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Diez sonoros momentazos

Sorpresas, catarsis, dedicatorias, espectadores en escena… Aquí, los episodios más insólitos de los conciertos del mes de julio

Rubén Blades durante su actuación en las Noches del Botánico de Madrid.
Rubén Blades durante su actuación en las Noches del Botánico de Madrid. Víctor Sainz

Julio suele ser un mes pantagruélico para la melomanía en Madrid, y este año, con excelentes carteles y aforos casi siempre abarrotados, no ha constituido una excepción. Buen motivo para repasar esos momentos excepcionales, por insólitos o ajenos a cualquier guion, que no siempre pueden reflejarse en las crónicas al uso.

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1. Chrissie y la fan bailona (The Pretenders. Teatro Real, 24 de julio). La lideresa del rock, en auténtico estado de gracia, no perdía de vista a una muchacha que bailaba enloquecida en el pasillo central de la platea. “Parece que te está gustando. ¿Cómo te llamas? Raquel, esta canción es para ti”. Y Raquel, aún más eufórica, se puso a levantar a medio patio de butacas.

2. El septuagenario que pincha ‘Despacito’ (Giorgio Moroder. Noches del Botánico, 22 de julio). El mítico productor italiano (77 años) abrió la sesión con Love to love you baby, uno de sus múltiples pelotazos para Donna Summer, pero la segunda canción fue… el éxito interplanetario de Luis Fonsi. Hubo estupor, sonrisas y docenas de silbidos. Queda la duda de si Giorgio ejerció de transgresor, bromista o visionario. Tal y como va evolucionando la especie humana, no podemos descartar nada.

3. ¿Algún cantante entre el público? (Devendra Banhart. Noches del Botánico, 2 de julio). El yanqui venezolano es tan impredecible como sus conciertos: el de este año, soberbio al principio y desvaído en el último tramo. Pero lo más insólito fue que le preguntara a la audiencia si alguien había escrito un tema que quisiera estrenar. Y sí. Ante la incredulidad generalizada, una muchacha, Raquel Aragón, aceptó el reto, le tomó prestada la guitarra al propio Devendra e interpretó una pieza lo bastante rara como para que le pudiera gustar a su inesperado padrino.

4. Voluntarios forzosos (Pink Martini. Circo Price, 23 de julio). A veces, disponer de una entrada excelente no está exento de riesgos. Meow Meow, la alocada cabaretera que colabora con los de Portland, decidió elegir a dos voluntarios y se llevó con ella, casi a empujones, a los ocupantes de la fila 1, butaca 1 y fila 3, butaca 2. A ambos los utilizó en una delirante interpretación de Ne me quitte pas de la que se conservan abundantes testimonios gráficos en las redes sociales. Los puso a sus pies, les hizo que le acariciaran los muslos, se sentó sobre uno de ellos… Los muchachos no sabían si reír o resoplar, así que acabaron haciendo ambas cosas.

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5. Promesa ante 1.500 testigos (Antonio Orozco. Teatro Real, 30 de julio). Muchos confiaban en que Orozco hubiera previsto algún colaborador en este concierto de Los Matinales de EL PAÍS, y su gran amigo Pablo López tenía muchas papeletas. Pero Pablo no apareció para interpretar Mi héroe desde los camerinos, sino que se encontraba, sin que casi nadie se hubiera percatado, en uno de los primeros palcos. Al finalizar su actuación, el malagueño bromeó sobre esos “parques de atracciones” que son los programas musicales en televisión y anunció que pretendía hacerle una petición pública al barcelonés. “¿Querrías ser mi ayudante en la próxima edición de La Voz?”. Orozco aceptó, claro. Y el teatro enloqueció con este intercambio de papeles.

6. Mi amigo Gabo (Rubén Blades. Noches del Botánico, 17 de julio). Como el panameño se despedía de la salsa, suministró ¡dos horas y media! de espectáculo. Y sazonó el repertorio con anécdotas deliciosas, como las derivadas de su amistad con Gabriel García Márquez. “Hice un disco a partir de sus cuentos [Agua de luna] que solo le gustó a dos personas: a él y a mí”, explicó entre las risas de los más de 3.000 asistentes. Un día Gabo le telefoneó para anunciarle: “Me duelen las manos”. “¿Y eso por qué?”, se interesó el cantante. “¡De tanto defenderte!”.

7. ¿Micrófono? ¿Para qué? (Ala.Ni. Conde Duque, 13 de julio). Enseguida resultó evidente que esta londinense afincada en París, a la que muchos ya definen como heredera de Billie Holiday, gozaba de una garganta privilegiadísima. Pero en esas llegó su canción Darkness at noon y decidió terminar de interpretarla entre el público, sin micrófono, paseando por todo el perímetro del auditorio. Su voz no perdió un ápice de intensidad a lo largo del paseo, que terminó arrollándose frente al escenario y con el público enfervorizado.

8. Ningún lugar tan bonito (Tom Jones. Teatro Real, 29 de julio). No sabemos cuánto había de diplomacia o cortesía en sus palabras, pero el mítico tigre de Gales, tras un concierto memorable, se despidió del público asegurando: “No recuerdo haber actuado en un edificio tan hermoso como este”. Y eso, proviniendo de un hombre con 54 años de carrera, es un auténtico piropazo.

9. Todos hipnotizados (Bryan Ferry. Noches del Botánico, 19 de julio). El dandi británico, en otro concierto impresionante, solo interpretó piezas de los setenta y los ochenta, sus dos décadas más gloriosas. Pero no todas figuraban entre los éxitos más reconocibles. Por ejemplo, In every dream home a heartache, del segundo disco de Roxy Music (1973), es un tema muy lento y casi monocorde, imposible de canturrear. Pero la interpretación resultó tan hipnótica que no se oyó ni una tos. La canción más oscura, convertida en la más asombrosa de la noche.

10. Un templo de bailongos (King Solomon Hicks. Café Central, 28 de julio). Pocos lugares con tanto encanto en la ciudad como el Café Central. Pocos, a su vez, tan sacrosantos y circunspectos: allí el jazz es una ceremonia. El guitarrista Hicks, un chavalito neoyorquino de 21 años y desparpajo sin límites, logró cambiar las tornas con una versión de Johnny B. Goode tan virtuosa y pegadiza que todo el local acabó levantándose a bailar y dar frenéticas palmas. Una imagen tan insólita como la de ver poco después a uno de los camareros subirse a tocar la armónica junto a King y sus tres músicos.

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