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“Al Ballet de Catalunya le falta reconocimiento”

Leo Sorribas, director de la formación y del IBStage

Ensayos de bailarines en el Institut del Teatre de cara al IBStage que se realiza en Barcelona.
Ensayos de bailarines en el Institut del Teatre de cara al IBStage que se realiza en Barcelona. joan sánchez

Leo Sorribas, bailarín y estudiante de medicina, es un hombre con una voluntad de hierro que junto al también bailarín y coreógrafo Elías García, fundaron, ahora hace 10 años, el IBStage en Italia, iniciativa que desde hace cinco se celebra a mediados de agosto en Barcelona. Esa propuesta convierte a la ciudad en la capital de la danza clásica durante unos días, ya que son numerosos los estudiantes que llegan de todo el mundo para recibir clases de los más afamados profesores internacionales. Las clases se imparten en el Institut del Teatre de Barcelona y la gala con la que termina el curso se celebrará en el Gran Teatro del Liceo. En esta ocasión, además de las figuras internacionales y de los participantes en el curso, también actuará el Ballet de Catalunya, una formación que se creó hace escasamente un año de la mano de Sorribas, Elías García y Marina Quera. Y una idea que contó con el respaldo del Centre Cultural de Terrassa que les cedió sus instalaciones para los ensayos y clases.

“Hace diez años que no tengo vacaciones y la gente cree que estamos locos pero no es así, el IBStage funciona y el Ballet de Catalunya poco a poco está dando sus frutos. El IBSatge cuesta mucho dinero y cubrimos justo los gastos. En esta edición tenemos unos 105 estudiantes que pagan 1.500 euros, alquilar el Liceo nos cuesta 65.000 euros y las salas de ensayo del Institut del Teatre otros 8.000. A esto hay que sumar los billetes de avión, dietas y el sueldo de los profesores. Pero con la venta de entradas para la Gala del Liceo el 1 y 2 de septiembre cubrimos gastos. Además, la Generalitat nos ha subvencionado con 8.000 euros”, explica Sorribas.

Acaba de llegar de un viaje a Corea del Sur donde ha firmado celebrar el año próximo, en julio, un IBStage en Seúl y un contrato bajo el brazo para que el Ballet de Catalunya actúe en diciembre en la capital coreana con Cascanueces. Sin embargo, en los círculos de danza de Barcelona, Sorribas se siente bastante solo: “No siento que el Ballet de Catalunya este apoyado por los grupos de danza contemporánea catalanes. Le falta reconocimiento. Creo que me ven como un intruso y como un enemigo y esto me duele. A nosotros, por ejemplo, nos encantaría que Ángels Margarit, a la que admiro, creara una coreografía para la compañía.”

El problema de las escasas actuaciones

"Una realidad que nos perjudica es que el Ballet de Catalunya tiene pocas actuaciones. Estoy en contra de los programadores de teatro, especialmente de Barcelona, porque invitan a compañías rusas de tercera para que bailen El lago de los cisnes, y así no se educa al público", manifiesta con contundencia Leo Sorribas.

El director no tira la toalla y ahora prepara un Don Quijote, coreografía de Marius Petipa, en versión reducida de Elías García y Larissa Iezhnina, que el Ballet de Catalunya bailará en noviembre en la Temporada de Dansa de Terrassa. También organizará un Premio de danza junto la Royal Ballet School, que se celebrará el próximo noviembre en Barcelona, bajo el nombre de IBStage Grand Prix. Mientras, Sorribas aguarda tener un encuentro con la a nueva consejera de Cultura, Laura Borràs.

No es tarea fácil crear una formación de danza clásica. En Cataluña ha habido varios intentos. Los más relevantes fueron en 1986 con el Ballet de Barcelona que fue promovido por un grupo de empresarios cuya cabeza visible fue Joan Socias y por el que se interesó vivamente Marta Ferrusola. El intento más reciente fue el del afamado bailarín Ángel Corella. Los dos no cuajaron por falta de apoyo de las instituciones. Tal vez por esos precedentes se mira con escepticismo el nuevo Ballet de Catalunya.

“La compañía ha recibido 12.000 euros de la Generalitat y tenemos la ayuda de algunos mecenas y el respaldo del Centro Cultural de Terrassa. Es un proyecto en el que creemos nosotros y los bailarines, a los que a partir del mes de setiembre podremos hacer contrato. Hemos creado la Fundación Ballet de Catalunya para gestionar la financiación de la compañía. También hemos ideado un programa de trainne, en el que acabamos de aleccionar a los bailarines que quieren entrar en la compañía y para ello pagan durante un año de 150 a 300 euros al mes, según la beca que tengan, así también obtenemos un dinero para la compañía”, comenta.

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A la gente le extraña que bailarines que pertenecen a compañías internacionales las abandonen por un proyecto tan en ciernes. “Nuestros bailarines están ilusionados con esta compañía porque tienen la oportunidad de trabajar con grandes maestros de la danza como son Larissa Iezhnina, primera bailarina del Mariinski, Piotr Nardelli, repetidor de los ballet de Béjart o Samira Saide, jefa de relaciones internacionales del Royal Ballet School”.

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