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Las leyendas hicieron de chavales

Aerosmith protagonizaron la despedida del Rock Fest con un concierto aseado y dinámico

Concierto de Aerosmith en el Rock Festival 2017 de Santa Coloma.
Concierto de Aerosmith en el Rock Festival 2017 de Santa Coloma.Massimiliano Minocri

Cronistas de los años dorados del jazz atribuyen a Charlie Parker haber instigado involuntariamente el consumo de drogas, ya que otros músicos atribuían a la ingesta de estas sustancias el nivel de maestría alcanzado por el genial saxofonista. Mucho ojo con Steven Tyler y Joe Perry, lanzados a tumba abierta hacia los setenta pero mostrando un estado de forma insólito en señores de tal edad y con tal historial de excesos a sus espaldas. Muchos ingenuos podrían pensar que lo que dio genialidad a Parker da longevidad y dinamismo físico a los roqueros que cerraron al frente de su banda, Aerosmith, el Rock Fest. Viéndolos corretear flexibles por escena podría conjeturarse que eso de hacer de ésta una gira de despedida es una excusa para seguir en la brecha y que en próximos años, donde dije adiós digo hasta luego.

Rock Fest, el paraíso del amante del heavy en Santa Coloma de Gramanet, una especie de Waken doméstico. Ese fue el contexto. Algunos festivales son más modernos, pero en el Rock Fest la tierra que pisoteada se hace polvo en suspensión con destino los pulmones, estaba cubierta por césped artificial, como en el Sónar. Y las barras iban con moneda de curso legal, lo que evita al público la doble cola: la del canje de dinero y la posterior de la barra. Ambientazo absoluto de aficionados que se sienten orgullosos de serlo y lo proclaman con sus negras camisetas de huesos y monstruos. Poco fan no heavy de Aerosmith, a lo sumo alguna pareja pija despistada, amén de extranjeros de cierta edad que en pareja o en grupo se sumaban a la fiesta. Y su cierre con Aerosmmith, algo así como una película de acción a la que no se pide más que diversión y tortas. Para lo otro, profundidad, pertinencia y tensión, hay otro tipo de filmes. Quien no se divirtió era porque buscaba a Truffaut en una película titulada La enésima jungla de cristal: el retorno.

Repertorio de éxitos. Vestuario estrella del rock setentero, en particular el de Tyler, todo boca recogida hacia las orejas, melenas tizón con estratégica mecha plateada y una combinación de colores, prendas y abalorios que cegarían a un senegalés y congelan en la boca la palabra abuelo. Tyler, algo más sobrio, era el que repartía las tortas, véase solos y poses de guitar-hero, mientras que el resto del grupo, pese a ir vestidos más modositos, parecían más disfrazados que ataviados. Se ha de reconocer que a Tyler y Perry les cuadra su vestuario, ridículo en la mayor parte de hombres de su edad. ¿Música?, bien, pero sin alardes: un éxito tras otro con incrustación de versiones –Fleetwood Mac, Sanghri-Las, Beatles-, tocados con solvencia y profesionalidad. Volumen contenido, espectáculo sencillo y traca final con la pareja protagonista subida a un piano blanco, como Jimie Cullum pero con casi setenta tacos. La aventura de verdad llegaría luego, pues el Rock Fest sólo comunica con el paraíso heavy, donde no hace falta ni metro, ni taxis, ni autobuses, al fin y al cabo necesidades prosaicas. ¿Quién tiene prisa por volver a la tierra?

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