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Más de 14.600 niños catalanes faltan a clase de forma regular

Aunque los absentistas aumentaron un 11% en un año, Enseñanza sostiene que la cifra está estabilizada y no hay un crecimiento significativo

Jessica Mouzo
Alumnos en una clase de un colegio de Barcelona
Alumnos en una clase de un colegio de BarcelonaMassimiliano Minocri

Hacer pellas, novillos o campana. Son los motes que se usan en el argot estudiantil para referirse al hecho de que un alumno, en edad de escolarización obligatoria, falte a clase. Sin embargo, si la ausencia es reiterada y no justificada se trata de absentismo escolar, un fenómeno que, por los riesgos psicosociales que conlleva, requiere la intervención del colegio y de los servicios sociales del territorio. En el curso 2014-2015, último año del que se tienen cifras, 14.618 niños de infantil, primaria y secundaria eran absentistas regulares, esto es, que faltaban a más del 25% de las horas lectivas. Se trata de un 11% más que el año anterior.

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"Se recoge todo el absentismo porque los centros pasan lista de los alumnos todos los días. Pero se considera preocupante a partir de que falten a más del 25% de las horas lectivas”, puntualiza Jordi Miró, director general de Atención a la Familia y a la Comunidad Educativa del Departamento de Enseñanza. En el curso 2014-2015 se registraron 6.017 casos de absentismo en educación infantil, 4.050 en primaria y 4.551 en secundaria. En total, se trata de un 11% más que el año anterior, aunque Enseñanza sostiene que la cifra está estabilizada. “Que haya un solo niño absentista ya es un problema, pero no ha crecido significativamente. La situación está estabilizada pero hay que minimizarla y estamos trabajando en ello”, apostilla Miró.

Cada caso es singular y se trata de un fenómeno en el que inciden muchos factores, sostienen los expertos. Para empezar, existen diferencias entre la ausencia a clase de un alumno de infantil y uno de secundaria. “En términos generales, cuando los absentistas son niños es por problemas familiares y cuando son adolescentes es porque los padres no pueden con ellos”, señala Carlos Alarcón, miembro de la comisión de infancia del Colegio de Trabajo Social de Cataluña. En cualquier caso, agrega, el absentismo “es un indicador de infancia en riesgo”.

“Hay muchos tipos de absentismo. El crónico, por ejemplo, se ve más entre la población gitana. Y aquí intervenimos con promotores escolares que actúan en 11 zonas y ya hemos conseguido reincorporar al 52% de los absentistas”, apunta Miró. También existe otro estacional, señala, más común en determinadas etnias centroafricanas durante las épocas del año en las que hacen viajes familiares a sus países de origen. Además, agrega el alto cargo de Enseñanza, hay otra clase de absentismo vinculado a algún conflicto familiar o en el centro, como puede ser un caso de acoso escolar.

En cualquier caso, si se detecta que un alumno está faltando a clase con frecuencia, la intervención corre a cargo, en primer lugar, del centro educativo, que dispone de un protocolo de actuación según la gravedad del caso. “El 90% de las veces se soluciona en el centro educativo, porque son los que están en mejores condiciones para intervenir. Hablamos con la familia y el alumno y buscamos medidas para recuperar al absentista”, dice Miró.

Un indicador de riesgo

En caso de que la intervención del centro falle o no sea suficiente, el centro deriva el caso a los servicios sociales del territorio. “Nosotros intervenimos porque es un indicador de infancia en riesgo”, apunta Alarcón.

Los servicios sociales ponen especial atención al entorno familiar. “Se cita a los padres y, según la edad, al alumno, y hacemos un diagnóstico social para ver dónde está la dificultad”, apunta Alarcón. El trabajador social asegura que el absentismo suele ser el punto de partida de algo más profundo. “Es un síntoma más y tiene que ver con una situación y relación parental que está dañada. Hay que hacer una exploración con la familia y ver qué recursos tienen”, agrega.

Las cifras del absentismo escolar

Curso 2010-2011: 13.852 niños faltaron a más del 25% de las horas lectivas. De infantil y primaria, 8.734; de secundaria, 5.118.

Curso 2011-2012: Hubo 15.543 absentistas. De infantil y primaria, 10.452; de secundaria, 5.091.

Curso 2012-2013: Faltaron 14.522. De infantil y primaria, 9.641; de secundaria, 4.881.

Curso 2013-2014: Se registraron 13.174 casos. De infantil y primaria, 8.695; de secundaria, 4.479.

Curso 2014-2015: Hubo 14.618 casos. De infantil, 6.017; de primaria, 4.050; de secundaria, 4.551.

El absentismo puede darse en niños de todos los estratos sociales, pero Alarcón asegura que, en cualquier caso, “es un elemento más de riesgo de exclusión social”. Por eso la intervención tiene que ser inmediata y eficiente, adaptada a la realidad de cada caso. “Si hablamos de casos de menores donde para los padres no es prioritario que vayan al colegio, hay que hacer una intervención de concienciación, como dar ayudas a domicilio para echar una mano en las dinámicas familiares de dar de desayunar a los niños o llevarlos al colegio”, apunta el trabajador social.

Con todo, los servicios sociales básicos tienen competencia para asistir los casos en los que el riesgo para el menor es leve o moderado. Cuando se cruza esta barrera y asumen que los niños corren un riesgo más elevado en su núcleo familiar, derivan el caso a los Equipos de Atención a la Infancia y la Adolescencia (EAIA), los servicios sociales especializados en menores. “Si solo hay absentismo, es difícil que se derive el caso a la EAIA. Eso se hace cuando constatas que las necesidades del niño no están siendo cubiertas y hay un posible daño al menor”, concluye Alarcón.

Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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