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Y Caperucita se comió al lobo

La chelista Barbara Switalska cierra el ciclo 'Oculta Polifonía' con una soberbia versión de dos suites de Bach

La chelista Barbara Switalska.
La chelista Barbara Switalska.

El Paraninfo de la Universidad de Santiago ha acogido del 23 de abril al 2 de julio el ciclo Oculta polifonía. En él, seis músicos de la Real Filharmonía de Galicia (RFG) han interpretado la obra para cuerda sin acompañamiento de Johann Sabastian Bach (1685–1750). El concierto del 28 de mayo, sin embargo, ha sido trasladado al 10 de septiembre. Ese día Elina Viksne convertirá la Sonata nº 2 y la Parita nº 2 del Cantor de Santo Tomás en marco sonoro idóneo de la apertura de curso de la universidad compostelana.

Este lunes Barbara Switalska, coprincipal de chelos de la RFG, hizo una demostración de cómo se puede (y se debe) interpretar, que no leer, la música que Bach escribió para su instrumento. Y ya puesta, otra demostración; esta de lo que afortunadamente ha cambiado el mundo, al provocar que alguien que escucha su música –cosas de la imaginación y de la memoria- pueda llegar a pensar cómo se pueden reescribir los cuentos clásicos en este tiempo en el que sus heroínas, afortunadamente, no necesitan ser rescatadas por ningún varón, aunque este sea príncipe; o leñador.

Viene a cuento esta digresión por algo que durante el concierto del lunes, recordó su interpretación de Up-Close, de Michel Van der Aa, videopoema sinfónico para violonchelo, orquesta y electroacústica, del que Switalska hizo una enorme interpretación no solo musical sino también dramática. Este recuerdo de su deambular por el escenario del Auditorio de Galicia, siguiendo más que dignamente el guión, se despertó por la aparición en su chelo de esa incómoda y prácticamente inevitable resonancia llamada la nota “lobo”.

Con la misma decisión que entonces se movió por el escenario sorteó ese inconveniente la chelista de la Filharmonía, decidida a que tal nota no malograra lo que iba a ser una fiesta de la mejor música de Bach. En nuestro cuento-realidad, cuando aparece el lobo -si llega el caso- solo puede darnos un pequeño sobresalto y provocar un mínimo rodeo. Porque la protagonista del cuento se vale por sí misma para comerse al lobo.

El recital comenzó con la Suite nº 3 en do mayor. Desde su inicio. La impecable técnica de Switalska, con una gama dinámica amplísima y muy matizada, fue su primera herramienta al servicio de la partitura. Su clarísimo fraseo desgranó el increíble contrapunto lineal del Bach y su disposición de planos sonoros, casi tridimensional, fue musicalidad hecha expresión sonora desentrañando los venerables misterios polifónicos de los que el genio de Eisenach supo dotar a los instrumentos de arco.

Luego llegó la gracia de la Allemande con unos finales de frase en los que Switalska logró que la sincronización de pizzicato de mano izquierda y un magistral golpe de arco parecieran llenar de aire puro los pulmones de los asistentes. La levedad que hizo exhalar de la Courante fue como si esta fuera un aerostato pero siempre bien anclado a la segura solidez del bajo.

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En la solemne hondura de la Sarabande, su austero uso del vibrato como elemento expresivo permite dar por superada para siempre la vieja disputa sostenida por los integristas de la interpretación históricamente informada. Todo ello antes de lo danzante de sus Bourrées hiciera moverse muchos pies y cabezas y de que unos crescendi de sobria pero muy poderosa expresión hicieran comprender a su auditorio por qué la música de Bach es imperecedera.

La interpretación de la Suite nº 6 en do menor alcanzó y aun superó en emotiva belleza de la nº 3 ya desde la sentida gravedad del Preludio, otra vez con la profundidad de los bajos como raíz. La Allemande fue el bosque frondoso en el que solo la claridad de fraseo de una intérprete como Switalska permite apreciar su complicada frondosidad. El virtuosismo mostrado en la Courante fue otro soplo de aire fresco y la gracia de las Gavotas tuvo la sorpresa final de unos golpes de arco casi marciales por su precisa regularidad.

La Giga final fue una lección de seriedad y buen hacer interpretativo, con el fraseo marcado por unos puntillos llenos de gracia y determinación. Y una vez más, como en todo el concierto, un uso de los adornos lleno de fidelidad al texto y, sobre todo, al espíritu de la obra de Bach, ese arroyo (Bach en alemán) que se hizo Amazonas a lo largo de sus 65 ubérrimos años.

La fuerte ovación del público que atestaba el Paraninfo compostelano, muy fuerte y merecida, fue de las que un intérprete recuerda siempre. Lógico y justo: la interpretación de Switalska fue también de las que un buen aficionado siempre guarda en su memoria. Porque lo importante en la música no son las notas sino lo que el intérprete hace sentir con ellas.

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