Un Haydn de muchos quilates
Sabor agridulce en el primero de los dos conciertos que Jan Willen de Vriend dirige esta temporada en su condición de principal director invitado de la OBC
El primero de los dos conciertos que el director holandés Jan Willen de Vriend asume esta temporada en su condición de principal director invitado de la OBC deja un sabor agridulce. El programa, consagrado a los reyes del clasicismo vienés -Wolfgang Amadeus Mozart y Franz Joseph Haydn- tenía atractivos más que suficientes para llenar la sala grande del Auditori, pero la respuesta del público ha sido más bien discreta, con demasiadas butacas vacías. Y ha sido una lástima, puesto que el nivel artístico del concierto fue in crescendo y, tras el espléndido debut con la OBC del pianista sudafricano Kristian Bezuidenhout con un Mozart impecable, director y orquesta dieron de lleno en la diana con una electrizante versión de la Sinfonía núm. 103, Redoble de timbal, de Haydn.
Bezuidenhout tiene un toque elegante y una sonoridad delicada y transparente. Con estas virtudes, bien acreditadas en su magnífica integral de las sonatas de Mozart al fortepiano- dio luminosidad y ligereza al Concierto para piano y orquesta, núm. 9, KV 271 Jeunehomme. Mozart se lo dedicó a la pianista francesa Mademoiselle Jeunehomme cuando visitó Salzburgo; el compositor, tenía 21 años, quedó cautivado por esta joven de apellido rodeado de misterio, identificada por el musicólogo Michael Lorenz como Victorie Jenamy, cuyo apellido de casada se corresponde con el que Mozart anotaba en su correspondencia, Jenomé.
OBC
Kristian Bezuidenhout, piano.
OBC. Jan Willen de Vriend, director.
Obras de Mozart y Haydn.
Auditori de Barcelona, 25 de octubre
Lo más sorprendente de este concierto es que Mozart va mucho más allá del espíritu galante de su tiempo y crea espacios de profunda expresividad, especialmente en el bellísimo Andantino, que Bezuidenhout tocó de forma admirable. Un Mozart muy ligero en los tempi, delicado y bien equilibrado con una dirección de buen gusto y ajustadas dinámicas. Hermosa fue también la propina, la Allemande de la Suite KV399.
Pero donde Jan Willen de Vriend y la OBC consiguieron los mejores logros fue en la brillante interpretación de la Sinfonia núm. 103, que posee el más extraño comienzo del repertorio, ese impactante redoble de timbal - se lució en todas sus intervenciones Joan Marc Pino- que inundó el Auditori mientras el director se acercaba al podio entre aplausos. Fue el arranque espectacular de una lectura bien planificada, viva y ágil en el juego de contrastes, en óptima sintonía con unos músicos capaces de sonar con arrolladora energía sin traicionar el estilo.
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