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Pilar Aymerich: “Una foto mala no existe, no hace falta que la hagas”

Entrevista con la fotógrafa que expone su obra en la galería Eude de Barcelona

José Ángel Montañés
La fotógrafa Pilar Aymerich en su casa de Barcelona, con una de sus cámaras.
La fotógrafa Pilar Aymerich en su casa de Barcelona, con una de sus cámaras.Joan Sánchez

La fotógrafa Pilar Aymerich (Barcelona, 1943) adora los gatos, unos animales con los que ha convivido desde que era pequeña. Será por eso que la fotoperiodista, autora de un buen número de fotografías icónicas de la Barcelona de los años setenta y ochenta que reflejan como pocas los cambios sociales, políticos y culturales que se vivieron en esas décadas, tiene mucho de felina. Como sus tres gatos que recorren el enorme piso de Gran de Gràcia donde vive y tiene su estudio, Aymerich, que lleva casi 50 años trabajando detrás de una cámara, camina sigilosa y con calma, observa con detenimiento y solo dispara de forma certera su cámara tras ganarse la confianza de su presa. Una selección de fotografías realizadas durante estas décadas, en la que se mezclan los retratos con las imágenes de las bulliciosas y conflictivas calles en este momento, pueden verse, hasta septiembre en la galería Eude de la calle de Consell de Cent de Barcelona bajo el título La Barcelona de Pilar Aymerich.

'Supervivents Catalans al Camp nazi Mauthausen'; Ferran Planas, Joan Pagès y Joaquim Amat-Piniella en 1972, de Pilar Aymerich.
'Supervivents Catalans al Camp nazi Mauthausen'; Ferran Planas, Joan Pagès y Joaquim Amat-Piniella en 1972, de Pilar Aymerich.Pilar Aymerich

“Son fotografías en las que se mezclan los hechos que hicieron que Barcelona cambiara radicalmente y algunos de sus protagonistas; un momento irrepetible donde se juntaron tres generaciones: los que volvían del exilio como Mercè Rodoreda, Pere Calders o Joan Oliver; los que habían estado en la resistencia interior como Antoni Tàpies o Maria Aurelia Capmany y los jóvenes que habían bebido de toda esta gente, como Ovidi Montllor, entre otros”, explica la fotógrafa durante un recorrido por la exposición; una especie de retrospectiva que ha seleccionado con mimo. “Muchas son imágenes que no se habían positivado nunca, porque en el momento en que se hicieron no eran las importantes, pero siempre han estado ahí”, explica delante de una madre hippy de 1972, “una especie de Madonna”, o una criada tendiendo la ropa en una de las terrazas del Eixample. “Es la época en la que la prensa pasó de no reflejar la realidad, de hablar sólo de cortes de cintas e inauguraciones al auge del fotoperiodismo que logró ponerse a nivel europeo”.

Amiga Montserrat Roig

Dentro de la exposición tiene un lugar preferente un friso con cerca de una docena de fotografías de dos buenas amigas suyas: Montserrat Roig y Maria Aurelia Campany. De las dos que se cumplen los 25 años de su fallecimiento. "A Montserrat la conocí cuando yo tenía 17 años y ella 16 y entramos juntas a estudiar arte dramático. Al volver de Londres en 1968 comencé a hacer fotos y ella a escribir. Nos presentamos a un concurso Serra d'Or y lo ganamos. Y desde entonces, su fallecimiento en 1991, colaboramos en muchos trabajos".

En las historias que relata Aymerich aparece muchas veces su amiga Roig. Como en la imagen en la que aparece una relajada Mercé Rodoreda."Montserrat me dijo que iba a entrevistarla, pero que si quería ir que no me llevara la cámara porque hacía dos años que no dejaba que le hicieran fotos. Pero al llegar a su casa vi que tenía una galería con gardenias y empecé a hablarle de las plantas que yo también cultivaba. Y así pude hacerle esta y otras fotos en el jardín. Estudiar teatro me ha ido muy bien, por que en la vida he hecho todos los papeles de la obra para conseguir una foto".

Aymerich sigue trabajando en su laboratorio, instalado en la otra punta de su piso. “Cuando volví de Londres a finales de los años sesenta se revelaba muy mal, era todo muy empastado y lo primero que hice fue montarme mi propio laboratorio, porque soy muy meticulosa y pensé que una copia que pusiera detrás Pilar Aymerich tenía que estar bien ampliada”. También sigue haciendo fotografías: “Cuando pasa algo, cojo la cámara. Es como una necesidad, otra cosa es que que haga fotos o no. Una de las últimas veces fue cuando el desalojo de Gràcia. Eres fotógrafo las 24 horas al día. No es una profesión, es una forma de vida”.

Además de felina, a Aymerich se le nota su formación: “Estudié dirección teatral y escenografía en la escuela de Adrià Gual. Por eso, las personas que retrato siempre aparecen en un entorno que ayudan a definirlos y suma información”, explica, mientras remarca que solo hace primeros planos a la gente mayor “porque las arrugas también hablan del personaje”.

