“Ahora frenamos aquellos excesos”
Los Juegos Olímpicos de 1992 representaron la promoción turística, sin ningún control, de Barcelona hasta llegar en pleno 2017 al borde del colapso
El ataque de cuatro encapuchados contra un autobús turístico el pasado 27 de julio ha acabado de grabar en el vocabulario de los ciudadanos de Barcelona un neologismo: la turismofobia. No siempre ha sido así. Hace 25 años el gran himno de los Juegos Olímpicos apuntaba a todo lo contrario: Amics per Sempre. La ciudad abrió entonces los brazos a la gallina de los huevos de oro transformada en millones de turistas.
El director de modelo urbano del Ayuntamiento de Barcelona, el arquitecto Ton Salvadó, cree que la génesis de la saturación turística tuvo mucho que ver con la cita olímpica: “Ahora nos visitan 28 millones de turistas cada año. 14 pernoctan y 14 no”.
Hasta 1992, el turismo en la capital catalana estaba destinado a unos pocos miles de personas. Incluso en un artículo publicado en EL PAÍS del 6 de agosto del año olímpico se confeccionó un pequeño listado de literatos, aventureros y locos en general que, en algún momento de sus vidas, habían visitado la capital catalana. El texto recordaba que Hemingway había calificado la Rambla como “la calle más bonita del mundo”. También recordaba que Hans Christian Andersen se alojó en el Hotel Oriente y escribió que la Rambla la ocupaban un “regimiento de soldados, payeses, oficinistas, gente de comercio, barberías y paradas llenas de naranjas, calabazas y melones…”. En 1949, el novelista Jean Genet calificó la ciudad como un “archipiélago de la miseria”.
“Antes de 1992 en Barcelona se vivía en paz. Los juegos colocaron la ciudad en el mapa y desde las administraciones se aprovechó el evento para promocionar el turismo. Concentraron todo el esfuerzo económico en una sola pata: el turismo. Lo más irónico es que justo ahora trabajamos para frenar los excesos que provocan ser receptores de millones de visitantes”, denunciaba Salvadó en una entrevista efectuada antes de que produjera el ataque al autobús turístico.
“En 1992 había déficit de hoteles. Se modificaron normas para que equipamientos privados pudieran convertirse en hospedajes. Ahora, con el Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos (PEUAT) estamos justo al otro lado. Limitando los alojamientos”, destacó. Salvadó defiende que “en los últimos diez años ha habido un repunte salvaje de turistas que representa un conflicto en el uso del espacio público”.
El director de modelo urbano destaca que el turismo ha “estresado la ciudad, sobre todo en los entornos del Parc Güell, la Sagrada Familia o la Rambla donde el turismo es realmente incompatible con la convivencia pacífica de la ciudad”. Salvadó denunció que desde 1992 se ha promovido tanto el turismo que ahora llega por tierra, mar y aire. “Los cruceros convierten la Rambla en un río de turistas que nos visitan unas horas. Algo impensable en el año olímpico. Lo del aeropuerto sí que es un drama. Cuando se abrió la terminal 1, la terminal 2 debía desaparecer pero ahora gracias a las compañías low cost tiene más actividad”, afirmó. Salvadó asume que el Consistorio no puede prohibir el turismo “pero debemos regularlo y ordenarlo… Trabajaremos para garantizar la posibilidad de vivir en la ciudad ya que la turistificación ha distorsionado el uso de la vivienda. La ciudad se ha convertido en un gran hotel”.
Los literatos, aventureros y locos que a principios del siglo XX visitaban la ciudad se han transformado ahora en oleadas de turistas. Actualmente el rol más parecido lo realizan blogueros con millones de seguidores. Genet calificó a Barcelona, en 1959, como una “ciudad marginal”. La youtuber Rosa Virginia ha alertado a sus seguidores, en uno de sus vídeos, de que el ascensor exterior del centro comercial las Arenas es de pago pero que, por dentro de la instalación, se puede acceder a la cúpula del edificio pero gratis.
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