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CRÍTICA | JAZZ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las estrellas tocan ‘bugalú’

El supergrupo de Medeski, Scofield, Martin y Wood rubrica un concierto apabullante

Vienen Medeski, Scofield, Martin y Wood —el orden de los factores no altera el valor del producto— y el personal se vuelve loco. Hubieran hecho falta cuatro conde duques para acoger a los seguidores del cuarteto, que algunos han bautizado ya como supergrupo, dada la enjundia artística de sus integrantes. John Scofield, por un lado; Medeski, Martin y Wood, por el otro. Y, entre medias, el disco que acaban de grabar, Juice, un homenaje no explícito al bugalú, o boogaloo (el diccionario pasa del tema), género de música propicio a las calenturas y el desmelene que iluminó las noches del Spanish Harlem neoyorquino en los sesenta, y el jazz recogió como suyo en las grabaciones de Lee Morgan y Hank Mobley para el sello Blue Note. ¿Quieres bugalú? Pues toma bugalú.

El concierto del jueves fue un ir y venir a lo mismo, bugalú va, bugalú viene, y, cuando no, Eddie Harris, con cuyo abrasador Sham time se abrió el telón. Toda una declaración de intenciones. Improvisaciones de jazz con la energía del rock: el cóctel resulta altamente inflamable. Luego que MSMW hacen las cosas a su modo: lo suyo, tratándose de músicos de jazz. Sus interpretaciones se escoran en un sentido o en otro según les da el viento, de Jimi Hendrix en clave bugalú a la Nueva Orleans de los hermanos Neville y un Oye como va que no es el de Santana-Tito Puente, pero se le parece: la arruga está de moda. A lo que hacen, lo llaman avant-groove. Pues bueno, pues vale.

Puestos a ponerle cara al concierto, sería la de John Medeski sacando rayos y centellas de su órgano Hammond, la efigie de Sun Ra asomando bajo la americana; o la de John Scofield, la imagen perfecta del guitar killer, sólo que toca mucho mejor que la mayoría de los guitar killers del mercado. El personal estaba con él y Scofield, de más está decirlo, no les decepcionó. Nunca lo hace; esa es su marca de la casa.

Con Sunshine of your love, composición del recientemente fallecido Jack Bruce, el concierto entró en su fase final dedicada a las versiones. No fue lo mejor de la noche. Como tampoco lo fue la subsiguiente versión de Light my fire, de los Doors. Hay canciones que valen para ser interpretadas en jazz, y otras que no, y ésta es de las que no. Otra cosa es lo que el personal pensara al respecto. Baste decir que a nada estuvimos de vivir un asalto al escenario ante la parsimonia de los artistas en regresar para el correspondiente bis. Lo hicieron, para tocar The times they are a-changin’, de Bob Dylan, la misma con la que se cierra el disco. Aires pastoriles para terminar un concierto eléctrico y apabullante, versiones aparte. Va a ser verdad que los tiempos están cambiando.

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