande…”.

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