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JAZZ | Pat Metheny Unity Group
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El guitarrista poliédrico

El siempre estimulante músico de Missouri recupera con su nuevo quinteto el esplendor y el poderío melódico de sus añorados años al frente del Pat Metheny Group

Desde que en 2005 dejara atrás su inolvidable etapa al frente del Pat Metheny Group, el guitarrista de Missouri ha puesto en marcha infinidad de proyectos entre curiosos y subyugantes, pero ninguno con el predicamento de aquella marca primigenia. Su concierto de este sábado en el Botánico complutense, tercero del debutante festival Mad Garden, se saldó con poco más de media entrada, por más que durante 160 generosos minutos el autor de Last train home ofreciera tres conciertos en uno (cuarteto, quinteto y dúos) y compareciera en la explanada universitaria con su arsenal más completo. Y ello incluye el gigantesco orchestrion, una virguería de válvulas y circuitos eléctricos que ocupa medio escenario y funciona como un gran órgano de la era cibernética. No era la primera vez que veíamos en funcionamiento el cacharro, esta vez manejado por Giulio Carmassi, pero es difícil sustraerse a la fascinación, incluso el embobamiento, que inspiran sus dimensiones y el colosal resultado sonoro.

No pocos espectadores desenfundaron sus móviles para guasapear fotos del orchestrion antes del concierto y se recataron de hacer otro tanto con la ya célebre guitarra Pikasso, que le sirvió a Pat para la inaugural Into the dream e incluye ristras de cuerdas por cada rincón de la caja, lo que le confiere un sonido similar al del arpa. No parecía del todo afinada, sin embargo, así que agradecimos la pronta irrupción del saxofonista Chris Potter, el bajista Ben Williams y la batería del mexicano Antonio Sánchez, artífices de la Unity Band. Y ahí sí que comienzan a saltar chiribitas del escenario, en particular gracias a los duelos entre Metheny y Potter, encarnizado en el caso de Roofdogs. Porque el guitarrista conserva la dulzura y el nervio de siempre en sus dedos, y hasta es tan fiel a su aspecto clásico (la melena alborotada como tras una descarga eléctrica, las camisetas a rayas de marinero) que cuesta claudicar ante la evidencia matemática: nuestro personaje adquirirá en agosto la condición de sexagenario y a su debut discográfico, Bright size life, le contemplan 38 primaveras.

La emoción estalla definitivamente en la segunda parte de la noche, cuando Carmassi se incorpora a la alineación y la Unity Band pasa a denominarse Unity Group. Cuantos añoren los tiempos del Pat Metheny Group encontrarán a buen seguro en Kin, el muy reciente estreno del quinteto, el disco de Metheny que llevaban casi una década esperando. Porque la incorporación de los teclados evoca al instante la figura de Lyle Mays, al tiempo que el joven y refrescante italiano calca aquellas voces sin palabras de David Blamires. Los 12 minutos de la pieza titular son trepidante jazz contemporáneo, con ecos urbanos y una brizna de electrónica, mientras que la no menos extensa Rise up, con acusada guitarra acústica y compás irregular, puede traer a la cabeza clásicos como Facing west. Las palmas de On day one son el mismo recurso que hizo tan popular Yolanda, you learn, pero la mayor ovación se la llevó Born, una balada relativamente sencilla y de belleza desarmante, con Potter en funciones de flautista.

La tercera parte le sirvió a Metheny para medirse en dúos con sus cuatro socios: furibundos en los casos de Potter y Sánchez, y de incontestable poderío melódico cuando rescató Bright size life junto a Williams y Dream of the return para mayor lucimiento vocal de Carmassi. El enciclopédico Metheny, este guitarrista poliédrico que admite versiones incontables, reservó para los bises dos clásicos enormes, Have you heard? y Are you going with me?, e incluso se permitió una coda acústica en solitario para esbozar algunas de sus melodías más queridas, desde Minuano a September Fifteenth o aquel This is not America que escribiese junto a David Bowie.

A nadie le importó que por entonces superásemos ya las dos horas y media de concierto: ese popurrí final se disfrutó de pie y en un silencio sepulcral. Pese a que a esas horas corre ya por la Complutense un fresquito importante. No cometan en este Mad Garden el error de olvidarse la chaquetita en casa.

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