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crítica zarzuela

Un título de ayer y de mañana

'La revoltosa' posee uno de los libretos más redondos e ingeniosos de todo el género chico

Un momento de 'La revoltosa'.
Un momento de 'La revoltosa'.

Aderezar o completar el programa con tres fragmentos musicales de valores propios le dio a la velada la extensión justa y además, no era baladí. El argumento de que las cuatro obras se habían estrenado en un mismo año de 1897 justificaba esas inclusiones de Oliver Díaz, que llevó al Ensamble Musical de Madrid con brío y en estilo. De "La viejecita" se vio su más famosa parte, el aria para soprano en travestí y coro masculino; de "Agua, azucarillos y aguardiente", el chispeante cuarteto y de "La boda de Luís Alonso", coreografiado por José Antonio, su "Interludio", como explica José Luís Temes, una de las obras orquestales más interpretadas de toda la música española, y algo parecido puede decirse del fragmentos de Chueca y Ramos Carrión de "Agua…", también presente en numerosas antologías.

"La boda de Luís Alonso" rebosa de andalucismo evocador y siendo segunda parte fue estrenado un año después de "El baile de Luís Alonso" (1896); ambas vivieron su debut en el Teatro de La Zarzuela. Argumentalmente, es primero la segunda, y rara vez se presentan como dos partes de un programa único; la coreografía de José Antonio es una recreación de la que realizara con el desaparecido Ballet Siluetas, y para una formación numérica casi similar con el destaque de un bailarín solista.

La revoltosa

Música: Ruperto Chapí. La boda de Luís Alonso: música: Gerónimo Giménez; coreografía José Antonio; vestuario: M. Mara; escenografía: L. del Álamo. Dirección musical: Oliver Díaz. Dirección escénica: Francisco Matilla. Jardines de Sabatini. Hasta el 24 de agosto

"La revoltosa" tuvo un estreno histórico en el Teatro Apolo y es verdad que, sin quitar mérito alguno a Chapí, posee uno de los libretos más redondos e ingeniosos de todo el género chico, como quedó demostrado en la reacción del público que llenaba la grada de Sabatini, con esa mezcla sabia de elegancia y costumbrismo de sus autores; piénsese que Carlos Fernández Shaw era un escrito tenido por culto, de profesión abogado y miembro de la Academia Jurídico-Literaria de Madrid, mientras su coautor José López Silva, periodista de oficio, muy popular, había sido tendero en su barrio, lo que lo convertía en un sabedor memorioso del habla popular corralera.

La discreta y funcional escenografía de Luís del Álamo cumple y permite liberar la escena de trastos para el desarrollo de la danza y la acción, mientras el vestuario de Mariana Mara es de muy buen gusto, entonado casi de manera monocroma en el beige y el blanco, del sucio al níveo, acaso solamente interrumpida la gama por el mantoncillo rojo sangre de Mari Pepa, que se vuelve símbolo de su desparpajo y quiebro, detalles del carácter de ese personaje que la cantante Irene Palazón dosifica con tino.

El Coro de la Ópera Cómica de Madrid, con una larga experiencia en zarzuela (han hecho más de 200 representaciones de "La revoltosa" en giras por España y el extranjero) se mostró enérgico y con un movimiento escénico dinámico, lo que, junto a las bisagras didácticas de Francisco Matilla para el hilvanado, logró que la hora y media de función se fuera volando. El que dio la nota negativa fue el de las luces, que a punto estuvo de arruinar la función, con un baile sicodélico de los focos en estilo discoteca que no venía a cuento y a veces, hasta dejando la escena a oscuras o iluminando zonas vacías sin justificación.

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