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El periodista Abelardo Muñoz reconstruye la memoria de Valencia

El libro 'Chaflán' reúne las crónicas urbanas entre El Carmen y El Cabañal

El periodista durante la entrevista.
El periodista durante la entrevista.Mònica Torres

“Cuando esté criando malvas me gustaría que algunas de las cosas que he escrito sirvieran para reconstruir la memoria de esta ciudad. Esa sería para mí la mejor propina” dice Abelardo Muñoz, periodista, escritor y autor de Chaflán, (Institució Alfons El Magnànim) un libro que recoge sus crónicas publicadas en la Cartelera Turia en estos últimos años. ”La idea fue de mi amigo Emili Piera que dirige la colección Papers de Premsa de El Magnànim que me animó a reunir algunos de los textos que en forma de columnas había ido redactando en las secciones Perdidos en la ciudad y Cualquier día en cualquier esquina de la cartelera, escritos de temática urbana, sobre la ciudad, los barrios, de ahí el título, ahora agrupados en diferentes contenedores”.

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A finales de los años setenta del pasado siglo XX Abelardo Muñoz escribía sus primeras crónicas en otra cartelera urbana, la ya desaparecida guía Que y Donde, para continuar después una travesía periodística por buena parte de la prensa valenciana y española. “Un escritor decimonónico francés, del que ahora no recuerdo el nombre, se autodefinía como un “escritor forzado”, en mi caso podría decir que soy un periodista o un escritor forzado porque el oficio de informar, de escribir, ha sido ante todo para mí una necesidad, que podríamos calificar de primer orden”.

“He sido un mirón tenaz desde la adolescencia; la culpa las tuvo el agujero que mi viejo hizo en una puerta de la casa familiar para espiar a las francesas que mi madre alojaba en verano” escribe Muñoz en una de sus crónicas recogidas en el libro Chaflán. A lo largo de los casi setenta textos el periodista proyecta esa mirada, ya sea desde el placer del voyeur o la mesa, en este caso ventana, del entomólogo, sobre la ciudad de Valencia; ya se trate de señalar la perdida de referencias, espaciales, paisajísticas, sentimentales o para denunciar la transformación de una ciudad convertida en una gran franquicia para turistas. “He tenido la suerte de haber vivido en tres de los barrios que de alguna manera han señalado la sismología social y también cultural de la ciudad, el Carmen, Ruzafa, y ahora en El Cabañal, cada uno con sus metamorfosis y rupturas, y sin duda esto ha alimentado mi fantasía a la hora de escribir”.

En ese primer “barrio de su juventud”, El Carmen, aparece la evocación fantasmal de nombres como Capsa 13, Berlin, Turat, Tardor, Torna, Racó, Yes, Bilitis, La Marxa, junto a otros paisajes también desaparecidos de la ciudad: Golem, Perdido, Continental...”Lo que muere es también tu memoria” escribe Muñoz. La memoria de una generación que intentó armonizar la utopía, el hedonismo y las profecías de Carlos Marx. “De los jóvenes que pululaban por aquellos territorios emergió la generación del poder y del contrapoder. Políticos, líderes sindicales, artistas, profesores que ocuparon puestos decisivos en el nuevo país que salió de las tinieblas. También mártires de la aflicción, yonquis y perdedores”.

Señala Rafael Ballester Añón en la introducción del libro “el creciente tono elegiaco de las columnas”, esas “escoceduras afectivas que Muñoz sabe manipular con solvencia”. “Desde luego ese tono elegiaco está presente-dice Muñoz-, y es que la lista de perdidas, cuando se va cumpliendo una cierta edad, comienza a ser tan extensa como insoportable”. No escatima Muñoz la crítica, para alguien que siempre ha defendido su militancia y compromiso informativo, contra aquellos oficiantes del “enchufismo y tráfico de influencias como única filosofía”. Tampoco la evocación de una “noche loca” junto al poeta Jaime Gil de Biedma o divertidas anécdotas como la protagonizada por Rafael Alberti en una de sus estancias en la ciudad en la década de los ochenta, cuando un joven periodista le preguntó al poeta: “Maestro, ¿Por qué le tiene tata inquina a Dalí? Y el gran Alberti pletórico de energía y rabia, se vuelve hacia el chaval del lápiz y le suelta “Porque ese es un gran hijo de puta, hijo”.

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A la publicación de la antología de textos urbanos Chaflán se ha sumado Exilio Atlántico (Canibaal, 2018) un libro a modo de cuaderno de bitácora, que recoge otros fragmentos de su memoria, en este caso, los paisajes humanos del norte de Marruecos, señalados por Jean Genet y Juan Goytisolo. “Ahora me gustaría dar forma a un proyecto de novela que podríamos calificar de generacional, ya veremos que sale”.

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