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Tratamiento de choque en el túnel de Pío XII de Madrid

Los desperfectos estructurales detectados en el tramo del subterráneo que pasa bajo la estación de Chamartín estarán reparados a finales de este mes

Vídeo: Inma Flores/ Paula Casado

El tiempo y el desgaste por las filtraciones de agua han pasado factura a uno de los túneles más antiguos de la ciudad de Madrid, el que conecta la M-30 con la Castellana, Sinesio Delgado y Monforte de Lemos, inaugurado en los años sesenta. En un tramo de 200 metros, el que discurre bajo la playa de vías de la estación de tren de Chamartín, las copiosas lluvias de finales del año pasado provocaron abundantes goteras, como ocurrió en otros subterráneos de la capital, pero también hicieron aflorar un problema mayor: las vigas que soportan la base de las vías comprendidas entre la número 9 y la 14 estaban deterioradas, lo que comprometía la estabilidad de una estructura con implicaciones en el tráfico ferroviario.

Los técnicos municipales que, tras semanas de cierre a la circulación, evaluaron la situación del túnel constataron después de la retirada del falso techo que no se trataba solo de reparar las filtraciones de agua, sino de garantizar la resistencia de un tejido que separaba con muy poco espacio entre medias el tráfico rodado subterráneo del tránsito de trenes en superficie. La responsabilidad pasó entonces a manos del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif), cuyos expertos concluyeron que era necesario reparar e impermeabilizar la cama que da soporte a las vías y que se siguió aprovechando como techo del subterráneo cuando, en 2007, el alcalde Alberto Ruiz Gallardón abrió un segundo túnel para absorber el tránsito rodado de la zona en sentido contrario. La opción de hacer más profundo el viejo túnel se descartó por ahorro de costes, según relatan fuentes de Adif.

Once años después de aquello, los andamios y la maquinaria industrial volvieron a las entrañas del subterráneo para realizar la reparación, que comenzó el pasado junio y concluirá a mediados este mes con la participación de un total de 140 trabajadores en turnos de 24 horas. El pasado jueves, EL PAÍS accedió al interior del túnel en compañía de cargos de Adif y del equipo técnico responsable de la intervención.

Tratamiento de las vigas

Las tareas aún en curso, a cargo de Convensa, compañía filial de Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), han consistido, bajo suelo, en la limpieza y saneamiento de las vigas metálicas de la cubierta del túnel afectadas por óxido y erosión. Para ello se ha aplicado una sustancia abrasiva a alta presión basada en escoria de cobre y, posteriormente, se ha recubierto la estructura con productos de especial resistencia para preservar la integridad de los materiales ante eventuales nuevas filtraciones de agua. Las vigas, que cuando concluya la intervención quedarán de nuevo ocultas bajo el falso techo ignífugo que exige la normativa de seguridad para estos trazados subterráneos, tienen un perímetro de 1,6 por 1,7 metros de anchura.

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En la superficie, junto a los andenes de Chamartín, los operarios han retirado los tramos de vías que pasaban sobre el pasadizo hasta llegar a las vigas del interior (la distancia es de poco más de dos metros), para posteriormente instalar una nueva base de hormigón con un tratamiento adicional de impermeabilización que antes no existía. También se ha aplicado protección extra contra la humedad en las paredes laterales sobre las que descansa la bóveda del túnel, denominadas hastiales

El tráfico ferroviario, explica Adif, no se ha visto afectado durante la intervención, dado que se han ido reprogramando las entradas y salidas de trenes durante el tiempo que ha durado la intervención exterior.

El coste de las obras de reparación, de 3,8 millones de euros con IVA, quedó consignado en el Consejo de Ministros del pasado viernes, donde fue aprobada la partida económica de una intervención considerada de emergencia y que Adif anunció el pasado 19 de junio tras culminar las tareas de evaluación.

Según José Antonio Gómez Barquín, director de Puentes de Adif, la intervención que está a punto de culminar debería garantizar una situación de normalidad durante al menos 15 años. “Tendremos que estar pendientes de cómo evolucionan los materiales con el paso del tiempo”, destaca. Cuando los trabajos concluyan, el uso del túnel volverá a manos del Ayuntamiento y de Dragados, compañía responsable del mantenimiento. Habrá pasado casi 10 meses cerrado.

Una polvareda visible desde el exterior

Los trabajos de limpieza y reparación de las vigas dañadas del túnel han requerido el uso de una sustancia abrasiva basada en la escoria de cobre, un polvo negro que se acumula en algunos tramos de la obra y que, al pulverizarse, queda en suspensión en el aire, lo que requiere que los operarios usen una protección especial. La polvareda ha sido visible algunos días también desde el exterior, en las bocas ahora cerradas al tráfico.

Por razones de seguridad, explican los responsables de la obra, en ningún momento se han apagado las señales de tráfico ni la iluminación.

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