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POP / Dorian

La euforia de los desolados

Los barceloneses encaran el fin de su gira de décimo aniversario con un doble baño de autoestima en La Riviera

Ah, la tristeza: un sentimiento pegajoso como un chicle que puede traducirse en unas irrefrenables ganas de bailar. Es la contradicción a la que ha sabido exprimir todo su jugo Dorian, una banda que apura las celebraciones de su décimo aniversario con dos llenazos, viernes y sábado, en La Riviera. Los catalanes han alumbrado un recopilatorio y un disco en directo en torno a la efeméride, pero su congoja es tan adictiva que aún les reporta el suficiente rédito como para pulverizar entradas. Mientras materializan sus próximos pasos, es evidente que la negrura les sienta muy bien.

Recital de Dorian en La Riviera.
Recital de Dorian en La Riviera.NACHO NABSCAB

Abrir un concierto con una pieza titulada Los amigos que perdí no parece el mejor salvoconducto para la euforia, pero ahí radica el hechicero juego de paradojas de Dorian: la primera crónica de descalabros emocionales se salda con un estallido de confeti y casi 2.000 gargantas secundando cada sílaba. Marc Gili es un muchacho de guapura lánguida que hasta cuando se nos pone sentimental (Verte amanecer) advierte de que lo hace todo al revés. Recapitulemos: la tristeza es bella y la fragilidad, tierna.

La negritud cobra rango de uniforme, más allá de que Gili optara este viernes por aportar una pincelada de color rojo con su calzado. Pero hasta el gabán del jefe de filas aporta un indisimulado aire londinense. Y las ráfagas de pop sintetizado remiten sin parar a principios de los ochenta, como si el quinteto bordease permanentemente la tentación de afrontar una lectura de Nowhere girl (B-Movie).

Hay escalas en ese tecno más robótico e intencionadamente monótono (Domingo perfecto, Estudios de mercado), e incluso unas cuantas muestras de fascinación por el acervo latinoamericano. Fructíferas solo a veces: Soda Stereo es ramplona y plana en su transición de estrofa a estribillo, por mucho que se agradezca el homenaje a aquellos argentinos seminales. Pero a Marc, Belly Hernández y compañía acaba doblegándoles, felizmente, la tentación del estribillo. Y ahí están ejemplos estupendos, desde Arrecife a Arde sobre mojado (y no digamos ya Cualquier otra parte), para avalar el efecto euforizante de tantas consultas en su “enciclopedia de la desolación”. Que dirían ellos mismos, vaya.

Tan lejos de ti o Solar evidenciaron que la discografía de Dorian es aprovechable desde su germen. Y aún más encanto anidaba en ese par de bises en formato acústico junto a las dichosas palmeritas, en particular el emocionante Te echamos de menos. La belleza es efímera, por mucho que se empeñara el perturbador personaje de Oscar Wilde. Pero estas polaroids de la juventud atribulada con que nos obsequian Dorian encierran el encanto de lo irrepetible.

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