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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cometerás actos impuros

Toni Gomila recupera las 'rondalles' recopiladas por el filólogo y folclorista mallorquín Mosén Alcover

Los protagonistas de 'Peccatum'.
Los protagonistas de 'Peccatum'.

El filólogo y folclorista mallorquín Mosén Alcover, bajo el débil seudónimo de Jordi d’es Racó, publicó en 1896 su recopilación de cuentos populares de la tradición oral de su isla. Más de doscientas fábulas de errática sentencia moral en las que Toni Gomila -recordado artífice de Acorar- ha pescado con evidente fruición para rescatar un puñado de las más proclives a participar en un acto dramático-festivo de reparación después de pasar por la censura del bienintencionado mosén. Un ambivalente ejercicio teatral que por un lado rinde homenaje al esfuerzo del clérigo por mantener vivo el acervo popular expresado en su propio léxico y por otro le enmienda la plana arrancándole la careta puritana para mostrarse en toda su naturaleza sensual.

Rondalles que a pesar del disfraz retórico de sus elementos sexuales o anticlericales más explícitos mantienen intacto su aliento telúrico, alejado de la corrección religiosa y política de las clases educadas. Mosén Alcover se sitúa en la corriente romántica del siglo XIX de construir un relato colectivo (nacional) salvando del olvido los relatos fantásticos trasmitidos entre generaciones sin pasar por la letra impresa. Un Grimm balear, aunque con la precaución censora que luego se ha aplicado con fervor educativo a ese corpus fabuloso para infantilizarlo y expurgarlo -en lo posible- de sexo y violencia y hacerlo digerible para todos los públicos.

PECCATUM

Dramaturgia: Toni Gomila.
Intérpretes: Toni Gomila y Catalina Florit.
La Seca Espai Brossa, Barcelona.

Gomila insiste en este espectáculo en su amor por la lengua. Deja que fluya con toda su riqueza melódica una manera de hablar perdida. Un sonido que arrastra al espectador a un tiempo lejano y que le predispone a situarse en un entorno propicio a escuchar un viejo cuento. Un público que rodea a los dos intérpretes (el mismo Gomila y la actriz Catalina Florit) en un círculo de connotaciones ancestrales. Las rondalles pasan como estrofas de una canción, con un sencillo gesto colectivo convertido en estribillo. La letra es de Mosén Alcover y la interpretación -en un amplísimo sentido de la palabra- a los sandungueros cuerpos de Gomila y Florit. Todo aquello que la palabra insinúa, disfraza o embellece, es transformado por la pareja en un divertido juego de guiños que dejan poco terreno a la imaginación. Esto va de lo que va.

A veces hasta un punto que bajo los estrictos criterios de la actual corrección política se puede escapar una ceja levantada, un automático “¡uy lo que han dicho!”. Quizá el señor cura se había preocupado en extremo en ejercer de Braghettone de los cuentos populares, pero había sido muy laxo con la furibunda misoginia, tan consentida en el pensamiento de la época. Pero una vez integrada la nerviosa ceja con su propio criterio, Peccatone se paladea como un gustoso “pedo de monja”.

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