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En 2004, coincidiendo con la celebración del Fórum de les Cultures, dio el salto de la fotografía analógica a la digital. “Pero añoro lo analógico. No es ni mejor ni peor, es distinta. Para mí, la reflexión en fotografía es muy importante, por eso solía dejar varias horas el carrete sin revelar, para tener un poco de perspectiva”. Ahora la cosa es diferente, más inmediata. Aunque tiene una fórmula. “Con la cámara analógica antes de comenzar a retratar, conversábamos y nos tomamos algo, y durante diez minutos disparaba sin carrete. Y cuando veía que el personaje se había relajado comenzaba la sesión, porque tengo asumido que la fotografía es una agresión. No te llevas el alma, como dicen algunas tribus, pero si es una especie de confesión. Ahora digo que el visor se me ha extropeado para que no pretendan ver el resultado del trabajo ya y rompan la magia que se crea”, asegura, mientras abomina del Photoshop: “Es horroroso, porque cambia a las personas, es inmoral. Hay que tener una ética, una línea que no puedes pasar porque estás perdido. Yo trabajo con personas y es muy importante no traicionarlas”. Entre el colectivo más difícil, asegura, los escritores. “Tienen mucho miedo a la cámara, porque tienen la prevención de que puedes adivinar quienes son”, explica sonriendo.

Ets fotógrafo las 24 horas del día. Esto no es un trabajo, es una forma de vida

Se pone seria cuando se le pregunta por el estado de los archivos fotográficos, un tema que conoce a fondo porque ha participado en numerosos foros y reuniones del sector con la administración catalana. “Existe un Plan Nacional para la fotografía, pero está en sus inicios. No saben muy bien por dónde tirar y hemos perdido muchos años en los que grandes archivos se han perdido, e incluso te los encontrabas en los Encants tirados por el suelo, porque hasta hace poco el trabajo de los fotoperiodistas y documentalistas no se consideraba fotografía de autor. Por eso, en Cataluña la fotografía documentalista no está presente en los centros importantes y se está perdiendo la historia en imágenes de estos años. Es imperdonable”. Ella depositó su archivo en 2011 en el Arxiu Nacional de Catalunya. “No tengo hijos y siempre he pensado que era un patrimonio que ya no me pertenece, que es de todos y allí puede consultarse”, aunque remarca que sigue teniendo los derechos de sus imágenes y que puede disponer de los negativos cuando quiera.

“Montserrat Roig amb el seu fill Roger”, en el antiguo Casino de Barcelona, Collserola, 1972.
“Montserrat Roig amb el seu fill Roger”, en el antiguo Casino de Barcelona, Collserola, 1972.Pilar Aymerich

Aymerich es capaz de contar la historia que hay detrás de todas sus fotografías. Sean manifestaciones de bomberos, sindicalistas, actores, entre los que se ven a Flotats, Mario Gas y Loles León que lleva un cartel en el que se lee “actriz parada”, periodistas —“es de 1976. Fue la primera autorizada y no sabíamos como terminarla ya que no nos perseguían los grises. Vázquez Montablan le preguntó a Josep Ramoneda, que era el más viajado cómo se hacía en otros países, y comentó que en Francia se daban la mano y se disolvían, y asó lo hicimos”—. O mujeres contra las violaciones que pasan por delante de un cine en el que se programaba una película del destape.

Tot retrato es una agresión. No te endús el alma, pero sí que es un tipo de confesión

Tras comprobar la cantidad de imágenes de esta artista que han sido utilizadas en portadas de discos —como la de Ovidi Montllor para la portada de La fera ferotge de 1968 en la que el cantante echa humo por la nariz—; de libros, como el de Montserrat Roig sobre los catalanes en campos de concentración: “fue la primera vez que se escribió de este tema. Me llamó Montserrat y me dijo que fuera corriendo. Cuando llegue a su casa me encontré a tres señores sentados delante de una grabadora contando cosas terribles, pero allí no podía hacer fotografías. Me fui y encontré un muro que pensé que me serviría y los convencí para dar paseo. Cuando pasamos por delante del muro les dije que se pusieran como cuando estaban en el campo e concretación. Les cambió la cara. Solo hice una fotografía porque les veía sufrir. Me la acaban de pedir para el Museo del Holocausto”. También en carteles como el de la gran manifestación del Estatut de 1977 “que se colocó en muchos ayuntamientos”. Su autora asegura que: “Una foto mala no existe, porque no hace falta que la hagas. El privilegio de ser freelance como yo he sido es que puedes escoger no hacerla”. Porque “Yo no soy de esos que dispara y después ya veremos”.

Primera manifestación autorizada de periodistas en 1976.
Primera manifestación autorizada de periodistas en 1976.Pilar Aymerich

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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