_
_
_
_
_

La magia crece en Badalona

El festival de la ciudad cumple 18 años

Tomàs Delclós

La gala internacional del Festival de Magia de Badalona volvió a recordar en la noche del viernes a su ilustre vecino Li-Chang con la entrega de la mención honorífica, que este año ha merecido la titiritera Teia Moner. La ha obtenido por la incorporación de la magia en sus espectáculos y por haber dirigido el festival Dones Màgiques de Terrassa. Moner dedicó el galardón a las magas, que no lo han tenido nada fácil. Años atrás, subrayó, todavía tenían prohibido el acceso a las sociedades mágicas. Su reivindicación de lo femenino había empezado con una aclaración importante: el icono del festival, un conejo de papiroflexia no es tal... “es una coneja”. La alcaldesa de la ciudad, Dolors Sabaté, alabó un certamen arraigado en Badalona que crece y cumple 18 años y reivindicó en términos generales la libertad de expresión para un arte transformador de la sociedad sin citar ningún episodio concreto. Terminó su breve parlamento con unos versos de poetisa (“és màgia que la terra injuriada ens ofereixi flors”). En esta breve ceremonia inicial estuvo presente Montserrat, la hija de Joan (Li-Chang) que toma el relevo de su hermano Joan María, fallecido meses atrás.

La gala estuvo presentada por Alberto de Figueiredo. Aunque “soy mago y seguiré siendo mago”, me comentaba, se le pide con más frecuencia que haga de presentador de la magia de otros. La clave, como él mismo explica, es no querer ser el protagonista de la velada a pesar de que sale al escenario varias veces. Sus combinaciones de magia y humor encandilaron al público.

El festival favorece cada vez más, y con acierto, la presentación de artes escénicas que no entran en ningún género de la magia pero crean ilusiones. Es el caso de Felipe Mejías un virtuoso del dibujo con arena. Con una pasmosa seguridad en el trazo dibujó con millones de estos granitos una historia galáctica. Mikael Szanyiel, con formación de mimo, presentó un cantante de ópera con todo tipo de problemas, desde el micro al corbatín. Aaron Crow atravesó con su flecha una manzana y un anillo que cobijaba en el interior. Luego vino la actuación del ruso Iván Necheporenka con un número muy conocido, pero tan singular que sigue sin marchitarse. Me explicó que lleva treinta años haciéndolo y que a pesar de tener en repertorio otros cuatro números, éste es el que más gusta porque es absolutamente distinto y porque cuenta una historia de un héroe de los cuentos rusos. El mago, una capa y alguien más consiguen regalar una sucesión de pequeños milagros. La gala terminó con la actuación del dúo Arkadio y Bella. Dedicada a los grandes aparatos, inevitablemente espectaculares. Arkadio, sin embargo, ofreció una breve muestra de su gran arte en una habilidad admirable, la manipulación de cartas. Una ilusión cuya práctica no ha abandonado a diferencia de las palomas porque, me comentó, cada día es más problemática la magia con animales.

Por la platea era fácil encontrar a Enric Magoo, el director del festival, particularmente satisfecho por el éxito de la propuesta que durante más de un mes llena de magia bibliotecas, restaurantes, librerías y teatros de Badalona.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_