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Arte alrededor de una candela

Arcos y Jerez celebran decenas de zambombas en las que se mezcla flamenco, villancicos y dulces navideños

Jesús A. Cañas
Una zambomba en Jerez de la Frontera.
Una zambomba en Jerez de la Frontera.JUAN CARLOS TORO

Un círculo perfecto, una candela en su centro. Cante, palmas y guitarra al ritmo de villancicos flamencos. De golpe, surge la magia y una espontánea se arranca a bailar en un patio el patio de bodegas del Palacio del Tiempo de Jerez de la Frontera (Cádiz). La escena, vivida el pasado 15 de diciembre, no es un espectáculo al uso. Sin interacción del público, no habría pellizco. Y sin esa chispa en esta localidad y en Arcos de la Frontera, también en Cádiz, no se produciría el fenómeno social y cultural más destacado de cada Navidad, las zambombas.

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Esas fiestas en las que se mezclan actuaciones de villancicos flamencos, pataítas de baile y degustaciones de dulces navideños el artista Gregorio Fernández las aprendió “en el vientre” de su madre. Pero, pese al saber innato de Fernández, capaz de marcar el ritmo flamenco solo usando el sonido bronco de una zambomba, en la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía entendieron que estas celebraciones eran una manifestación antropológica de tal calado que merecían una protección.

El 9 de diciembre de 2015, estas fiestas navideñas autóctonas fueron declaradas Bien de Interés Cultural. Desde entonces, cada año Cultura festeja su propia zambomba, la misma en la que Fernández y su gente actuaron el pasado 15 de diciembre.

“Esto es una congregación de gente con ganas de disfrutar. Es participativa, es así como surgió en los patios de vecinos”, reconoce Marian Jiménez, bailaora y cantaora, justo después de que su grupo haya conseguido caldear a las más de 400 personas que disfrutan de la fiesta en el Palacio del Tiempo.

No le falta razón a la jerezana. Las zambombas surgieron como una congregación improvisada de vecinos que, por Navidad, se reunían en torno a una hoguera del patio comunitario. La creencia popular fija su origen en el siglo XVIII, aunque aún “no existen evidencias documentales que así lo atestigüen”, según explica el decreto de declaración de BIC.

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Lo que sí está claro es que las zambombas no siempre gozaron de la salud de hierro con la que cuentan hoy. Entre los 80 y los 90, la fiesta experimentó un decaimiento, provocado por la desaparición de las corralas de vecinos. Fue entonces cuando el Ayuntamiento y artistas como Manuel Fernández, Parrilla de Jerez, comenzaron a documentar en libretos y discos los villancicos que se cantaban en los patios y que habían sido transmitidos de generación en generación. Jiménez y los suyos justo se han unido a actuar esta Navidad como homenaje a Parrilla.

Hasta finales de diciembre, principalmente Jerez y Arcos acogen centenares de zambombas. Tabancos tradicionales, calles, plazas e incluso pubs se han lanzado a celebrar estas fiestas donde el cante de un villancico flamenco se convierte en la mejor excusa para disfrutar. En cualquier esquina jerezana existen posibilidades de toparse con una. Pero Gregorio Fernández lanza un aviso: “Hay que participar, sino no es una zambomba de verdad”.

El riesgo de morir de éxito

Jerez de la Frontera acoge la mayor cantidad de zambombas. Este año son tantas que hay fines de semana en los que cuesta acceder al casco histórico de la ciudad (donde se suelen celebrar). Hay quien alerta del peligro de que estas fiestas puedan morir de éxito. “Se pueden desvirtuar por el interés económico. La zambomba puede ir al teatro, pero el teatro no a la zambomba”, reconoce el artista Gregorio Fernández. De ahí que el guitarrista apueste por que organismos, como la Consejería de Cultura, “echen una mano para que eso no ocurra”. La bailaora Marian Jiménez es más optimista: “Esto no morirá siempre que los padres se lo inculquen a sus hijos. Puede haber algunas que se vean más como un espectáculo, pero creo que es más por desconocimiento que por otra cosa”.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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