Imagine Dragons, un mesías con músculo
La banda de Dan Reynolds suma grandiosidad y empatía con un abrumador espectáculo ante 15.000 almas
Vivir es fácil con los estribillos asegurados. Las garantías son máximas al respecto en la factoría de Imagine Dragons y los estándares de la manufactura, muy apreciados por una amplísima parroquia. No faltan estallidos agudos, ascensos épicos, puños en alto, grititos y onomatopeyas. Cuanto más, mejor. Los de Las Vegas no solo quieren ser grandes, sino grandiosos, y su espectáculo de esta noche en el WiZink resultó arrollador en todo: un espléndido sonido que podría tirar tabiques abajo, explosión de confetis ya en la primera canción (I don't know why), cañones de humo con la segunda (Believer) y una bandera arcoíris antes de la tercera en los hombros del líder, Dan Reynolds, tan 'enrollao' que quiso cantarle el Cumpleaños feliz a su bajista.
Todo es felicidad y énfasis en una noche efectista pero irreprochable, abonada al Citius, altius, fortius y con un jefe de filas dispuesto a dejarse el pellejo sin asomo de mesura: enseguida se deja toquetear por los espectadores de las primeras filas, erigido en mesías musculado con tirantes, y a mitad de faena se descamisa a sabiendas de que su tipito bien lo merece.
Reynolds le canta a Bob Marley mientras miles de linternas ondean en su honor, pero también tiene las santas narices de revelar que sufrió de depresión y animar a las millones de personas que la padecen a combatir esos demonios (Demons) junto a sus seres queridos. La baza de la empatía multiplica el efecto de una ecuación por la que asoman The Killers, Coldplay, U2 y cualquier cosa que suene a pop enfático de los ochenta. A este paso, los Dragones no tardarán en reventar un estadio español. Al tiempo.