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Píldoras contra la autoficción

Soledad Puértolas indaga en los secretos de las relaciones en el libro de relatos ‘Chicos y chicas’

La escritora Soledad Puértolas, ayer en Barcelona.
La escritora Soledad Puértolas, ayer en Barcelona.Quique Díaz (Efe)

Hay situaciones en la vida que uno no sabe cómo explicar. Momentos que son casi un presagio. Le ocurre a Virginia, una mujer casada de mediana edad que va a comprar madejas de lana y se le desparraman en plena calle. Un desconocido la acaba ayudando a recogerlas mientras la mira fijamente. Unos días después en una galería de arte Virginia se vuelve a encontrar a ese desconocido, Osvaldo, y tejen una relación imprevista. La vida está llena de silencios, de secretos que no se dicen y que acaban definiendo el futuro. Y cuando uno intenta confesar, lo hace de manera torpe. Le pasa a Manuel, que no encuentra mejor momento que un viaje en tren para anunciar a su pareja que tiene una amante. En el vagón, repleto de gente, no pueden gritarse ni pegar portazos. Y mientras el tren corre hacia adelante, la confianza entre los dos se resquebraja, su relación avanza hacia atrás, sin remedio. Personajes como estos y sus paradojas son el hilo conductor de Chicos y chicas, libro de relatos de Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) que publica Anagrama. Tras El fin (2015), es su séptimo volumen de relatos.

“La idea del secreto es algo con lo que vivimos desde pequeños. Hay historias que no son contadas porque es difícil encontrar las palabras para expresarlas. A los demás les pasa lo mismo con lo que el juego de guardar es común. Hay que saber qué te juegas cuando desvelas un secreto”, explica la ganadora del Premio Planeta con Queda la noche (1989).

Chicos y chicas está formado por 11 cuentos, la mayoría no sobrepasan las 20 páginas. “Son pequeñas novelas bonsái”, opina Herralde, escritas íntegramente en tercera persona, lo que es una novedad para Puértolas. “Es como adquirir otra identidad, coger distancia. Era lo que había buscado toda la vida”, desgrana la escritora, que carga contra el auge de la autoficción. “Me agobia que haya tanto 'yo' en la novela actual. No me interesa hacer autoficción. Es acortar mi libertad. No estoy dispuesta a contar todos mis secretos. Me asusta”, afirma la autora de Historia de un abrigo (2005), quien ya tiene entre manos la redacción de una nueva novela.

En Chicos y chicas, título de uno de los relatos del volumen, la mayoría de historias se centran en las relaciones familiares, en los vínculos de amistad y en la pareja. Pero Puértolas, a la vez, pone el foco en las ausencias y en el desinterés: En uno de los relatos, Aficiones, un hombre no se da cuenta de que uno de sus ligues se encuentra gravemente enferma hasta que solo le queda un hilo de vida. En Sueños un profesor universitario, Ismael Luna, está tan absorto en su mundo que ignora que su sirvienta ha metido al novio en casa. No sabe lo que ocurre al otro lado del pasillo. Y en Incendios dos gemelas comparten un hombre.

En el libro hay perros, muertes y desencuentros. Cobra importancia la adolescencia, el mar y el verano. En muchos relatos, además, en apenas unas líneas se explican años de las vidas de los protagonistas. “¿Eso era todo? Una fugaz mirada al pasado, una ráfaga de melancolía. La vida pasa”, piensa un personaje al encontrarse con sus amigas de infancia. “He sido más que nunca consciente del paso del tiempo. Nos trae sorpresas, finales inesperados”, detalla Puértolas. La escritora destaca la falta de conclusión de los relatos y la atmósfera de intranquilidad que sobrevuela las historias. “Es como una película. La existencia está hecha de momentos clave. De benditos detalles: Se gira o no se gira. Me mira o no me mira”, concluye la autora de Chicos y chicas.

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